ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Decía el maestro Crane Brinton en sus conferencias de Harvard, retomando una frase inicial de Jorge Santayana, que “el que no conoce la Historia está obligado a repetirla… y el que la conoce, también”. Para los mexicanos la Historia ha sido demasiado elocuente. A doscientos años de presidencialismo, la vivimos varias veces todos los días.
La sucesión de presidentes extraordinariamente dotados de facultades por las leyes ha sido un catálogo de personajes que no sólo destruyen todas sus promesas de campaña, sino cualquier vestigio del pasado, sea o no benéfico. Todos tratan de imprimir su impronta, aunque ésta sea desechable.
Los mexicanos seguimos acudiendo a las urnas con una esperanza que tarda poco en demostrar que fue una ilusión pasajera. El llamado Jefe de Estado y de Gobierno, arropado por comparsas bien pagadas de los medios de comunicación y encuestadoras hacen cada cual su parte.
Él cumple con entonar cien o más veces diarias el himno nacional y continuar prometiendo el paraíso terrenal para los menesterosos cercanos y lejanos, para los favoritos y para los mancillados del reino. Hasta la conciencia crítica y los planteamientos progresistas sucumben ante tanta necedad.
No hay una posición programática de transformación
Las ideas supuestamente de izquierda o de vanguardia han sido borradas de las proclamas y de las soluciones, vamos, hasta de las metodologías de aborde. Hoy brilla por su ausencia, por primera vez en los últimos decenios, cualquier posición programática de transformación. El país ha quedado sin voz de alerta en medio de la mayor desgracia.
En los pomposos gabinetes se observa una tendencia demencial a revolver las fichas, hacer la sopa, y dejar las mismas mulas, sólo que ahora anunciadas por demasiadas mentiras, ocurrencias y simulacros engañosos que lo único que persiguen es convencernos de que si no estuvieran ellos esto seria el caos.
La Nación está en manos de personajes menores
En las posiciones estratégicas del aparato repiten y se incrustan personajes menores a quienes no puede confiarse el destino de esta Nación doscientos años engañada. Cualquier ejercicio de integración de equipos apunta a repetir los mismos errores: sentar a los mismos firmones que no estorben, que no opaquen los fulgores del llamado Presidente.
Los líderes de las Cámaras, los ministros de la Corta de Justicia, los encargados de la economía y de las negociaciones financieras están destinados a hacer lo mismo que sus antecesores. El sistema es infranqueable, los intereses definen los parámetros.
El sistema también es impenetrable en la continuación pertinaz de los desequilibrios, en la entronización de los incapaces irredentos. En el sistema unipersonal presidencialista de los ñoños todo tendrá que funcionar igual que siempre… hasta que el cuerpo aguante.
Un Ejecutivo super poderoso que no ata ni desata
En el país del atasque, en el punto sin retorno, en el círculo cuadrado del sistema, los funestos resultados del presidencialismo convocan a ser sensatos por única e irrepetible vez. Que no se repita el mando de un desquiciado solitario y omnipotente a salvo del juicio popular e histórico. Que pare la destrucción de lo que queda.
El entramado jurídico, las bases constitucionales del secular sistema dividido en tres poderes: el Ejecutivo dislocado, y otros dos, el Legislativo y el Judicial, que no sirven para maldita la cosa, más que para empinarse ante las decisiones rocambolescas y descerebradas del Ejecutivo, se sustenta el poder formal.
Un presidente, cuyos gastados nervios y sistema neuronal de un ser manipulado se borra constantemente del escenario para descansar de las presiones internas. Los trastornos neuropsiquiátricos, afectados constantemente en sus archivos de aprendizaje, memoria y falta congénita de reacción ante lo importante y urgente, requiere más supervisión, tanto médica como política.
Un Ejecutivo super poderoso e inatacable, Jefe de Estado y del Gobierno que no ata ni desata. Sólo destruye implacablemente, sin saber los límites del desacato constitucional, sin tener frenos ni contrapesos que lo ayuden a flotar para bien del país.
Un Ejecutivo sin el equipamiento jurídico, económico, cultural, financiero, internacional, sin los conocimientos básicos del arte de gobernar, sin los datos duros del funcionamiento del aparato administrativo sólo puede tomar decisiones dirigidas en perjuicio de los intereses populares y de la gobernabilidad requerida.
Sólo 18 países tienen un sistema como el nuestro
Sin asomo de pudor, de la prudencia, de la moderación y de la cordura, el presidencialismo mexicano navega entre un mar proceloso de intereses internos y de agresiones foráneas que no sabe ni de dónde vienen ni cuál es su origen: es como tratar de enseñarle un tostón a un puerco. Imposible, contra natura, desgraciadamente.
Y así francamente no se puede. Esto ya no funciona más, ni como telón para los engaños cotidianos, ni como excusa de las buenas intenciones, que no aparecen jamás en el escenario. Se agotó el ciclo de vida de un régimen imperial con reyecito sexenal que no tiene comparación en ninguna parte de los regímenes civilizados.
Ni en el mundo de los países pobres. Aunque parezca mentira, sólo dieciocho países del mundo tienen un sistema presidencialista como el nuestro. En su gran mayoría ya le han puesto cotos, porque no sirve ni para defender los modos, las maneras, ni los símbolos elementales de cualquier país moderno.
Y aquí nos hemos soplado a lo largo de la existencia una catarata de spots publicitarios que sólo sirven para manchar las plazas y para enriquecer a los medios durante las campañas y el día de la jornada electoral, aunque no esté aparentemente permitido. Y de ahí para adelante, si te vi no me acuerdo.
Todos a participar. No se valen excusas ni pretextos
Las promesas infames “porque lo mejor está por venir”, son las mismas para cualquier candidato, llámese lucha contra la corrupción, a favor de los pobres, cero apagones, cero incrementos fiscales y de precios, combate a la delincuencia, al robo del presupuesto, elogios a la honradez y a la honestidad política. Hasta que llegan para hacer lo mismo, o para ser peores que quienes se fueron.
En arca abierta, cualquiera peca. El poder omnímodo se dedica al pillaje y a la depredación ante los azorados ojos del mundo. Siempre ha sido igual. Y hoy no tiene por qué ser diferente. Menos, cuando quien lo ejerce viene de donde viene. Imposible pedirle peras al olmo. El presidencialismo bribón e ignorante es el único resultado posible.
En la guerra electoral que se avecina, todos debemos participar. No se valen excusas ni pretextos. Es el país el que está en riesgo. Ciento treinta millones de ciudadanos contra un ensoberbecido iluminado.
O quedémonos estáticos, si queremos repetir la historia.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Tienen razón los colegas de El Universal. El Presidente de la República se hizo reo de delito en la “mañanera” del martes 11, al confesar que, contraviniendo la ley, tiene las manos metidas en el proceso electoral de Nuevo León. “Presidente, partidos señalan que usted está metiendo la mano en las elecciones”, se le preguntó. “Claro que sí, claro que sí, si aquí lo di a conocer, si es de dominio público, lo estoy diciendo, no podemos ser cómplices del fraude”, dijo el de Tepetitán. ¡Crimen! ¿Y castigo?
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