Adrián García Aguirre / Cancún, Quintana Roo
* La desafortunada expresión de Rogelio Jiménez Pons.
* “Ha comenzado la especulación por la tierra”
* Se cayó el turismo y llegaron las vías del tren.
* México, potencia ambiental, superior a EU y Canadá.
* Sin embargo, ha perdido gran porcentaje de sus selvas y bosques.
* La mega obra sexenal afectará sin remedio los ecosistemas.
La Organización Mundial de Turismo (OMT) asegura que se han terminado los antiguos y buenos tiempos, las vacas gordas para un sector que se contraerá un 11% en los próximos años, cuando los ciudadanos de Estados Unidos, Canadá o Europa viajen menos y lo hagan en trayectos más cortos y solamente internos o nacionales.
Para su desgracia, el boyante y omnipresente turismo chino, el único que podría modificar la situación, es visto hoy con recelo en cualquier aduana debido, sin duda, a que fue en Wuhan donde se originó la pandemia que azota al mundo desde principios de 2020.
A 70 kilómetros de Bacalar hay un trozo de selva que estremece el alma y encoge el corazón, cientos de hectáreas de palma autóctona que rodean los restos arqueológicos de Kohunlich, arrasadas por un incendio, en un sitio donde antes había tapires, jaguares y saraguatos o monos aulladores; pero s ahora mueven las hormigas arrieras y ni siquiera las lluvias han logrado que regrese el verdor.
Los troncos del corozo y otros árboles centenarios parecen bañados en brea hasta donde se pierde la vista, y en abril de 2020 los vecinos del ejido Francisco Villa intentaron desesperadamente apagar un fuego que duró varios días y que llegó a los límites de la zona arqueológica.
Finalmente la carretera ejerció de cortafuegos; pero ahora la floresta arrasada será lo primero que verán los 20 ó 30 entusiastas de la arqueología que suelen venir en temporada alta a ver las pirámides escondidas ocultas en el follaje.
Sentado en su tienda de comestibles, la sensación del alcalde del pueblo es que el tren aún no ha empezado a pitar; pero ya se sienten las consecuencias: “Cada vez hay más incendios provocados. Apagas por un lado y aparecen brotes en otro”.
Esa es la queja triste de Luisa Espínola junto a su tienda de comestibles, presidenta municipal del ejido Francisco Villa, al que pertenece el paraje arrasado. “Ha comenzado la especulación por la tierra”, dice sobre este lugar ubicado entre las paradas 16 y 17.
México es una potencia ambiental, cuenta con 12 ecosistemas diferentes, 58 tipos de vegetación —más que sus dos vecinos norteños, Estados Unidos y Canadá juntos— y un buen número de especies endémicas que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta, consigna un estudio de campo elaborado por Maderas del Pueblo del Sureste (MPS).
Esa organización que trabaja fundamentalmente en la preservación de la selva de los Chimalapas, el oriente del Oaxaca, refiere que la posición geográfica mexicana es una bisagra entre las zonas tropicales y templadas de América; dos grandes océanos, el Pacífico y el Atlántico; su relieve, desde costa a picos de 5.000 metros; y su variedad climática lo hacen un lugar único en el mundo.
Sin embargo, en los últimos 30 años, el país ha perdido la tercera parte de sus selvas y la cuarta parte de bosques, uno de los argumentos del gobierno para explicar que tampoco hasta ahora se estaba haciendo bien; es decir, ni antes ni ahora.
Las razones a favor de la conservación no parecen ser suficientes para frenar el tren, y lo supieron los ecologistas desde que el titular del Fondo Nacional de Turismo (Fonatur), Rogelio Jiménez Pons resumió, en febrero de 2019 reveló la filosofía despectiva y desafortunada que mueve al mega proyecto: “No ganamos nada como país con jaguares gordos y niños famélicos”.
La Secretaría de Medio Ambiente de Quintana Roo lleva años luchando contra la tala ilegal, la protección de los corales, y los cenotes y la recuperación y conservación del jaguar, figura zoomorfa y sagrada de los mayas, bien conocido de los ambientalistas que ahora ocupa un lugar relevante. “Tenemos que reconsiderar el modelo de turismo masivo”, dicen en Chetumal, capital del estado.
En un documento de Fonatur se establece que la población de Cancún crece cada año un 10 % y la de Tulum ha llegado a hacerlo a un ritmo del 20 %; pero para garantizar la sostenibilidad del modelo es necesario diversificar el turismo y reducir el de sol y a playa y apostar por un turismo cultural o de naturaleza.
La masa forestal ha dado paso a amplias manchas color café debido a la construcción de edificios junto a mar, la tala ilegal, los incendios, la desaparición de ríos y la agricultura transgénica de los menonitas, invitados a desarrollar la región hace algunos años.
Con la llegada del tren, la laguna de Bacalar, la reserva de Calakmul y los cenotes junto a Tulum serán los más afectados, y lo grave es que para la laguna y los manglares de Cancún, ni siquiera hay recuperación posible, admite un funcionario de esa dependencia estatal en pocas preguntas y menos respuestas:
—¿Le ha solicitado Fonatur algún estudio de impacto ambiental?
—No, solo un pequeño informe técnico.
—¿Y qué le contestaron?
—Nada
—¿Le han consultado sobre las zonas más sensibles?
—No, no he hablado con nadie.
—¿Me puede señalar dónde estarán las ocho paradas que pasarán por Quintana Roo?
—No sabría decirle con precisión. No tengo información oficial al respecto, concluye.
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