* Mientras el muerto te deja vacío, el desaparecido logra que permanezcas insatisfecho el resto de tu vida
* El desafío de Félix Salgado Macedonio es una amenaza, y el Poder Ejecutivo la avala
Gregorio Ortega Molina
La diferencia entre morir y desaparecer es tajante, definitiva, anímica e infernal. Al cadáver que se incinera o acompaña a la tumba se le guarda memoria, se le rinde tributo, se le añora. Se sabe dónde quedó el ser querido, y si se es creyente, se adquiere la certeza de que “pasó a mejor vida”.
¿Cuál es la sensación que dejan los desaparecidos entre sus seres queridos? Por lo pronto, no hay adjetivo para calificarlos, porque no son deudos. En el fondo se conserva la esperanza de que reaparezcan vivos, y si lo que se encuentran son despojos, que la medicina forense confirme la identidad, porque de otra manera se queda uno en las mismas. ¿Qué pasó? ¿Dónde está? ¿Se fue porque quiso? A saber.
Lo que hoy ocurre en México y muchas partes del mundo, me conmina a preguntarme sobre el objeto de la tumba del soldado desconocido. Caigo en cuenta que los héroes, los de verdad, son anónimos, como esos seres queridos que dejan huella, presencia anímica, vacío, inquietud, porque no se sabe, y quizá nunca se sabrá qué fue de ellos.
Desaparecer, como ahora sucede, no equivale a esa imagen bíblica de Elías arrebatado al cielo en un carro de fuego. No… equivale a romper promesas y compromisos sin que intervenga la voluntad del que deja de estar en el seno de su familia, en los brazos de la novia o el novio, en la cama de su casa, a la hora del desayuno, o sin calentar la banca de la escuela o la universidad. Ya no poder abrazar a esa persona con la que estuviste hace un rato, en la mañana, la noche anterior; con la que compartías todo, y digo todo porque en el amor se mezclan los humores corporales con los anímicos, las gracias con las desgracias, las risas con los seños fruncidos.
El muerto deja huella. En la cripta, la tumba, la última foto, la cuenta del hospital, el llanto de los deudos… la ropa que es necesario repartir o regalar o tirar… los libros que se comentaron después de ser leídos, su lugar frente al televisor y en la mesa en la que se compartieron los alimentos y se festejaron los onomásticos o los triunfos, o se lloraron las desgracias.
El desaparecido deja la sensación de ser un ingrato que nomás se fue, así, porque le dio la gana. Imposible saber si vive o muere, si respira, llora, sufre, goza, se divierte, te extraña, te anhela, o solo desea un trago de mezcal o una nieve de limón, o un helado de chocolate, o un pastel de fresa, o hacer el amor como solían hacerlo, o simplemente dar las gracias por los años que se compartieron.
Mientras el muerto te deja vacío, el desaparecido logra que permanezcas insatisfecho el resto de tu vida.
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De los recientes desatinos el de mayores consecuencias, es la amenaza de Félix Salgado Macedonio a la vida institucional. Debe sancionarse y no ser avalada por el silencio del presidente de México. Es una complicidad mayúscula.
Ya antes el señor AMLO puso la pauta: “En una mañanera de advertencias (12 de abril), el presidente deja en claro que si sus adversarios ganan la mayoría en el congreso no permitirá que le quiten el presupuesto o que castiguen los programas sociales, “les recuerdo que el Ejecutivo tiene el derecho de veto …no hay ningún problema.
“Asimismo, aseguró que el pueblo está muy despierto y que, aunque pierda su partido, la revolución de las conciencias permanecerá.
“Recordó que la gente siempre lo ha rescatado como cuando sucedió lo del desafuero, “nosotros creemos en el pueblo, el conservadurismo no…”
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@OrtegaGregorio
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