CIUDAD DE MéXICO.- La producción y consumo de carne de ave en el mundo ocupa el segundo lugar después de la carne de cerdo, con una tasa de incremento de alrededor de 1.2% anual. En el caso de México, la carne de pollo ocupa el primer lugar, con un consumo per cápita estimado de 34 kg en el 2020.
La carne de pollo tiene un menor contenido de grasa intramuscular que la de cerdo y res, su proteína es altamente digestible y es buena fuente de minerales y algunas vitaminas del complejo B, razones por las que, junto con su precio accesible, la hacen preferida por el consumidor, informó Humberto González Ríos, investigador y titular de la Coordinación de Tecnología de Alimentos de Origen Animal del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD).
Sin embargo, a pesar de las bondades nutricionales de esta fuente cárnica, a veces escuchamos o leemos información, acerca de que a los pollos se les “inyectan hormonas” para acelerar su crecimiento, por lo que se presume que su carne representa un riesgo de salud para el consumidor.
Estos comentarios están basados en el antecedente de que en la avicultura de los años cincuenta del siglo pasado, debido a que las aves macho para producción de carne eran de crecimiento lento, se utilizó por algunos años el dietilestilbestrol (DES), un compuesto sintético con actividad estrogénica, que además de ocasionar una castración hormonal, aceleraba el crecimiento del ave. El DES desde hace muchos años está prohibido para su uso en la producción animal, debido a la evidencia de su alta residualidad en los tejidos animales.
El sistema de producción avícola actual es altamente eficiente, gracias al nivel de tecnificación y los estrictos programas sanitarios y de medicina preventiva, además del manejo nutricional. Asimismo, de manera particular, el sistema de engorda de aves para carne usa líneas comerciales de animales genéticamente mejoradas, que alcanzan el peso vivo para su comercialización cuando tienen entre seis y siete semanas de edad. El nivel de hormonas somatotrópicas naturales que promueven el crecimiento del ave está en plenitud en estas primeras semanas de vida. Por lo tanto, en este período tan corto de alimentación no sería redituable el uso de hormonas sintéticas.
Es importante mencionar que en México y otros países de América Latina aún se permite el uso de antibióticos promotores de crecimiento (APC) en la producción de pollos de engorda. Estos APC se usan en dosis subterapeúticas, ya que mejoran la conversión alimenticia, la digestibilidad de los nutrientes y, por lo tanto, la ganancia de peso del animal. Dentro de las indicaciones de uso, se establece que deben dejar de administrarse unos días antes del sacrificio del animal, para asegurar que no aparezcan residuos de estos en la carne. Sin embargo, debido a la preocupación de los consumidores por su salud y los posibles efectos secundarios que puedan acarrear estos APC, muchos países han establecido legislaciones que prohíben su uso en la avicultura.
Actualmente ya hay varios productos alternativos al uso de APC, que se usan con mayor frecuencia en la alimentación de los pollos de engorda; entre ellos podemos mencionar a los probióticos, prebióticos, ácidos orgánicos y compuestos puros o mezclas de extractos obtenidos de plantas, los cuales han mostrado tener efectos benéficos en la promoción del crecimiento animal, sin representar algún tipo de riesgo para el consumidor. Por lo anterior, podemos mencionar que la carne de pollo disponible en el mercado formal de México (de producción nacional o importada) no posee hormonas sintéticas que puedan implicar un potencial riesgo para nuestra salud. Por el contrario, podemos aprovechar el beneficio de su calidad nutricional como parte de nuestra dieta.