* ¿Qué mueve a los menores migrantes a separarse de sus familias, a superar sus miedos y lanzarse al encuentro de una oportunidad de vida… o de muerte?
Gregorio Ortega Molina
Fue Carlos Almada quien me convocó a la lectura de Marcel Schwob. Puso en mis manos La cruzada de los niños, hace poco más de 23 años. La narración, muy breve para mi gusto, es espléndida, tanto como inquietantes es la oscura verdad que dio origen a esa parte de la historia de la fe.
Pienso en las analogías que pueden establecerse con lo que hoy ocurre con los menores migrantes. Desconozco si este fenómeno se repite en el mundo occidental, o es característica de América. Estos cruzados modernos se trasladan solos o en grupos pequeños, se mueven por tierras ignotas para ellos, con toda certeza llenos de miedo, pero también de esa seguridad que dan la ignorancia y la esperanza en una mezcla explosiva, que conduce a buscar posibles respuestas donde hace mucho dejaron de existir.
Lo inquietante y descorazonador radica en que los menores, solos o en grupos de tres o cuatro, sean capaces de desbordar sus miedos y pesadillas, porque lo que dejan atrás es peor que un confinamiento en los campamentos migratorios mexicanos o gringos, o menos molesto para ellos que un disparo que termine con su sufrimiento.
Me resulta incomprensible que los padres de esas niñas y niños los motiven a que se vayan, los abandonen, les aseguren que al dejar sus hogares todavía es posible que encuentren un hálito de vida en otras personas u otros gobiernos que puedan cobijarlos, si no con amor, si con seguridad y sin agresiones, sin amenazas, sin violaciones, sin hambre, sin miseria, sin vituperio. Quizá ante la última oportunidad de tener una vida digna.
Naturalmente que los padres conocen, más que sus hijos, los peligros a los que los exponen. Saben que en las estaciones migratorias pueden resultar humillados, si bien les va, o convertirse en objetos sexuales o ser vendidos como sicarios o halcones, con la absoluta conciencia de que es menos dañino de lo que ya vivieron.
Hay un esbozo de lo que viven estos menores en Gomorra y en La banda de los niños, narraciones en las que Roberto Saviano nos entera con maestría de lo que prefieren haber vivido, antes de morir sin siquiera saber lo que pueden ser el afecto, el sexo, el amor carnal desmedido… resulta que hasta los propios padres los tratan peores que a bestias, o los ven como una mera mercancía.
Hay lugares en América donde los menores se mercan, no necesariamente para ofrecer sexo, sino como mano de obra, o para las tareas domésticas. Hace no mucho, los “pudientes” se trasladaban a los pueblos a comprar “sirvientitas”, con la garantía de tratarlas bien y cuidar que enviaran dinero a los padres. Este tipo de esclavitud no ha desaparecido.
¿Qué mueve a los menores migrantes a separarse de sus familias, a superar sus miedos y lanzarse al encuentro de una oportunidad de vida… o de muerte?
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Del buzón recupero importante información que, más pronto que tarde, afectará los precios en la canasta básica: “No hay tregua en el mercado de derivados financieros (futuros y opciones) de los commodities agrícolas en Chicago y otras latitudes a nivel global, donde los precios solo siguen subiendo, tratando dicen los “gurús” de que la demanda se racionalice (o se frene, en términos más simples); la verdad es que todos sabemos que antes que eso ocurra todo mundo acude a comprar más. Recuerden el síndrome del “papel de baño” del año pasado al inicio de la pandemia del covid19.
“Es imposible saber qué tanto más subirán los precios, pero vimos al MAIZ pasar de casi 3 usd/bu hace menos de un año a ya rebasar los $6.0 usd/bu y no sabemos si primero llegará a $8 usd/bu como en el verano del 2012 cuando se dio la peor sequía en EU en más de 50 años y luego corregirán algo los precios o si todo mejora rápidamente: el clima para la siembra en EU y el desarrollo de la segunda cosecha de Brasil de la que tanto hemos hablado este año y entonces quizá no llegue el precio ni a los $7.0 usd/bu.
“Nadie queremos ceder participación de mercado y eso es lo correcto, pero debemos estar conscientes de ello y por tanto dejar de apostar
cuando veremos el final del alza, eso nadie lo sabe y debemos ser lo suficientemente humildes y disciplinados para primero reconocerlo y después actuar en consecuencia con una adecuada estrategia de administración de riesgos que los minimice y al mismo tiempo nos permitan aprovechar las oportunidades que se presenten”.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio
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