Sergio Gómez Montero*
Escribí una larga queja a Dios.
Antes de leérsela a la gente,
Se la leí a un árbol
S. Bekas: “La respuesta”
En memoria de Jorge A. Bustamante, un sociólogo
riguroso y pródigo
Bello y lúcido concepto el de Bonfil Batalla aquel de “México profundo” –al cual Fernando Benítez y Eulalia Gutiérrez se referían, también, con otros apelativos–, que mucho nos hace pensar sobre un país al que tanto nos falta aún conocer a fondo, en sus múltiples y diversas facetas y raíces multiculturales, particularmente en estos momentos en que el país pasa por una etapa de agitaciones diversas, que a mí en lo particular me precaven de no despertar a ese México profundo en una etapa de ira, porque no sabemos a dónde nos puede conducir. ¿Por qué, pues, convocar a la ira de una manera tan sin consideraciones? ¿Qué está buscando en realidad, hoy, el INE, el antiguo IFE, solapador de todo tipo de fraudes en el pasado reciente? ¿A que responde su actitud beligerante y retadora de hoy? ¿Por qué no ponerle, en serio, un estate quieto, antes de que todo se descomponga y el caos, así, prevalezca? ¿Hasta dónde soportar tanta irreverencia y provocación?
Sí, se preveía que éstas –los meses y días previos a la elección– iban a ser etapas álgidas para el país. Que la guerra sucia se iba a manifestar en todo su esplendor, tratando de conducir al país al caos, para así continuar el juego del golpe blando que desde tiempo atrás es la estrategia de las fuerzas conservadoras –las que trajeron a Maximiliano y hoy (¿junto con la CIA?) claman por la intervención del gobierno de Estados Unidos para “tranquilizar” al país– para ponerle fin a la pesadilla que para ellas representa la instalación de un régimen constitucional que no se apega a los dictados del capitalismo neoliberal que hoy sigue siendo el dominante en el mundo. Es cierto, la mercantilización electoral –compraventa de candidaturas– que hoy predomina en todo el espectro partidario del país, aparte de generar una tristeza profunda, es causa del malestar causado por el actuar faccioso del que supuestamente es el árbitro electoral, pues como ha quedado demostrado una y otra vez –con argumentos irrebatibles– la razón no está de su parte, sino que su ceguera y mala fe son inexplicables. ¿A qué, pues, entonces, está jugando la institución electoral, sus ejes hegemónicos manipulándolo facciosamente? ¿No es hora, ya, insisto, de ponerles un estate quieto? ¿A quién correspondería esta última tarea mencionada?, ¿al Legislativo, al Ejecutivo, al Judicial? Porque no se vale, definitivamente, poner así, en riesgo, la estabilidad actual de la Nación.
Es cierto, rudo se está jugando en varias canchas mundiales. Pongo, como ejemplo, América del Sur, en donde duro pelearon por el Mercosur el gobierno conservador de Uruguay y el gobierno argentino encabezado por Alberto Fernández, quien apenas acaba de abandonar también el Grupo Perú que, a instancias de la OEA de Almagro, quería intervenir a la fuerza –apoyado, obvio, por las fuerzas militares de Estados Unidos– en Venezuela y que ahora, con el abandono mencionado, ya no lo podrá hacer. Antes que Argentina, México abandonó ese grupo faccioso.
Mucho, pues, hoy está en juego en América Latina, que cada vez tiende a alejarse más del pasado neoliberal que la tenía atada, sumisa y pobre. Hoy que nuevos aires soplan se acrecienta, también, la ira de quienes se ven brutalmente conmovidos por esos nuevos aires de justicia y libertad.
Mientras no queda sino seguir soportando la guerra sucia impulsada por el INE.
* Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx
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