Sergio Gómez Montero*
Pareciera que están en todas partes
las partes no incineradas de los sueños
de quienes quedamos vivos
M. Zepeda: “Encomienda”
El panorama político actual del país lo obliga a uno a pensar, por necesidad, en cómo, una tras otra, como tenía que ser, afloran las contradicciones entre instituciones –heredadas de las épocas de terror neoliberal– y una transición tibia, que por más esfuerzos que hace no logra matizar los gritos y aspavientos de quienes a toda costa se resisten a aceptar que ya las épocas neoliberales quedaron atrás y que lo que hoy queremos es un país diferente, muy diferente al que nos tocó vivir en esa etapa de espanto que muchos mexicanos sufrimos durante más de treinta años.
Ese es hoy, por ejemplo, el drama de los consejeros del INE (encabezados por su Presidente) que se niegan a aceptar la nueva realidad que prevalece en el país luego de las elecciones de 2018. Aunque…, también es válido preguntarse en el caso del INE y de los jueces que se resisten a aceptar la nueva ley que regula la energía eléctrica, si, lo que está sucediendo en esta etapa de transición no es, más bien, que las leyes hasta hoy emitidas por el gobierno que ganó las elecciones en 2018 (el de la 4T), son leyes tibias, incoloras, insulsas, que no logran establecer, claramente, que, por lo que se votó ese año, fue por cambiar de raíz las condiciones de vida en las que el neoliberalismo tenía sufriendo al país. Es cierto, corrupción e impunidad (y los fenómenos múltiples que de allí se desprenden: narcotráfico, inseguridad pública, servicios públicos en el suelo, y un larguísimo etc.) prevalecía y destacaba; pero había otros aspectos de raíz que agobiaban quizá más y que se agudizaron con la intempestiva irrupción de la pandemia: polarización insoportable del ingreso, precarización del trabajo, fenómenos migratorios diversos e, igualmente, otro largo etcétera.
Nuestro país era pues, así, un país que requería una cirugía mayor para lograr dejar atrás sus múltiples dolencias. La sindemia nos atacó con todo.
Y pensamos, los habitantes del país, que luego de votar, el cambio de las cosas se iba a dar. Como lo mismo pensaron también, creo, quienes encabezados por López Obrador se hicieron cargo de la administración pública. Pero, ¡oh sorpresa!, resulta que las cosas no eran tan sencillas, que el camino a recorrer implicaba vencer obstáculos múltiples para los que, en apariencia, no se estaba preparado para asumir, de entrada, los altos costos sociales que ello implicaba. ¿Por qué, como pregunta Julio Boltvinik, ni siquiera se quiso respetar el programa electoral de sexenios anteriores?
Aún y transitando por la transición, si la ley, desde un principio, hubiera sido más clara, si la estrategia no se prestase a dudas (como acusa desde hace rato el EZLN), los escollos que hoy representan el INE, algunos jueces, varios opinócratas, diferentes empresarios y muchos de la pequeña burguesía ilustrada que habitan cubículos universitarios aquí y en el extranjero, no tendrían argumentos para oponerse a la nueva realidad que queremos quienes votamos a favor del cambio en el 2018 y que hasta hoy no terminamos de ver claro.
No, no se trata del asalto al cielo…, se trata sólo del asalto a la realidad.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx
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