Sergio Gómez Montero*
A veces no nos sirven,
se quedan más acá de todas las fronteras,
nos tuercen el idioma con sus signos
R. A. Vázquez: “Signos”
En memoria de Vicente Rojo
Guerras sucias hay de varias. Pero en todas ellas, creo, se combate de una manera rapaz y podrida y más le vale a uno estar alerta para responder a las tropelías del enemigo, quien, a diferencia de las guerras abiertas y nobles, en donde las reglas de Sun Tzu predominan, y uno puede, por tanto, defenderse y atacar con honor, en éstas, en las sucias, el lodo y el excremento de quienes las promueven vuela cotidianamente por los aires. En las guerras sucias no es como en la toma de Constantinopla por Mehmed II, por ejemplo, en donde la lucha se llevó con brío y finalmente los romanos fueron derrotados por los jenízaros otomanos.
Pero nada de eso tiene que ver con las guerras sucias de la actualidad, cuya finalidad es acabar, con males artes, con el enemigo, como varias veces lo han tenido que soportar AMLO y sus huestes, quienes por eso ya son especialistas en la materia: soportar enemigos rapaces y carentes de dignidad, quienes con males artes, en diferentes ocasiones y escenarios, han tratado de destruirlos. ¿Por qué insistir en esa estrategia? ¿A dónde quieren conducir su lucha?
Una de las características de las guerras sucias en la política contemporánea es sólo una: impedir que el capitalismo como forma de gobernar se desfonde y por ello ponen en juego las tácticas más ruines y rapaces que uno pueda imaginar; en tanto que la estrategia de quienes eso se proponen –defender el capitalismo a toda costa– queda bajo la responsabilidad, por lo común, de la CIA como especialista en esa materia. Esa, por ejemplo, es hoy abiertamente la esperanza de quienes combaten con todo en contra del gobierno de la 4T, y por eso claman porque, tarde que temprano, en la contienda, esa fracción que defiende los intereses del capitalismo se vea apoyada, como hoy piden para México, con la invasión del país por parte del gobierno de Estados Unidos, como si eso fuese, sólo, “Enchílame otra gorda, plis”, toda vez que lo intentado hasta este momento –amparos, amenazas, berrinches de Fox, Calderón y el Jefe Diego– ha fracasado por la pequeña estatura de sus empeños y personajes más relevantes.
Hoy, cuando esa guerra sucia parece no favorecer los esfuerzos mayúsculos de sus promotores, es obvio que muchas de sus acciones, por más aparatosas que se presenten, suenan a risa loca ante el empeño y la enjundia de los actores en contra de los cuales se lucha (“Somos un chingo y seremos más” de los 30 millones que ya votamos por AMLO), quienes estamos dispuestos a todos los sacrificios a que se nos convoque con tal de no volver a sufrir las penurias e injusticias del pasado inmediato, que nos dejó pobreza y corrupción a manos llenas y que hoy lucha electoralmente con el nombre de prianprd y México Sí. Por esa razón y no por otra causa, la guerra sucia de hoy, por más que la pregonen, entre otros, Aguilar Camín, Gómez Leyva, Loret de Mola, Dresser y Krauze, está destinada al fracaso, y entre más agraviantes sean sus ataques, menos escozor causan. Sí, no mueven a risa, pero uno sabe, insisto, que hoy hay toda una cauda de pueblo que ondea la bandera del no pasarán.
Así de simple y sencillo está el panorama. No se puede caminar hoy, es cierto, por las calles. La enfermedad no lo permite. Pero cuando sea preciso ponerle un alto, en firme, a esos movimientos deformes de quienes promueven los gritos y zarandajas de la guerra sucia, se actuará, sin duda, con la firmeza y la razón suficientes como para dejar claramente establecido que los enemigos de AMLO y la 4T nada obtendrán. Seguro.
El próximo 6 de junio los promotores de la guerra sucia estarán llorando, otra vez, a causa de su contundente derrota electoral.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx
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