* La narrativa política de Palacio Nacional no solo cojea, también hace agua. Grace Marks, como Scherezada, debió cautivar a uno, pero el presidente ha de hacerlo, día a día, con millones. Todos sabemos que la protagonista de Margaret Atwood mintió y, supuestamente, mató para poder vivir, ¿qué hace la 4T para permanecer dueña del poder?
Gregorio Ortega Molina
La impostura tal y como nos la entrega Leonardo Sciascia en El Consejo de Egipto y en El Contexto o en Todo modo, no es una narración que se ajusta a nuestra fantasía y/o deseos, se trata de la vida misma. Aquí, al menos, y en el Salón de la Tesorería, se reinicia todas las mañanas. Circe empequeñece ante los cuentos del presidente mexicano.
Durante algunos años di por supuesto que Sciascia era el maestro de esta literatura, hasta que alguien puso en mis manos esas tres novelas de Margaret Atwood que nos abren los ojos para aceptar que el arte de vivir puede ser tan simple y reduccionista, si para ello se cuenta con la audacia y la habilidad de reinventar el mundo real todas las mañanas, pero sólo sostenido por la palabra. La oralidad sin textos de por medio. Lo tangible despierta al escucha de su ensueño.
Esa oralidad permite a Grace Marks, la protagonista de Alias Grace, reinventarse en su pasado y su futuro durante cada uno de los encuentros con el doctor Simon Jordan, uno de esos curiosos primeros psiquiatras, cuya sabiduría médica permanece acotada por la amenaza de pobreza y el anhelo de desorbitados éxitos profesionales y económicos. Si lo que escucha de Grace no se ajusta a su diagnóstico preconcebido, anticipado, necesitados para auto justificarse, no deja constancia de ello, porque los hechos tal cual son, nada tienen que ver con su deseo.
La oralidad (que no la oratoria, ni la retórica, mucho menos el diálogo) como instrumento de sujeción y guía de los deseos, sueños y anhelos de los gobernados. Scherezada tuvo a un único escucha cautivo, nuestro presidente mexicano tiene a millones embelesados, inquietos por la continuidad de la radionovela matutina, porque saben que en cualquier momento puede dejar de coincidir con su futuro imaginario.
Sí, la catástrofe puede llegar como tragedia de la naturaleza: pandemia incontrolable, terremoto, desorbitada crisis económica, o como agotamiento físico y mental del narrador matutino, por edad o carencia de la suficiente imaginación para reinventarse un día sí y otro también, porque está consciente de que sus millones de escuchas cautivos, cualquier día se topan con el Jamie Walsh que necesitan para despertar del embeleso.
El despertador está programado para junio próximo. La encarnación de Shahriar está en la sociedad, en las agraviadas mujeres por el tongo político y democrático de Félix Salgado Macedonio, en los jueces insultados en la persona de Juan Pablo Gómez Fierro, que “se atrevió a actuar con apego a la Constitución”. Ese día se sabrá si Scherezada llegará virgen a la cama del sultán, o también la decapitarán con los sufragios.
Me pregunto si Simon Jordan supo temprano que su compra era una mentira, y este cuestionamiento me obliga a meditar en el número de electores que están dispuestos a despertar a la realidad de lo que realmente adquirieron en 2018, o desean continuar viviendo del cuento, lo que día a día se les hará más difícil, pues el poder adquisitivo de lo entregado en los programas sociales disminuye, en la medida en la que el mundo regresa del Covid-19.
La narrativa política de Palacio Nacional no solo cojea, también hace agua. Grace Marks, como Scherezada, debió cautivar a uno, pero el presidente ha de hacerlo, día a día, con millones. Todos sabemos que la protagonista de Margaret Atwood mintió y, supuestamente, mató para poder vivir, ¿qué hace la 4T para permanecer dueña del poder?
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