Luis Alberto García / Moscú, Rusia
* No se llama Ramón Mercader por razones desconocidas.
* Testimonio póstumo de Luis Mercader del Río.
* Los últimos días del homicida de Lev Davídovich Trotski.
* Volvió a Moscú con Roquelia Mendoza, su esposa mexicana.
* “Cosas de la vida”, primero condecoraron a sus jefes.
* “El cumplió su tarea…la Patria no le cumplió a él…”
Luis Mercader del Río, hermano menor del homicida de Lev Trotski, había decidido residir en Moscú desde mediados de la década de 1940, cuando los ex combatientes y ex militantes republicanos españoles no tuvieron más camino que el exilio, opción preferible a ser fusilados o encarcelados de por vida por el régimen franquista.
Ambos hermanos se vieron en escasas ocasiones: cuando acabó la contienda, el 1 de abril de 1939, cada quién había hecho o rehecho su respectivas existencias: Luis casado con Galina Ustínova, una rusa de Smolensko, y Ramón con Roquelia Mendoza, una mexicana a quien conoció cuando estaba preso en la Ciudad de México.
Ramón y Luis –refiere Ana Luisa Luna en una antología sobre crímenes célebres publicada en 1997- se volvieron a ver en 1960, cuando el primero había tomado la decisión de vivir definitivamente en la Unión Soviética, año en que llegó con Roquelia y la hija que procrearon.
Un año después, sin ceremonia alguna le entregaron el reconocimiento de Héroe de la Unión Soviética y un departamento en un barrio periférico moscovita, además de una pensión mensual de 400 rublos y el derecho a pasar vacaciones de verano una vez al año en una dacha o casa de campo cercana a la capital.
“Ni Ramón ni Roquelia hablaban ruso, y me percaté de que, debido a eso, él sufría mucho, además de que lo atormentaban los pensamientos más amargos de su pasado”, explicó Luis Mercader, ante lo cual trató de persuadirlo de que se fuesen a Cuba; pero los órganos de Seguridad del Estado de Fidel Castro lo impidieron.
En enero de 1974, Ramón recibió ese permiso, cuando ya tenía la sensación de estar en otra prisión: “Y para colmo los médicos le detectaron arterorrexis pulmonar, enfermedad seria que le impedía respirar, hasta que el jefe de la KGB, Yuri Andrópov, se apiadó de él y lo dejó salir”.
Con el sol y el clima del Caribe se fue recuperando, sin que Moscú lo dejara a su suerte, ayudándolo –según testimonio de Luis Mercader- Ey creando una fundación, tal vez para resarcir los sufrimientos que pasó en la cárcel.
Fue en esa época –a mediados de la década de 1940- cuando Ramón pidió que se organizara una fuga, coordinada por Nahum Eitingon, nombre falso de Leónid Kótov, que finalmente se frustró debido a acciones imprudentes de su madre, Caridad del Río, que impidieron se llevara a cabo.
“Cosas de la vida”, se lamenta Luis: “Leónid Kótov (o Nahum Eitingon) regresó a Moscú después del atentado del 21 de agosto de 1940, recibió con otros jefes una alta condecoración y fue encarcelado en una de las campañas antisemitas de Stalin por ser de origen judío, en tanto mi hermano también fue reconocido; pero muchísimos años después”.
El último deseo de Ramón Mercader del Río fue que lo sepultaran en Moscú; pero su agonía fue prolongada, horrenda, murió el 18 de octubre de 1978 en La Habana, aunque su deseo si fue cumplido: la urna con sus cenizas fue llevada a Moscú, enterrada frente a un grupo de desconocidos, todos vestidos igual, con abrigos y chapkas (gorras de piel) iguales y como despedida un discurso irrelevante.
“La urna metálica –recuerda Luis Mercader en el texto de Ana Luisa Luna- fue cubierta con una tapa de piedra, hubo una guardia de honor, un disparo de fusil y, cuando me di cuenta que decía “Luis López”, me abracé a mi esposa Galina y me puse a llorar”.
Luis solicitó que colocaran un busto de bronce para Ramón en el cementerio de Kúntsevo, se cansó de llamar al KGB y la respuesta siempre fue la misma: no había material disponible ni dinero para hacerlo, y solamente ordenaron poner una losa de granito, igual a las que existen en la entrada del edifico de la KGB en la plaza Lubianka.
Y un enigma final: el nombre de Ramón Mercader del Río – Jacques Mornard – Frank Jacson no figura en la lista de honor de los Héroes de la Unión Soviética, como tampoco en las del Ejército Republicano español, en el que ostentó el grado de comandante en la batalla del Jarama.
“Es como si mi hermano jamás hubiese existido…Ya es hora de que le devuelvan su nombre, de decir toda la verdad: cumplió con la tarea encomendada, y su otra Patria no le cumplió a él…”
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