Por Mouris Salloum George
El nuevo estado de Quintana Roo, la ventana mexicana al Caribe, ha sido escenario en los últimos años del Diálogo Norte- Sur, de los famosos encuentros entre El Chapo Guzmán y el separatista catalán Jordi Pujol, de los que se hablan de transferencias multimillonarias de dinero líquido que sirvieron para el despegue de las tecnologías de punta en Barcelona, y de mil cosas más.
Las transferencias de marras no sólo sirvieron para eso, sino que fueron la base del nuevo imperio de los catalanes que pusieron en un brete a la monarquía española en su conjunto. Todavía no se sabe a ciencia cierta el desenlace de esos acontecimientos. Nadie puede parar la fuerza económica del partido de Pujol- Puigdemont.
El florecimiento de la mafia calabresa, conocida desde Turín hasta Siracusa como la N’ Drangheta, fiera y descomunal como ella sola, ha tenido su asiento también en las playas de Quintana Roo. Se habla de fluidos niveles de comunicación con los regímenes mexicanos de los últimos veinte años, cuando menos.
Pero lo que faltaba era aún más relevante: el establecimiento de la mafia rumana de Florián Tudor, un próspero hotelero balcánico que ha dado demasiado que decir. Las clonaciones de tarjetas de crédito y los negocios paralelos arrojan cantidades mensuales multimillonarias que sólo aquí son posibles.
Los negocios de Tudor, así como los ilícitos que le imputan son demasiado graves, eso implica que las autoridades federales deben perseguirlos de oficio, y no sólo a petición de parte ofendida. Las reformas constitucionales de la 4T ofrecen esa posibilidad que habría que hacer realidad.
Se habla de vínculos efectivos del hotelero rumano con ex gobernadores estatales, con niveles federales, con miembros selectos del círculo cercano al poder. Los mismos rumores involucran en los mismos nexos a la mafia calabresa de la N’ Drangheta.
El hotelero Florián Tudor es de esos personajes que logran ubicar en el mismo bando a neoliberales, transformadores, fifis, liberales, peninsulares y capitalinos. Algo nunca visto en la historia de nuestro país, pródiga en acontecimientos de separatismo yucateco.
Algo debe tener Tudor, que ha logrado lo que ningún político ni personaje histórico ha conseguido: poner de acuerdo a distintos intereses, a distintas familias y a diversos grupos políticos. Es un personaje que habrá que investigar desde todos los ángulos posibles. Rara avis.
La última decisión de las autoridades federales de seguridad nacional ha sido paradójica: recibir en las lujosas oficinas de los mandamases al hotelero rumano para rodearlo de todo tipo de protecciones jurídicas ante cualquier sospecha, ante cualquier investigación, sobre cualquier autoridad de todo nivel.
Algo tendrá el agua que hasta la bendicen, dice el conocido refrán. El rompimiento del estado de Derecho ya va siendo icónico en estos lares.
La abdicación de las facultades ministeriales del Estado es un mal augurio en medio de tanta desesperación. Ojalá no vaya a ser el fin del principio.
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