Por EDGAR GONZALEZ MARTINEZ
La caída coincide con la baja de la inversión privada: BBVA México
Muchos estudiosos de la economía mundial no se explican por qué el crecimiento del PIB per cápita en México ha quedado rezagado desde hace años con respecto a otros países de Latinoamérica, como Brasil y Chile. En un análisis del BBVA México se destaca que el país tiene una población ocupada dominada por la informalidad, mano de obra poco calificada, baja productividad y amplia desigualdad. A lo anterior se suma la ralentización de la inversión privada desde hace una década, y la contracción persistente en la inversión pública en ese mismo periodo. A la desaceleración en el ritmo de crecimiento de la inversión privada, se sucedió una fase de estancamiento derivado de los riesgos asociados al proceso de renegociación del TLCAN, y dos caídas, la primera en 2019, por el marcado contexto de incertidumbre ante las decisiones de política pública del nuevo gobierno, y la segunda en 2020, resultado de la abrupta caída de la actividad económica ante la pandemia y la menor certidumbre.
Y lo que acaba confundiendo a los analistas es cuando se observa que la economía mexicana cuenta con fundamentos macroeconómicos sólidos (tipo de cambio de libre flotación, menos autonomía del banco central, sistema bancario sólido, equilibrios externos y disciplina fiscal) que garantizan estabilidad en el largo plazo, pero las debilidades estructurales colocan a México en un punto de partida muy inferior al de los países desarrollados e incluso peor al de algunas economías de América Latina. En materia de cuidado de la salud, México se encuentra muy por detrás de economías como Chile y Brasil, mientras que la prevalencia de enfermedades crónicas como diabetes es mucho más alta. A la debilidad del sistema de salud y las peores condiciones de salud de los mexicanos, hay que sumar la pésima distribución del ingreso que se registra en el país, la falta de una red de protección social adecuada (como lo sería un programa integral de seguro de desempleo) así como la carencia de una infraestructura digital de calidad que permita la democratización de la información y el acceso de la población a todos servicios digitales, entre ellos de salud y educación. A los factores descritos se suman las características culturales de la población mexicana (arreglos habitacionales multigeneracionales) que facilitaron los contagios.
Y con respecto al mercado laboral, México tiene una economía con una proporción de informalidad (que por tanto carece en la mayoría de los casos de acceso a servicios de salud y a mecanismos de protección en caso de desempleo) muy elevada (57.8% de los trabajadores laboraron en la informalidad en promedio durante los últimos 10 años, y 54.5% en 2020), con una estructura productiva conformada principalmente por microempresas (94.9%) y PYMES (4.9%) (Censos Económicos 2019, INEGI), que al depender más del factor trabajo y menos del capital, son menos productivas, y con grandes rezagos en el mercado laboral y en la generación de valor agregado. Adicionalmente al problema de la alta informalidad (que en el mes de febrero, previo a la pandemia, se ubicó en niveles de 56.1%) existe del lado del empleo formal una estructura en la que predominan los trabajadores de bajos ingresos. Las cifras del IMSS (a diciembre 2020) muestran que solo 16.8% de los empleados asegurados gana más de 5 salarios mínimos y una abrumadora mayoría, 67.1%, hasta 3 salarios mínimos. Por supuesto, estos rezagos situaron a la economía mexicana en una situación de debilidad estructural para afrontar el choque de la pandemia. La mayor proporción de las empresas y las familias no podían afrontar un choque de esta magnitud, y las consecuencias están a la vista. La ausencia de una respuesta fiscal profundizó los efectos y está teniendo consecuencias hacia delante con un mayor cierre de empresas, mayor pérdida de empleos formales y un mayor deterioro de la distribución del ingreso.
Volkswagen de México reduce turnos y coloca a algunas áreas en paro técnico.
El desabasto del gas procedente de Texas, un estado abatido por la peor tormenta de nieve en muchos años, está afectando a empresas mexicanas. Precisamente, Volkswagen de México informó que a fin de cumplir con los requisitos de disminución en el consumo de gas natural que se nos ha solicitado por parte de las Autoridades Competentes, ajustará su producción en los siguientes segmentos:
Segmento de producción Jetta: paro de producción los días jueves 18 y viernes 19 de febrero. Segmento de producción Taos y Golf: paro de producción el día viernes 19 de febrero. El personal que labora en estos segmentos entrará en esquema de paro técnico.
La Inversión Extranjera Directa en 2020 fue de 29,079 millones de dólares.
Con cifras preliminares, la Secretaría de Economía informó que durante 2020 la Inversión Extranjera Directa (IED) fue de 29,079.4 millones de dólares (mdd), resultado de la diferencia de 39,220.3 mdd registrados como flujos de entrada y 10,140.9 mdd en flujos de salida. Así, la IED captada en 2020 es inferior en 11.7% con respecto a las cifras preliminares de 2019 (32,921.2 mdd), lo cual se explica, fundamentalmente, por los efectos negativos de la pandemia de COVID-19 en los flujos globales de inversión.
De hecho, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) estimó que en 2020 los flujos globales de IED disminuyeron 42% con respecto a 2019, según el World Investment Report publicado en enero de 2021. Esto evidencia que, en comparación con el resto del mundo, México tuvo un mejor desempeño en la atracción de IED en el año más adverso de la historia económica reciente.
En 2020 se anunciaron 212 proyectos de inversión extranjera para ser materializados en México, que representan un monto de 16,253 millones de dólares (mdd), de los cuales ya se han reportado 5,838 mdd al Registro Nacional de Inversiones Extranjeras. La IED registrada para enero-diciembre de 2020 provino de: 3,334 sociedades con participación de capital extranjero; 2,725 contratos de fideicomiso, y 24 personas morales extranjeras. La IED en enero-diciembre de 2020 se financió principalmente a través de reinversión de utilidades, en un 55.4%; seguida de cuentas entre compañías, en 22.6% y por nuevas inversiones, en 22.0%. Por sector económico, se desagrega en: manufacturas, con 40.6%; servicios financieros y de seguros, con 23.2%; transportes, con 9.8%; comercio, con 7.7%; minería, con 4.6%; y medios masivos con 4.3%. Los sectores restantes captaron 9.8%.
Por país de origen, los flujos de IED provinieron principalmente de nuestros socios del T-MEC en 53.6% (Estados Unidos, 39.1% y Canadá, 14.5%), seguidos por España en 13.7%, Japón en 4.2%, Alemania en 3.5% y de otros países que aportaron el 25.0% restante.
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