* Después de dos años hemos de aceptar que el verdadero peligro para México somos nosotros, todos y cada uno de los mexicanos, que alegres nos contagiamos de Covid-19 entre nuestra irremediable irresponsabilidad y la ausencia de Estado
Gregorio Ortega Molina
El ritmo de la vida se modificó con el descubrimiento de la rueda, con la llegada del tren de vapor, con el vehículo automotor, con el tren eléctrico, con el avión, para finalmente adquirir una novedosa percepción del discurrir de las horas y los días y los sucesos a través de la comunicación cibernética. El tiempo real todo lo trastoca. Hoy se convierte en ayer en un abrir y cerrar de ojos.
Si durante el decurso de los siglos XIX y XX no fue habitual que los seres humanos previeran y pensaran su futuro personal y colectivo -salvo las honrosas excepciones de filósofos, científicos, políticos, escritores (obvio, de ambos sexos)-, hoy, con la velocidad que imponen a nuestros días, nuestras horas, nuestros quehaceres y ocios, concebir que vivir el presente es, a todas luces, el enganche de lo que tendremos como futuro si es que se piensa adquirir a plazos, pero si se desea vivirlo de un solo golpe -como el del sastrecillo valiente-, toda decisión asumida, al instante adquiere las diversas tonalidades de las consecuencias que hemos de padecer o disfrutar a partir de ese instante.
En mi caso no fue sino hasta bien entrado en años que aprendí a prever y anticipar. Supe cuándo detenerme y abandonar la fiesta -todo tipo de festejo, lo mismo el del éxito que de la derrota-, con el propósito de no poner unas consecuencias sobre otras. Nada peor que encimar los plazos vencidos.
Las prevenciones ante lo imprevisto, ante lo aciago, pueden y deben ser elementales. Me costó entenderlo y sufrí al intentar inculcarlo en mi familia: si fumas, no dejes tu cajetilla sobre la mesa del lugar donde te encuentras, y si no has terminado la copa, cámbiala por una recién servida; si no tienes lo suficiente para pedir una botella con tus amigos, pidan cervezas; si bebieron, no manejen, y sean precavidos en sus relaciones sexuales.
Lo mismo ocurre en el desarrollo profesional, en la vida social, en la actividad comunitaria. Si se desea llegar a lo más alto, es necesario tener las herramientas que permitan sostenerse en la cúspide, porque si lo logras por lealtad, amiguismo o cohecho, las consecuencias puede que no caigan a tu cuenta, pero sí a la de tus familiares y los subordinados. Nadie respeta los cánones de la vida social. La intromisión a través de las redes sociales, la exhibición de videos “íntimos”, los embarazos adolescentes, la proliferación de las enfermedades sexuales o venéreas, son expresión de la manera en que consideramos a los que viven en nuestro entorno.
En cuanto a la corresponsabilidad de la vida comunitaria, creo que después de dos años hemos de aceptar que el verdadero peligro para México somos nosotros, todos y cada uno de los mexicanos, que alegres nos contagiamos de Covid-19 entre nuestra irremediable irresponsabilidad y la ausencia de Estado; dejamos de lado la ética y el compromiso y decidimos no organizarnos para exigir la vacuna ya, ahora, a todos y gratuita, pues el mandato constitucional que los que mandan han de cumplir así lo señala. Y todavía hemos de tolerarlo durante cuatro años más.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio
The post LA COSTUMBRE DEL PODER: El presente es nuestro futuro appeared first on Almomento | Noticias, información nacional e internacional.