Teresa Gil
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Lo que hace Francia no solo con México sino con otros países del llamado tercer mundo, no es sino la misma conducta colonialista y prepotente de apoderarse de los recursos de esos pueblos, en este caso su historial antropológico para someterlo al mejor postor. Alegan que no existen convenios ni tratos comerciales pactados, pero olvidan que hay relaciones exteriores fincadas en un derecho internacional vigente. Este derecho propugna en forma primordial el respeto entre los pueblos y dentro de ese respeto están sus culturas, sus historias, su pasado ancestral. La venta infame por tercera vez en Francia de nuestras esculturas precolombinas, originales, rehechas o copiadas, representa de parte de ese país, su gobierno, sus representaciones culturales tan mudas, un menosprecio a lo que son y fueron muchos países que tienen pasado histórico y que tratándose de México representa una de las grandes culturas de la humanidad. Es sucio, deleznable y bajo del gobierno francés no parar esas ventas ilegales y la nula intervención del embajador francés en nuestro país que solo debe estar al acecho, como muchos gobiernos europeos, el de España por ejemplo, que solo ven en México la forma de explotar sus riquezas a través de convenios leoninos y transnacionales boyantes.
EL PASADO DE MUCHOS PAÍSES, ESTÁ EN MUSEOS DE PAÍSES PODEROSOS
Francia ha permitido una vez más la venta al mejor postor de esculturas, pero eso es solo un paso de su ganancia con la herencia y el talento de los pueblos, sus rituales y riquezas que en muchos casos ya no se podrán repetir. Está ademas la ganancia permanente con la exhibición de obras que se han apropiado. Tras el incendio de la catedral de Notre Dame en abril de 2019 , se dio mucha información sobre los ingresos que tiene la administración parisina de sus museos, el Louvre principalmente, y edificios históricos y artísticos. Se hablaba de grandes ganancias, lo mismo repetido en muchas comunidades y ciudades francesas que tienen en su caudal, aportes de pueblos del mundo. Pocos después hubo un diferendo entre Francia e Italia, sobre el famoso cuadro de la Gioconda de Leonardo da Vinci, precisamente durante la celebración del quinto centenario de la muerte del genio italiano. Así está en muchos países que viven del turismo a costa de los aportes foráneos. Egipto y otras grandes culturas son el centro de la riqueza de esos países turísticos que desde hace tiempo empezaron a desviar la mirada a América, en México, Perú, Guatemala y otras zonas de riqueza arqueológica. El museo del Prado, por ejemplo tiene una sección de obras extranjeras, entre otras el Jardín de las delicias del Bosco. Y como no recordar nuestro penacho de Moctezuma en un museo austriaco, impasible en su plumerío, pese a las muchas demandas que ha girado México para que lo devuelvan. La explotación de los pueblos no solo ha sido en sus riquezas naturales, sino en el saqueo de bienes que tienen un precio invaluable para esos países, por el paso del tiempo.
QUETZALCÓATL, NÚCLEO DE NUESTRA MITOLOGÍA, UTILIZADO EN SUBASTAS
El remate de la subastadora Christie’s en París el pasado 9 de enero, todavía tuvo el descaro de utilizar el nombre de una de nuestras máximas figuras mitológicas, al llamar a su vendimia como herejía, Quetzalcóatl Serpiente Emplumada. Una escultura del dios fue vendida, igual que la de Cihuatéotl, diosa de las mujeres que han muerto de parto. También se vendió una escultura de jade de una máscara teotihuacana. De las 40 esculturas 33 eran originarias de México y las preguntas que surgen, ¿quien las entregó, quien las vendió? Se supone que algunas fueron extraídas en zonas de Veracruz antes de los años setenta pero esas excavaciones son de expertos y siempre oficiales, ¿quien la sacó del país, qué contubernio había de parte de los gobiernos? La figura de Quetzalcóatl “constituye el núcleo fundamental de las mitología mesoamericana”, según estudiosos. Se trata de una figura llena de interrogantes que se ha convertido en mítica e histórica por la forma como era partícipe en pueblos prehispánicos como un dios hacedor. Grandes estudiosos sobre el tema como Angel María Garibay y Miguel León Portilla, han tocado esa figura y para muchos analistas la conclusión es que Quetzalcóatl que asume diversos nombres en las diferentes culturas de esa época, Kukulcán entre otros, era el mismo dios desde la perspectiva de diferentes pueblos. Y se llega a la conclusión también, de que se usaba su nombre para designar a los principales de una comunidad, así como en algunos pueblos se llama rey o monarca al poderoso. La figura siempre del quetzal y la serpiente emplumada, ha sido muy debatida y en algunos textos es hermano del dios Huizitlopochtli. En su libro La estela de los soles o Calendario Azteca (Panorama Editorial 2013) el pintor y estudioso del México prehispánico, Fernando Diaz Infante que además tiene un estudio sobre Quetzalcóalt, lo describe “como dios del viento con pico de ave. Es símbolo del alma, de la cultura, de lo moral y de las artes, en fin, de todo aquello que eleva la condición animal del hombre a dimensiones artísticas, éticas y espirituales”. Lo menciona otra vez, en uno de los anillos de la epopeya de sol, como un recuerdo de su sacrificio por el fuego. Y que como prometió regresar, lo hizo en Lucero de la Mañana y en Estrella de la tarde. Esa hermosa estrella refulgente, que nos alegra la vista en días sin nubes. Uno de los poemas que reproduce Diaz Infante, es sobre el sacrificio de Quetzalcóatl en el fuego y la creación con ello, del quinto sol que es el que ahora tenemos:
Este es nuestro Sol.
En el que vivimos ahora,
y aquí está su señal,
como cayó en el fuego el Sol,
en el fogón divino,
allá en Teotihuacan
Igualmente fue éste el Sol
de nuestro príncipe en Tula
O sea de Quetzalcoatl
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