* Para junio, muertos y desaparecidos nombrarán como sus representantes para la elección a todos sus deudos en edad de votar. Quizá todavía necesiten acudir con mascarilla, o es posible que ni siquiera figuren en las listas de los candidatos a vacunarse, o que el dinero que legalmente les pertenece no les haya sido entregado en ninguno de los programas de bienestar, porque algún listillo se los birla. Esos votos deberán contarse
Gregorio Ortega Molina
Del anecdotario electoral se sabe que hay operadores (mapaches) que hacen sufragar a los muertos, con tal de ganar la elección que les fue encomendada. En junio, sin ánimo de burla ni ofensa, los muertos y además los desaparecidos acudirán a las urnas.
A estas alturas buena parte de la sociedad superó el espasmo del voto del miedo. En cuanto a esa perversas idea de que gobernaría al país un peligro para México, creo que dos años curaron de espanto a millones de electores. Los resultados están a la vista, nadie puede llamarse a engaño.
Las condiciones adversas con las que buena parte de los mexicanos han vivido durante 2019 y 2020, determinan su estado de ánimo y la urgencia de cobrarse los agravios: descenso en la calidad de vida, desempleo, inseguridad, enfermedad que, tal como lo indican las estadísticas, es probable que para junio se haya cobrado 200 mil víctimas, a las que habrán de sumarse los muertos ejecutados y los desaparecidos. ¿Han hecho los cálculos de cuántos deudos se quedan con el dolor y la frustración de que su ser querido dejó de estar?
¿De ellos (los sobrevivientes) cuántos en edad de votar? Apegados a las cifras oficiales, y suponiendo que cada víctima deja a una familia (padres, hermanos, esposa, hijos, cuñados, tíos y quizá abuelos) de 15 deudos como mínimo, ¿cuáles de ellos y por qué se considerarán agraviados por un gobierno que se muestra incapaz de ofrecer lo que prometió para hacerse con el poder? ¿Cuántos de ellos compartirán esos sentimientos con sus amistades y vecinos? ¿Podrá la vacuna borrar el engaño?
Naturalmente el gobierno se esforzará porque los programas sociales y las vacunas se conviertan en un bálsamo para esa pérdida. Es momento de preguntarnos si esas cantidades en dinero que graciosamente se obsequian son suficientes, a pesar de que el número de muertes no se detiene, el desempleo continúa, el poder adquisitivo de las tarjetas de bienestar, o las becas u otros programas de apoyo podrán saciar el hambre, restituir el orgullo, lavar la dignidad y olvidar el agravio.
Pienso en la capacidad de olvido, en la manera en que los seres humanos nos aferramos a la vida, incluso en las peores condiciones sociales y políticas. Medito en cómo somos capaces de tragarnos el orgullo y perdonar u olvidar, pero también sé que hay límites y existen temores que no se superan, agravios que no se olvidan, orgullos que hace mucho dejaron de ser comestibles, sobre todo cuando el peligro permanece y puede llamar a la puerta a cualquier hora del día y de la noche.
Estoy convencido de que para junio, muertos y desaparecidos nombrarán como sus representantes para la elección a todos sus deudos en edad de votar. Quizá todavía necesiten acudir con mascarilla, o es posible que ni siquiera figuren en las listas de los candidatos a vacunarse, o que el dinero que legalmente les pertenece no les haya sido entregado en ninguno de los programas de bienestar, porque algún listillo se los birla. Esos votos deberán contarse.
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@OrtegaGregorio
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