CIUDAD DE MÉXICO.- Una década de labor continua cumplió el Proyecto Arqueológico Magdala, la primera misión de arqueología bíblica desarrollada por mexicanos en Israel, uno de los hallazgos arqueológico israelí de los últimos 50 años, porque las fuentes indican que es el lugar donde nació María Magdalena y se localizaron los vestigios de la ciudad antigua, llamada Tariquea
En el ciclo ciclo ‘La arqueología hoy’, coordinado por Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor (PTM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el Colegio Nacional, informó que mediante la prospección geofísica, la excavación extensiva del terreno y el análisis de los materiales, se conocerá la historia y la vida cotidiana de Magdala hacia su época de mayor esplendor, en el siglo I.
En dicho año, la Autoridad de Antigüedades de Israel ubicó los remanentes de una sinagoga, la primera registrada arqueológicamente a orillas del mar de Galilea y la séptima en Israel, la cual se ha datado hacia el siglo I, es decir, la época de Jesús de Nazaret.
Tras ello, el gobierno israelí recibió propuestas de distintas instituciones del mundo para continuar la exploración, otorgando a México la licencia al Proyecto Arqueológico Magdala, el 28 de junio de 2010, para trabajar un área de tres hectáreas en la zona.
A lo largo del mundo, los arqueólogos mexicanos gozan de reconocido prestigio, ganado desde una primera temporada de campo realizada en 1924 por Manuel Gamio en la ciudad prehispánica de Kaminaljuyú, en Guatemala, y sostenido desde entonces por iniciativas de connacionales en Egipto, Turquía, Argentina, Ecuador y otras naciones.
En el evento transmitido vía remota por el Colegio Nacional, participó la académica de la Universidad Anáhuac México Sur y directora del Proyecto Arqueológico Magdala, la arqueóloga Marcela Zapata Meza, comentó que se trata de una iniciativa bipartita entre dicha casa de estudios y el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, que da dado grandes resultados, entre ellos el hallazgo, en 2011, de cuatro baños de purificación ritual o mikve, en hebreo.
Estos espacios son usados desde hace milenios en la tradición judía, la cual instruye realizar actividades de sanación espiritual comúnmente con agua. En el Israel antiguo también había miqva’ot (plural de mikve), pero los académicos habían creído que nunca se encontraría uno en las cercanías del mar de Galilea, ya que las aguas de este se consideraban tan puras que los volverían innecesarios.
De este modo, relató la arqueóloga, la misión mexicana localizó los primeros miqva’ot, alimentados por manantiales subterráneos, a las orillas del mar de Galilea. Entre otros elementos recuperados por el Proyecto Arqueológico Magdala están piezas antiguas de vidrio, dados romanos, vasijas e, incluso, una espada.
Voluntariado en la investigación de Magdala
Uno de los puntos que llamó la atención de los participantes en la sesión virtual fue el del voluntariado, pues si bien, destacó Leonardo López Luján, los estatutos del Consejo de Arqueología del INAH establecen que solo arqueólogos, pasantes en arqueología y académicos de disciplinas afines pueden intervenir en los proyectos de investigación de México, en otras partes del mundo no sucede así.
En Israel, lo común es tener voluntarios dirigidos por los arqueólogos a cargo de cada sitio. Así, ejemplificó, en el área donde labora Marcela Zapata Meza, se ha contado con el apoyo de ciudadanos israelíes, mexicanos, chilenos, españoles, estadounidenses y de otras naciones.
Continuamente se reciben las solicitudes de aquellos que quieran participar en el proyecto. El único requisito es ser mayor de edad y estar consciente de lo que implica el trayecto y la estadía en la región de Oriente Próximo, geopolítica e, incluso, climáticamente hablando.
Sobre ello, la arqueóloga explicó que el trabajo en Magdala requiere iniciar labores desde la madrugada, a fin de evitar las horas de mayor calor. A cada grupo de voluntarios se les da una introducción al quehacer y los métodos de trabajo arqueológico, finalizó.
Arte Herodiano: Los mosaicos
El arte como expresión cultural es clave para entender la vida de la antigüedad, la etnicidad, nivel socioeconómico y creencias religiosas. La evidencia de la cultura material de Galilea y Judea presenta que los pobladores de ambas regiones se identificaban con la misma etnicidad: ethnos Iudaios. El arte en ambas regiones es de técnica grecorromana pero solo representa imágenes anicónicas o figuras geométricas, con lo cual se crea un nuevo estilo artístico llamado “arte herodiano”.
El arte figurativo estaba prohibido en el judaísmo antiguo por mandato bíblico y también como señal de rechazo a las tradiciones extranjeras, por eso es de esperarse que las manifestaciones artísticas de donde habitaban los judíos no fueran iguales a las del resto del Imperio Romano.
Los pisos de mosaico eran obras de arte muy cotizadas en la antigüedad, pero eran laboriosas y costosas, por lo que su presencia en sitios arqueológicos refleja el nivel socioeconómico de quien las comisionaba, además de que eran obras muy populares debido a su durabilidad, belleza y expresión ideológica. También es de notar el lugar en el que eran colocados, ya que en la antigüedad la priorización de los espacios era muy selectiva. Por ejemplo, las salas públicas tienen prioridad sobre recámaras y baños, y estos a su vez sobre pasillos, por lo que es normal encontrar una intención de embellecer los principales espacios con frescos y mosaicos.
En Magdala se encontraron dos pisos de mosaico de características similares, uno en la sinagoga de Magdala descubierta por la Autoridad de Antigüedades de Israel en el 2009, y el otro descubierto por la Universidad Anáhuac México en el 2011 en el área ritual compuesta por cuatro mikva’ot o baños de purificación. Ambos mosaicos son similares a primera vista: están compuestos por un fondo blanco, una greca de doble cruz gamada en color negro y una roseta al centro alternando los colores blanco y negro y con algunas incrustaciones en color rojo.
Vocero/BH