Mario Ruiz Redondo
Miércoles 20 de enero de 2021, marca para la historia de los Estados Unidos y del mundo, el fin de la farsa que durante los últimos cuatro años protagonizaría como Presidente, Donald Trump, quien en su papel estelar de gobernante, nunca pudo actuar como político, porque adolece del don, y en medio de su desequilibrio mental transformado en fobias y deseos de venganza, llevaría, sustentado en la mentira y populismo exacerbado, a la confrontación social y al desequilibrio económico financiero a los Estados Unidos.
No más llamadas en el escenario de la Casa Blanca, dirigidas a continuar la obra dramáticamente inconclusa, al fracasar en su propósito de prolongar su narcisismo, sustentado en el permanente discurso plagado de frases mentirosas y de promesas vacías, de racismo antiinmigrante, golpes bajos a la economía de naciones aliada, así como de agresiones a los periodistas y medios de comunicación no afines con su esquema manipulador, apoyado en el uso de mensajes mediáticos, que finalmente le hicieron perder la credibilidad y confianza que le llevaría a la derrota electoral abrumadora, frente a un profesional de la política en los últimos 50 años.
Joe Biden es el hombre, la estrella mayor del firmamento de una Unión Americana harta de la demagogia y el falso populismo que fanatizó a millones de ciudadanos de tendencia conservadora y de status superior como “Supremacía Blanca”, en una sociedad enfrentada de pronto a una realidad distinta a la ofrecida, de volver a hacer nuevamente grande a la nación más controvertida del planeta.
Debut del abanderado del Partido Demócrata, que a sus 78 años asume la Presidencia a las puertas del Capitolio, en Washington, pleno de optimismo para establecer el principio de borrón y cuenta nueva, pero sin olvidos, subrayando la urgencia de su Gobierno, de hablar con la verdad al pueblo estadounidense, advirtiendo que hay mentiras que se cuentan en busca de poder y provecho.
Sin mencionar a su antecesor, que fiel a su estilo veleidoso e inmaduro, no asistiría con su esposa Melania, a la ceremonia de la transmisión del Poder Ejecutivo en las afueras de la sede del Congreso, y que muy de mañana abandonaría por la puerta trasera la Residencia Oficial, para volar en el “Fuerza Aérea Uno”, al estado de Florida, donde volvería a los lujos de su vida como magnate inmobiliario.
No más reflectores hacia su triste figura acomplejada por la calvicie oculta por un bisoñé de color encendido y de fragilidad constante que la fuerza del viento levantaría en muchas ocasiones, ridiculizándolo e hiriendo su ego..
Inasistencia que demostraría por enésima vez la prepotencia y soberbia de un Trump, que acumularía una factura más en su contra por su insolencia hacia la figura Presidencial personificada por Biden, que no tardará mucho en empezar a cobrar, apegado en la ley, todos los abusos cometidos por su ex contrincante electoral, durante su gestión caracterizada por su violación permanente al marco jurídico.
Vuelta a la nueva realidad representada por un verdadero personaje del Poder Legislativo, que augura la llegada de los vientos de cambio que demandan sus compatriotas, a los que de inmediato convoca a sumarse a los esfuerzos de reconciliación nacional, sin distingo de partidos políticos o credos, luego de cuatro años de antagonismos.
La satisfacción en el rostro de quien se sabe triunfador de una lucha por el voto ciudadano limpia y por encima de la mezquindad de quien aún derrotado sigue recurriendo a la mentira desesperada e inútil para dañar a las instituciones de la nación más poderosa de la tierra.
Vendría el mensaje sereno de un Joe Biden que hablaría claro a sus compatriotas, subrayando la necesidad de volver a empezar de nuevo unidos: “Tenemos mucho que hacer en este invierno de peligro y de posibilidades. Mucho que reparar, mucho que restaurar, mucho que curar y construir. Y mucho que ganar. Hemos aprendido que la democracia es un bien precioso y frágil, pero la democracia ha ganado. Este es el día de América, es el día de la democracia”.
Discurso de apenas 25 minutos, acorde a los nuevos tiempos en que el país requiere para su recuperación, de un espíritu americano basado en la unidad, lucha y respeto, en el que también expresaría su convicción de ser portador del cambio que exigen sus conciudadanos, al referirse a la participación en su Gabinete, de Kamala Harris, la primera mujer en la historia nacional, en ocupar la oficina de la Vicepresidencia, por lo que exclamaría: “No me digan que las cosas no se pueden cambiar”.
Joseph Robinette Biden, el hombre de Scranton, Pensilvania, que hoy tiene la virtud de haber logrado convencer de su victoria a sus contrincantes republicanos junto con sus líderes principales, además del absoluto respaldo de sus correligionarios demócratas, realizaría su sueño como político de varios intentos, de jurar como Primer Mandatario, con la misma Biblia católica que utilizó 50 años antes, al protestar como senador.
Y a los que aún no están convencidos de sumarse a la causa común, las palabras para la reflexión: “A todos los que no me apoyaron, déjenme decirles esto: escuchen lo que tengo que decir conforme avanzamos y, si todavía están en desacuerdo, eso es la democracia, esto es Estados Unidos. Empecemos de nuevo, todos, escuchémonos unos a otros. Voy a liderar con el ejemplo”.
Tiempo de pandemia por el letal Covid-19, que obligaría a cancelar la marcha triunfal sobre la el boulevard cercano al Capitolio y la Casa Blanca, en medio de medidas de seguridad sin precedente implementadas por 25 elementos de la Guardia Nacional, luego de los actos vandálicos de fanáticos republicanos, ordenados por el ahora ex Presidente, contra la sede del Congreso.
Nadie mejor que el nuevo Jefe de la Casa Blanca, para saber que los grandes retos a vencer, son la herencia de una recesión que no se registraba desde hace 70 años, con niveles de deuda semejantes a la guerra mundial de la década de los años 40 del siglo XX, junto con una confrontación política que divide y que se compara con la guerra civil o de Secesión, de 1861 a 1865.
Hay razón para ser optimista en una gran nación donde la democracia ha ganado y se mantiene por encima de la perversidad de un solo hombre desquiciado, que ha conducido a la Unión Americana por los senderos de una peligrosa confrontación racial, llevada a los extremos, que hace necesaria y con carácter de urgente, la reconciliación de la sociedad nacional.
De lo que no dejaría duda Joe Biden, en su mensaje a sus compatriotas, es de su certeza de que mediante el diálogo y cumplimiento de compromisos, logrará en la inmediatez sus objetivos de volver a la unidad:
“Mi alma está en esto. Unir a Estados Unidos, unir a nuestro pueblo, unir a nuestra nación. Les pido a todos los estadounidenses que se unan a mí en esta causa Escúchenme claramente. El desacuerdo no debe conducir a la desunión. Lo prometo. Seré presidente de todos los estadounidenses. Lucharé tanto por los que no me apoyaron como por los que lo hicieron Debemos poner fin a esta guerra incivil, que enfrenta al rojo contra el azul, o lo rural a lo urbano, lo conservador a lo liberal.
“Podemos hacer esto, si abrimos nuestras almas en lugar de endurecer nuestros corazones Tenemos que hacer frente a los supremacistas blancos, a los terroristas nacionales… Los tenemos que enfrentar y los venceremos Vamos a empezar a escucharnos, a mostrarnos respeto. La política no tiene que ser un infierno, destruyendo todo en su camino. Seremos un socio fuerte y fiable para la paz, el progreso y la prosperidad”.
Despertar de la pesadilla de los años de mentiras sistemáticas, de la incompetencia, de la desconfianza y del rencor del cuatrienio de Donald Trump, para ascender de nuevo a la cumbre de los desafíos, esta vez más complicados, pero no imposibles de solucionar, donde se deja escuchar la fresca voz, pero enérgica de Kamala Harris, la afroamericana de madre hindú y padre jamaiquino de piel negra, que después de jurar como Vicepresidenta a sus 56 años de edad, advertiría: “No podemos jugar al avestruz. La democracia simplemente no puede florecer en medio del miedo”.
Encumbramiento en el cargo como primera mujer de raíces inmigrantes, al que llega con todo el poder para sacar adelante todas las iniciativas de Biden en el Senado, que al final de la contienda quedaría empatado en 50 escaños para cada Partido, que incluyen dos independientes, con la ventaja que su posición le da la ventaja de ser igualmente la presidenta de la Cámara Alta, que con su voto de desempate favorecería a su jefe y al Partido Demócrata que mantiene control mayoritario en el Congreso.
Primeras decisiones adoptadas por el ahora todopoderoso de Washington, que dan idea precisa de que es un hombre de palabra a favor de la causa inmigrante, al suspender a partir de este jueves 21, el Programa de la Administración Trump, implantado en enero de 2019, que enviaba a solicitantes de asilo al lado mexicano, mientras supuestamente se analizaban sus peticiones, luego de las caravanas de varios cientos de miles financiadas por el inquilino de la Casa Blanca, provenientes de Centroamérica, desde 2018.
Precisión del Departamento de Seguridad Nacional, de que no habrá nuevas inscripciones en el Programa de Protocolo de Protección al Migrante, por lo que las personas que se encuentran fuera de Estados Unidos no serán elegibles para un status legal bajo el Proyecto de Ley que en el primer día de su Presidencia, envió al Congreso, como parte de su compromiso de modernizar el Sistema de Inmigración denominado “Ley Ciudadana de EU 2021”.
Iniciativa que seguramente recibirá el apoyo del Poder Legislativo, que al ser aprobada por ambas Cámaras, administrará y protegerá de manera responsable la Frontera con México, y permitirá mantener familias y comunidades
seguras, mediante un mejor control de la migración extranjera proveniente de todo el hemisferio.
Confirmación de una noticia adelantada como promesa de Biden, de ganar las elecciones del 3 de noviembre de 2020, que hará posible ofrecer en los siguientes ocho años, la ciudadanía a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven en la Unión Americana. El primer paso de esta estrategia contempla, una vez aprobada la Ley, la obtención de un status legal temporal (tarjeta verde), que les dará opción de su estadía definitiva, si cumplen con los requisitos básicos como de pahar impuestos y no tener antecedentes penales.
Biden da el primer paso para concretar la mayor reforma migratoria en la vida de los Estados Unidos, desde el mandato del republicano Ronald Regan, quien gobernara de 1981 a 1989, y que en 1986 legalizara a tres millones de indocumentados.
Y algo mejor todavía, la decisión que favorece a los llamados “soñadores”, que llegaron con sus padres siendo niños, además de los amparados por el Status de Protección Temporal, de mayoría centroamericana y los trabajadores agrícolas inmigrantes, podrán obtener una residencia legal de inmediato y la ciudadanía en tres años más.
Biden derrumba desde su primer día en el supremo poder, las perversas acciones de Donald Trump, al cancelar la continuación de la construcción del muro en la Frontera con México, para dar prioridad a la utilización de tecnologías avanzadas para detectar el tráfico de drogas y asegurar cargamentos del crimen organizado.
Y mientras los líderes del mundo, encabezados por el Papa Francisco felicitaron a Joe Biden por su arribo a la Presidencia, el de México, Andrés Manuel López Obrador, se abstendría de hacerlo.
Lamentable, que no se actúe con la obligada diplomacia que siempre ha distinguido a México.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.
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