*Lo peor que le puede ocurrir a una patria cuyas instituciones republicanas están en decadencia, es que éstas sean dirigidas por cínicos, lo que acelerará el proceso de pudrición
Gregorio Ortega Molina
Nada peor en la relación gobierno-sociedad que la mentira dicha como verdad revelada y, además, impulsada por la propaganda política con el propósito de moldear la conciencia social, porque saben que la Cartilla Moral y la pureza proclamada son insuficientes.
Somos cortos de memoria los mexicanos. Cuando se hizo pública la mentira acerca del doctorado de Fausto Alzati, éste renuncio y se fue en el más absoluto de los silencios.
Hoy, durante el sexenio de la pureza, se sorprende en flagrante mentira a Manuel Bartlett Díaz una y otra vez, pero el manto protector del poder lo cubre y justifica, lo que muestra ya una complicidad en un proyecto en contra de las energías limpias y renovables, y un agradecimiento por parte del Gran Timonel, quizá originado por lo que cuenta Carlos Loret de Mola en sus columnas. El director general de la CFE operó como recaudador para, al menos, dos campañas políticas del impoluto presidente de México.
Margaret Atwood, maestra en el uso de la palabra, escribió en Alias Grace: “Hay que presentar lo que debería ser cierto como si realmente lo fuera”, y acá nuestros políticos lo interpretan para su ventaja. La mentira dolosa de Manuel Bartlett Díaz se convierte en el reconocimiento de un error que, de inmediato, su efecto es mitigado por la justificación dada desde el púlpito presidencial. Los míos son puros, por arrepentidos, no importa el pecado ni sus consecuencias, reza el nuevo catecismo, impone el dogma del cambio.
Hay más. La taumaturgia purificadora desde el poder convierte a Félix Salgado Macedonio en apto para gobernar, decidir, mandar, sin importar que pesen sobre su conducta y complicidades acusaciones de violación y supuestas relaciones con los señores del narco en Acapulco. De inmediato brincó Xavier Olea Peláez, ex fiscal de Guerrero. Lo conozco desde 1977, cuando fue empleado de su tío Víctor Flores Olea, en la Secretaría de Educación Pública. La única certeza que me queda: entre mula y mula sólo las patadas se oyen.
Ahora intentarán purificar, con propaganda y olvido, la figura del “diputado costales”, como ya quedó olvidada la escena de Alfonso Ramírez Cuéllar montado en su caballo para dirigir la toma del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, escena de anticipación de lo ocurrido en el Congreso de Estados Unidos el último seis de enero.
Lo peor que le puede ocurrir a una nación, a una patria cuyas instituciones republicanas están en decadencia, es que éstas sean dirigidas por cínicos, lo que acelerará el proceso de pudrición, y propiciará que las organizaciones sociales queden inermes y desorientadas para que sean abusadas, una y otra vez, por quienes mangonean, a la imagen de lo que hizo Félix Salgado Macedonio con su supuesta víctima.
¿Deben los electores sentarse a esperar para que hagan con ellos lo que el poder ordene y mande? La protesta civil y respetuosa, la denuncia pública, el sufragio que muestre la voluntad del cambio. Es el camino.
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Lo que se hace de prisa mal termina. Exonerar a Salvador Cienfuegos sin mayor justificación que la voluntad del poder, bien pudo dejarse al tiempo y al olvido. Muchos son los agravios y sucesos que avasallan a la población, como para detenerse a pensar en la precipitada decisión. No es preciso dar demasiadas vueltas al motivo que orilló a este gobierno a proceder con desaseo diplomático, político y de procuración y administración de justicia. Nunca sabremos el por qué estaban tan urgidos de que el general se sintiera libre de culpa, y el Ejército atendido en su petición urgente. Es posible que este cuento concluya una vez que Joe Biden asuma el poder. Tiene 4 años por delante, los mismos que quien aquí dice mandar.
www.gregorioortegamolina @OrtegaGregorio
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