Sergio Gómez Montero*
Me sumerjo de nuevo con las palabras en ese mundo que
intento olvidar
Qué me ha dado por volver
G. Klang: “Toda tierra es prisión”
Se registran por estos días, en el país, dos fenómenos sociales que vale la pena tomar en consideración. Por un lado, la insistencia de esa crítica pertinaz en contra de López Obrador por parte de quienes ven en él una amenaza para darle continuidad en el país a las tendencias capitalistas que desde tiempo atrás nos dominan. Por el otro, la persistencia de ciertos problemas sociales –huelgas, toma de instalaciones– que ven al Estado como la única opción viable a intervenir para solucionar los conflictos.
Así, habría que ver que el origen de la crítica en contra de AMLO se vincula y se centra en algo que no fue motivado por el gobierno, sino que surgió al margen de él: la famosa pandemia del Covid-19, que con el paso del tiempo se convirtió en una sindemia de dimensiones inconmensurables, pero que sigue siendo, al menos entre nosotros, un motivo constante de crítica en contra del gobierno, haga o deje de hacer al respecto, sin ver que ese tipo de problemas requiere de la solidaridad y el compromiso de todos los habitantes del país, más aún hoy, dado que allí si no hay compromiso extendido de todos los habitantes el problema que representa la enfermedad se tiende a agravar, y por eso suenan mezquinas las críticas persistentes y continuas en contra del gobierno con todo y que se sabe (uno supone) que allí la culpa está totalmente compartida. Estudiar, pues, el origen de esas críticas, en buena medida infundadas, conduce a identificar que el carácter de las mismas es definitivamente mezquino y cruel, pues se centra en marcar una culpa de carácter universalmente compartido que sirve, sobre todo, para ver la estatura moral mínima de quienes las ejecutan, cuya finalidad es remover a como dé lugar al gobierno (golpe de Estado blando) para así imponer al que restablecería los beneficios perdidos por quienes sabotean y se oponen al gobierno en funciones.
Contradictoriamente, por el otro lado están los conflictos laborales que están surgiendo a raíz de la pandemia/sindemia y que oscurecen el panorama social actual de una manera preocupante (la huelga de Interjet y el conflicto por salarios no retribuidos de los jornaleros agrícolas de San Quintín) y que reclaman la intervención del Estado (hoy muy disminuido económicamente) para que sea él el que intervenga a fin de salvaguardar su fuente de trabajo y que los patrones cumplan con sus obligaciones. En tanto que, por el otro lado, los patrones argumentan la crisis de ingresos generada por la pandemia como la causa de su incumplimiento. ¿Debe y puede el Estado disminuido económicamente ser el salvador que fue en épocas de bonanza, hoy, cuando la OCDE, en voz de su presidente, el mexicano José Ángel Gurría, pinta un panorama negro para el futuro inmediato de las economías de la región?
¿No será tiempo ya, en serio, de renegociar las condiciones en que opera la deuda externa del país, a la vez que los organismos autónomos se reintegran a sus cabezas de sector, porque, finalmente, cuál es la verdadera raíz de todo lo que está sucediendo con la pandemia; las hordas que asaltaron el Capitolio fueron y son gratuitas? Todo sea por hacer frente a la emergencia.
Nuevos tiempos, nuevas voces, mientras las inquietudes persisten.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx
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