MIGUEL ÁNGEL FERRER
El conservadurismo mexicano sabe bien que no tiene ninguna posibilidad de recuperar Palacio Nacional en 2024. Y por lo pronto está trabajando ahí donde ve algunas posibilidades de mantener ciertas cuotas de poder político y, por lo tanto, presupuestales: gobiernos estatales y municipalidades ricas e importantes.
Pero hasta en estos casos enfrenta enormes dificultades. Porque cada día se hace más evidente y explícita la estrecha relación entre los partidos del conservadurismo (PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano) y el crimen organizado.
Las últimas muestras de estos nexos perversos, y electoralmente muy dañinos, son el arresto del ex alcalde panista Hugo Amed Schultz Alcaraz, organizador y participante en la ejecución de la periodista chihuahuense Miroslava Breach. Y por lo que toca al partido tricolor, el asesinato, con tintes de narco, del ex gobernador priista de Jalisco, Aristóteles Sandoval.
Frente a estos últimos casos político-criminales, con qué cara pueden pedir apoyo popular y sufragios ciudadanos los partidos del conservadurismo. ¿Pensarán que son buenas caras para ganar elecciones personajes tan nefastos, demagogos, frívolos y malos gobernantes como el chihuahuense Javier Corral y el jalisciense Enrique Alfaro?
Carente de un mínimo prestigio, sin figuras medianamente presentables, ayuno de una propuesta electoral capaz de atraer sufragios, el conservadurismo sólo acude al golpeteo mediático, el insulto, la descalificación, la calumnia y la intriga.
Como ejemplo de intriga es visible el esfuerzo por dibujar un panorama de distanciamiento entre el gobierno mexicano y el próximo presidente de EU. Pareciera que los partidos de la derecha mexicana estuvieran dictándole la agenda a Biden.
Mientras tanto, el obradorismo sigue apuntándose logros económicos con fuerte impacto electoral: inflación baja y controlada; tipo de cambio estable y también a la baja; incremento, por tercer año consecutivo, del salario mínimo muy por encima de la tasa inflacionaria, esta última vez en casi doce puntos (3.5 contra 15 por ciento).
Y en la esfera política, quizás el logro mayor haya sido haberle puesto alto al intervencionismo policiaco y al espionaje de EU en México. Y aunque es obvio que ni a Washington ni al conservadurismo mexicano les gusto esta decisión de López Obrador, también es obvio que la imprescindible y patriótica medida no podía sino caer muy bien en la inmensa mayoría de la población mexicana.
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