Aletia Molina
Según la exposición de motivos de la iniciativa, esta quiere apoyar a los mexicanos que han migrado a Estados Unidos y a las familias del país mediante los fondos de apoyo destinados para tal fin, así como la promoción de bienestar social con el fortalecimiento de programas sociales federales.
Esto, brindando una solución al problema del destino de los dólares en efectivo que se captan a través del sistema bancario.
También se quiere fortalecer la economía de las familias mexicanas que reciben remesas en efectivo y la de quienes dependen de la actividad turística y del comercio de bienes y servicios en la frontera.
Pero, las reformas a Banxico propuestas desde la oficina de Palacio Nacional se acomodan perfectamente al discurso presidencial nacionalista y a la idea de que una medida como esa abona a su proyecto de nación.
Es muy simple: la banca comercial recibe una cantidad menor de dólares en efectivo al año, alrededor de 100 millones, unos 2 mil millones de pesos no rastreables que las casas de cambio y los bancos cambian al menudeo y que en algún momento, y luego de un arduo proceso, deben repatriar a Estados Unidos.
En EU verifican que los billetes no estén “manchados”, no “huelan” o tengan restos de droga; en caso de ser así, se los quedan, los destruyen y no entregan nada a cambio, porque es su Reserva Federal quien emite y respalda esos billetes “sucios” en más de un sentido.
Eso resulta en una pérdida que asumen los bancos luego de un proceso muy tardado. Lo que pretende esta reforma es que ese proceso largo y tortuoso, sea trasladado por ley al Banco de México y que los billetes “muertos” los tome Banxico con cargo a las reservas internacionales.
Es decir, el Banco de México, que, quede claro, es autónomo, estaría obligado por la ley a recibir dólares “malos”, y entregar a cambio y de inmediato, su equivalente en pesos a los bancos privados y después… perdón, ¡hacerse bolas con el paquete! Entonces los bancos se lavarían las manos y habría la tentación de recibir cada vez más dólares en efectivo, sin tener que pasar por todo el trámite de repatriarlos, sólo tendrían que aventárselos a Banxico y esperar una inmediata transferencia.
Aunque esto aparentemente beneficiaría a los bancos privados, fue rechazado por la propia Asociación de Bancos de México, por los integrantes de la junta de gobierno de Banxico y hasta por legisladores de Morena, como Porfirio Muñoz Ledo o Alfonso Ramírez Cuéllar, a quienes se sumaron, hay que decirlo, muy apáticamente, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, y el titular de la UIF, Santiago Nieto. La reforma no pasó el último día de sesiones de este año en la Cámara de Diputados y el debate sobre el tema queda abierto para discutirse hasta febrero.
¿Quienes ganarían con esto entonces? El Presi que cree que no se daña la autonomía de Banxico y que en el fondo cree que así como le ha hecho con algunos de sus funcionarios más deleznables, el dinero sucio que pase por la 4T puede llegar a ser lavado y hasta absuelto para volver a la circulación y contribuir a reactivar su maltrecha economía.
@AletiaMolina
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