Luis Alberto García / Moscú, Rusia
* Trotski, de los grandes líderes de la revolución bolchevique.
* Entró en conflicto con Stalin en 1924, a la muerte de Lenin.
* Fue expulsado del Partido Comunista y del país en 1929.
* Desde el exilio en Turquía y Noruega continuó criticando al estalinismo.
* Cayó asesinado en México por Ramón Mercader, agente estalinista.
* Operación Gnomo para facilitar el escape de prisión del homicida.
El 21 de agosto de 1940, Ramón Mercader del Río, militante comunista español y agente del NKVD, se reunió en la casa de su víctima en Coyoacán, al sur de la Ciudad de México, tras haber mantenido varias citas de trabajo con él hasta que llegó esa fecha.
Iba armado con una pistola, un cuchillo y un piolet de alpinista envuelto en una gabardina de color claro, que clavó a media cabeza al archienemigo de Iósif Stalin, con un golpe en la cabeza que le provocó la muerte a las 07.25 del día siguiente.
Ramón Mercader del Río, asesino material de Lev Davídovich Trotski, fue sometido y detenido inmediatamente después de la agresión por los guardaespaldas del líder revolucionario, identificado como Frank Jacson o Jacques Mornard, de supuesta nacionalidad belga, residente en México el tiempo suficiente para tramar el atentado, ocurrido el martes 20 de agosto de 1940.
Y tras el consiguiente juicio que duró un tiempo considerable, defendido por el abogado mexicano Eduardo Ceniceros, Mercader-Jacson-Mornard fue condenado a veinte años de prisión por ese asesinato e internado en la penitenciaría de Lecumberri, prisión mexicana de fama siniestra inaugurada en 1910.
Desde el exterior, aún tardaría en elaborarse un plan para liberarlo; pero las visitas frecuentes y algunas indiscreciones y el escándalo provocado por su madre en una de las audiencias, Caridad de Río, provocaron que el proyecto trazado por el Kremlin desde Moscú se frustrara.
El homicidio tuvo alcances internacionales, y la prensa se cansó de mostrar fotografías de Leandro Sánchez Salazar, jefe de la policía capitalina sosteniendo el piolet usado con suma violencia por Ramón Mercader, que le sirvió de modo efectivo para herir mortalmente a Trotski.
La tarde de ese 20 de agosto de 1940, con morbo visible, la prensa vespertina de la capital titulaba: “Mercader, también conocido como Jacques Mornard – Frank Jackson, era considerado un amigo de la familia de su víctima, quien antes de morir alcanzó a gritar que su muerte había sido ordenada por José Stalin, dictador de la Unión Soviética”.
Fue hasta 1943 cuando Stalin decidió que, a manera de premio o recompensa, había llegado la hora de rescatar de la prisión a Ramón Mercader, por lo que ordenó preparar la “Operación Gnomo”, que planteaba varias posibilidades para que se fugara con la ayuda de agentes soviéticos, estalinistas mexicanos y españoles exiliados en México.
Tras el atentado, Ramón Mercader recibió curaciones urgentes en la cabeza también en el hospital de la Cruz Verde, luego de que fue golpeado por los guardias de Trotski con las culatas de sus armas.
A finales de ese año, el jefe –rezident en ruso- del espionaje soviético en México, Nahum Leonid Alexándrovich Eitingon, diseñó el plan –aprobado por Moscú- para que Mercader huyese durante una de las salidas de la cárcel de Lecumberri para ir a declarar en el juzgado.
Aprovechando una reducción de la guardia que había de custodiarlo, Mercader sería introducido en un coche y sacado del país, asignándose 20 mil dólares para la ejecución de la intentona, para sobornar a los funcionarios de prisiones y a los policías que fuesen necesarios.
El vespertino de El Universal cabeceó así su nota principal: “León Trotski falleció en la Ciudad de México a las 07.25 de esta tarde, a causa de las heridas infligidas por el agente del NKVD, Ramón Mercader del Río, quien insiste en ser llamado Jacques Mornard, ciudadano belga”.
La expectación que causó la noticia fue enorme en México y el mundo, que conservarían los días 20 y 21 de agosto de 1940 como fechas fatales y memorables, avisos de que el trotskismo debía ser borrado de la faz de la Tierra.
A la desconfianza y rencillas entre los agentes soviéticos y los españoles republicanos asilados en el país, se unió la inesperada llegada de la madre del asesino de Trotski, Caridad del Río, en marzo de 1945.
Doña Caridad había recogido en Moscú la “Orden de Lenin” que le había concedido Iósif Stalin a su hijo -y que lo reconocía como Héroe de la Unión Soviética- y se supone que ella venía con la intención de llevar a cabo una serie de gestiones con las autoridades mexicanas para conseguir la libertad de Ramón; sin embargo, no sabía que estaba a punto de conseguir lo contrario.
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