Teresa Gil
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Pese a su verdadero apellido, Cornwell, John Le Carré nunca escribió una novela de espionaje que involucrara al maíz. La larga historia de como el cereal sacrosanto de los mexicanos ha sido víctima de las peores confabulaciones, hubiera sido una gran novela del gran escritor inglés de espionaje, que falleció el pasado 12 de diciembre. Unos días antes, el 8 de ese mismo mes, se festejaron los 50 años del premio Nobel de la Paz que se le dio a Norman Borlaug por volcar sus estudios en la búsqueda del uso pacífico de la agricultura, los cereales en especial, para paliar las hambrunas de los pueblos. Casi al mismo tiempo, murió en la Ciudad de México un reconocido chef Yuri de Gortari. que promovió en su alta cocina el uso del maíz criollo como un gran don de la naturaleza para México. “Hagamos país” con el maíz, decía en sus conferencias. Ese don es el que han confirmado los estudiosos que sostienen que el maravilloso cereal tiene su origen en México, localizadas sus primicias originales antes de su domesticación, en la zona de Tehuacán. En ese valle, precisamente en Coxcatlán. Diseminado por todo América y ya en muchas partes del mundo, hay países que se quieren adjudicar el origen, como lo hacen con el ahuacátl, el jitomatl, la vainilla, el chocolate y muchos más frutos y varas originarios de México. Hay cínicos, como ha sucedido en torno a vegetales nuestros, que los inscriben con su nombre, como sin fueran engendradores de plantas.
QUETZALCÓATL DIO EL MAÍZ A LOS MEXICAS Y PROMETEO EL FUEGO A LOS GRIEGOS
Nuestras leyendas citan que el mítico Quetzalcóatl descendió de los cielos y entregó el maíz a los mexicas. Es, pues, un cereal de origen divino. Lo mismo había hecho Prometeo al entregar el fuego a los mortales, cosa que si fue sancionada cruelmente por los dioses del Olimpo. El tendrá que estar eternamente encadenado, mientras un águila le devora las entrañas. Un castigo sin merecerlo cargamos ahora los mexicanos con todos los obstáculos que nos quieren poner en el uso de nuestro maíz; el más cercano, el aumento del precio que quisieron imponer los productores a la tortilla, en plena pandemia. Pese a la negativa oficial en muchos lugares el precio si fue elevado. Pero los verdaderos obstáculos los han venido poniendo desde hace décadas las transnacionales aliadas con capitales locales, en la búsqueda de transgenizar los cultivos del maíz en todo México, cosa que ha negado hasta este momento el actual gobierno de AMLO. Pero se busca que el cereal que tiene muchos usos, pueda ser cambiado de su contexto nutricional y de su origen verdadero de maíz criollo domado por nuestros ancestros, para utilizarlo como combustible, con cambios híbridos y transgénicos, y variar su uso. El maíz ha sido siempre utilizado aparte de todos sus usos naturales como alimento que recrea decenas de platillos mexicanos, tamales, el famoso taco, las tostadas, el atolito para los “crudos” y centenares más y como medicina: calmante, desinflamante, productos de aceite y otros. Para los 68 grupos étnicos el maíz representa miles de cosas más que ser alimento, fiesta, costumbrismo, religión etcétera. Grupos importantes están pidiendo que el maíz sea declarado patrimonio de la humanidad para impedir su saqueo. Atacar ese cereal sacrosanto a partir de las confabulaciones de transnacionales como la Monsanto y las peripecias oscuras que han realizado para alejarlo y secuestrarlo del original de los nativos, es algo que hubiera hecho la más la grande novela de John Le Carré: “El secuestro y alteración, del cereal que surgió de los cielos ”.
TRES ESCRITORES Y TRES PROPUESTAS: ESPIONAJE Y MAÍZ
La obra libresca de los tres personajes que hemos mencionado tiene similitudes que ya señalamos arriba. El gran autor inglés de las novelas de espionaje John Le Carré, cuyo verdadero nombre era David Cornwell, fue espía él mismo y se movió en la academia de la famosa Eton, antes de entregarse plenamente a la escritura. Su muerte ha conmocionado al mundo del suspenso, porque fue creador de un nuevo género que alguna vez se expresó en otros autores como Joseph Conrad, autor del también famoso Agente secreto y otros más. Pero en el caso de Le Carré, su ámbito fue el de los grandes conflictos y acontecimientos internacionales, la llamada caída del comunismo, los ataques islámicos, el Mosad ese grupo oscuro atizado por el gobierno israelí y otros del mismo tipo. Su obras más famosas, han sido llevadas a la pantalla y destacan El espía que surgió del frío, El jardinero fiel y la chica del tambor. Norman Borlaug no se refirió en especial al maíz en su lucha por la agricultura alimentaria, sino al trigo, pero estuvo un tiempo en el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y del Trigo ( Cimmyt) en Tlaxcala donde existe la más grande y variada selección de ejemplares del maíz y también se le vio en el Ciano de Ciudad Obregón Sonora. Hubo críticas respecto a su propuesta sobre el trigo, porque según esos críticos centraba su lucha para elevar a un cereal de los países poderosos a costa del golpeteo a los cereales de los países pobres, como el maíz. Su libro La Revolución verde, paz y humanidad (editorial Síntesis), concentra parte de sus teorías. La muerte del chef de alta cocina Yuri de Gortari hizo recordar su propuesta escrita El maíz en el mundo, esencia y presencia, que desarrolló permanentemente en conferencias y principalmente en su escuela de Gastronomía Mexicana. El maíz, una riqueza ancestral en el plan del espionaje de las transnacionales de lo híbrido y transgénico, que al mencionarse aquí, une a los tres autores.
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