Pablo Cabañas Díaz Once años después del destape de Adolfo López Mateos, Julio Scherer García habló con Gilberto Flores Muñoz (1906-1978), quien siempre había parecido ser el favorito para suceder en la presidencia a Adolfo Ruiz Cortines. En la entrevista –publicada en Excélsior el 14 de mayo de 1975–, quien fuera secretario de Agricultura desmenuzó el proceso del “dedazo”, como un juego de fintas y despistes. Flores Muñoz, personaje de la sucesión presidencial que culminó con la postulación de Adolfo López Mateos en tiempos de Ruiz Cortines, se convirtió en el primer político mexicano que se atrevió a hablar de ese mundo en que se hilaban las madejas del destape sexenal. “Pollo”, le decía Ruiz Cortines. “Gran Gilberto”, lo llamaba Antonio Carrillo Flores. Cuatro meses antes del desenlace, al rojo las pasiones, este último habría apostado su cabeza en favor de Flores Muñoz como el ungido para el sexenio 1958-64. Decía Flores Muñoz: “La sucesión presidencial se desenvolvió en una atmósfera de fintas e insinuaciones. El presidente Ruiz Cortines no soltó prenda, pero hizo posible que se pusiera en movimiento la imaginación de quienes pudieron creerse los llamados. En ese rincón oscuro de la política no era saludable sentirse el señalado por ciertas actitudes públicas o algunas deferencias personales del jefe de la Nación. “Ruiz Cortines no engañó a sus colaboradores. Se movió en ese terreno como nadie. Si algún ministro perdió el paso o se le nubló la vista, si interpretó alguna insinuación como indicio de que él sería, fue su culpa.” En el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, varios personajes, miembros del gabinete presidencial, sonaban como presidenciables: Ignacio Morones Prieto, secretario de Salubridad y Asistencia, Ángel Carvajal Bernal, secretario de Gobernación, Gilberto Flores Múñoz, secretario de Agricultura y Ganadería y Ernesto Peralta Uruchurtu, regente del Distrito Federal. Pero el secretario del trabajo, Adolfo López Mateos, no aparecía entre los precandidatos. Llegó el 1 septiembre de 1957 el penúltimo informe de gobierno y no se sabía nada del próximo hombre a sentarse en la silla presidencial. Ruíz Cortines, en una auscultación de horas junto al General Agustín Olachea presidente del CEN del PRI, barajaron los nombres e inicia el siguiente diálogo, según un texto de Humberto Pérez Romero en su libro: “Los dos Adolfos”
Presidente: Analicemos, general ¿A quiénes se menciona?
Agustín Olachea: Entre otros al licenciado Carvajal señor presidente.
Presidente: Lo conocemos mucho, no vamos a perder el tiempo analizándolo, pobre de don Ángel la calvicie no le brilla, Dígame otro.
Agustín Olachea: A don Gilberto Flores Muñoz.
Presidente: ¡Ah caray! Gallo con espolón duro muy trabajador, otro más.
Agustín Olachea: Al doctor Ignacio Morones Prieto
Presidente: Hombre de gran valer, Honesto como Juárez, austero como Juárez, patriota como Juárez. ¿A cuál otro?
Agustín Olachea: Al licenciado Uruchurtu.
Presidente: ¡Qué buen presidente sería los primeros dieciocho años! ¿A quién más?.
Agustín Olachea: Señor presidente creo que son todos- Oiga general ¿y López Mateos?. Esta todavía tierno, señor presidente. Sin embargo, algo se le nombra.
La nominación presidencial de Adolfo viejo a Adolfo joven, solamente tuvo una discrepancia, en los sectores empresariales y políticos de la época se decía que el Secretaria del Trabajo profesaba la religión protestante, lo cual fue desmentido inmediatamente por la grey católica al declarar el arzobispo, que: “Doña Eva Sámano de López Mateos, asistía los domingos a misa de 12:00 a la catedral metropolitana”, por lo cual la iglesia daba el beneficio de la duda a López Mateos y al Presidente Ruíz Cortines. Con este destape presidencial Adolfo López Mateos llegó a la presidencia de México el 1 de diciembre de 1958, “No sin antes haber triunfado en las elecciones con 6’767 754 que le otorgaban el 91% de la votación nacional sobre el candidato del PAN Luis Héctor Álvarez que obtuvo solamente el 9% de la votación”. Después de la toma de posesión de Adolfo López Mateos, el Expresidente Adolfo Ruiz Cortines fue consultado por Gonzalo N. Santos el iracundo cacique de San Luis Potosí el cual le preguntó: —¿Óyeme, Adolfo yo y varios mexicanos apoyábamos la candidatura del Dr. Morones, no cabe duda de que eres un hijo de la tiznada, ¿Por qué engañaste a Morones Prieto? —Jamás lo engañé, Gonzalo. En todo caso él mismo se engañó por tarugo. -Cómo serás Adolfo, si durante todo el sexenio dijiste que era un segundo Juárez.
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