Pablo Cabañas Díaz.
Fue en una comida de periodistas en 2005, el invitado sabía que en algún momento le harían la clásica pregunta: ¿a qué le supo la derrota?, pero Francisco Labastida Ochoa, candidato presidencial malogrado en las elecciones mexicanas de 2000, contestó “me supo a tequila”.
En esa ocasión, también le recordaron a Labastida que el dos de julio del año 2000, en el auditorio “Plutarco Elías Calles” de la sede nacional del PRI, Labastida, estaba flanqueado solo por dos mujeres, su esposa Teresa Uriarte y la dirigente del tricolor, Dulce María Sauri, quien lució un rostro enrojecido y una voz que no se quebró
Se le recordó que, en las primeras filas, el rostro siempre duro de Manuel Bartlett no acertaba a comentar, a decir algo. Indiferentes, seguían las palabras del candidato, Mariano Palacios Alcocer, Rogelio Montemayor, Jorge de la Vega, Alfredo del Mazo, Jesús Murillo Karam, Rafael Rodríguez Barrera, María de los Ángeles Moreno.
Con Ernesto Zedillo no llegaría a ser presidente Labastida Ochoa. Días después de la derrota, de repente se descubrió que el candidato: “nunca logró convencer incluso ni a sus más cercanos”. Días después aquéllos a quienes se les inquiría sobre sus virtudes, hacían lucir, en todo caso, su entrega a su esposa. Nada, quedó del político, no hay virtudes superiores en la derrota. En el PRI nadie salía sonriente, porque tampoco nadie daba la cara.
Desde la mañana Marcos Bucio, el vocero de Francisco Labastida, no daba los pormenores del avance de la jornada en la sección electoral 4942, ubicada a tres cuadras de Lomas Virreyes, donde estaba el domicilio del candidato del PRI. Cuando Labastida votó había un centenar de reporteros, camarógrafos, fotógrafos y los encargados de las tres unidades móviles dispuestas en torno a la casilla, habían “matado” el tiempo desde las 8 horas, viendo cómo los madrugadores de Las Lomas acudían a votar. En la mañana siguiente se sabría que incluso en su casilla de Las Lomas había perdido Paco Labastida. La derrota enmudeció al PRI.
La historia de 71 años de victorias ininterrumpidas se acababa. Los primeros resultados daban el triunfo a Vicente Fox lo que cayó literalmente como una lápida y generaron un ambiente de silencio. El histórico resultado cerró una página y abrió otra. Era la primera vez que el Revolucionario Institucional pasaba a la oposición y Labastida fue el primer priísta en perder la presidencia de la República.
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