*¿Ética y moral como conceptos tradicionales son todavía útiles a los líderes religiosos y políticos, a los filósofos y ensayistas, novelistas y poetas? ¿No es momento de revisar esos paradigmas que han movido al mundo? ¿Debemos acostumbrarnos a vivir en medio de la violencia cotidiana más cruel, que no es la muerte por arma de fuego, sino por hambre? ¿Cómo aceptar que la economía se mueve con sangre?
Gregorio Ortega Molina
Si las corredurías bursátiles crearon ese mito de la riqueza de papel, de baba de perico, pero hermético por estar destinado a los que se creyeron nacidos para mangonear, la contraparte respondió como suele hacerlo la delincuencia organizada: el contrato social de los pobres que, en resumidas cuentas, sólo es útil para servir a los ricos, aunque el dinero negro es tangible, mientras la riqueza bursátil existe nada más en las órdenes de compra y venta.
La riqueza bursátil es una adicción precisamente porque es una ilusión. Ganan los que saben vender y comprar, pero sobre todo los emisores de las acciones. Por el contrario, la abundancia proveída por la delincuencia organizada a través de la corrupción y de su muy disparatada contribución a las alcancías de las iglesias y al desarrollo social de sus comunidades, llega a donde ha de servir. Compra voluntades políticas y adquiere solidaridad social.
Ayudaría a comprender las razones por las cuales las sociedades se mueven de esa manera entre la ilusión y la realidad, la relectura de cuatro ensayos que son fundamentales: Moisés y el monoteísmo, de Sigmund Freud; Eros y Tanatos, de Norman O. Brown; Eros y civilización, de Herbert Marcuse, y La banda de los niños, de Roberto Saviano. Es un asunto de pulsiones humanas, aunque casi animales, que es necesario satisfacer. Las necesidades de creer, de amar y ser amado, de sentir el poder y la satisfacción de mandar, y de pervertir la idea de la muerte. En este último punto el Covid-19 nos regresa a la idea original. Morir es inevitable, pero hay que lograrlo de la mejor manera, ya sea para el alma o habiendo llenado todas las satisfacciones mundanas, que para eso sí es útil el dinero.
Las maneras tradicionales de controlar a las sociedades dentro de los términos de un pacto social, fueron trascendidas hace muchos años debido a la insaciable codicia de unos cuantos. El trabajo esclavo no es nuevo, sólo se rebautizó y se le impusieron normas legales aceptadas por todos. Para eso se inventaron los contratos colectivos, y ahora el out sourcing. Si la fe dejó de operar como muro de contención, fue necesario recurrir a la estupidización propiciada por las narcodependencias, pues de otra manera “… la movilización continuada de la agresión socialmente necesaria, de la hostilidad, la frustración y el resentimiento engendrado por la lucha por la existencia en la sociedad opulenta (Herbert Marcuse)”, ya no podrán ser contenidas.
¿Ética y moral como conceptos tradicionales, son todavía útiles a los líderes religiosos y políticos, a los filósofos y ensayistas, novelistas y poetas? ¿No es momento de revisar esos paradigmas que han movido al mundo? ¿Debemos acostumbrarnos a vivir en medio de la violencia cotidiana más cruel, que no es la muerte por arma de fuego, sino por hambre? ¿Cómo aceptar que la economía se mueve con sangre?
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En Medida por medida, de William Shakespeare, leemos lo que Lucio dice a Isabela al finalizar el primer acto.
Lucio. -He ahí la dificultad. El duque ha partido de aquí misteriosamente; ha instruido a un buen número de caballeros, entre los cuales me hallo, en la esperanza de un papel en la escena política. Pero sabemos por los que conocen los verdaderos resortes del Estado, que su escaparate de promesas estaba a una infinita distancia de sus verdaderos designios.
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