Luis Alberto García / Moscú, Rusia
* El ‘rating’ también marca estilo y alcances en Rusia.
* ¿Quién fue en realidad Lev Davídovich Bronstein?
* Alexánder Kott y Konstantín Statski, sus productores.
* Primera cinta biográfica del creador del Ejército Rojo.
* La opinión del novelista cubano Leonardo Padura.
* Retrato perfecto del pensador asesinado en México.
Compañero de armas de Vladímir Ilich Uliánov -dirigente indiscutido de la Revolución bolchevique de 1917, su mano derecha, confidente, hombre de ideas brillantes, además de creador del Ejército Rojo-, Lev Davídovich Bronstein, Trotski, murió asesinado por Ramón Mercader del Río, alias Jacques Mornard, agente de la policía política de Iósif Stalin.
Mercader usó un piolet de alpinista para cometer el atentado la tarde del martes 20 de agosto de 1940 en Coyoacán, barrio del sur de la Ciudad de México, abriendo la puerta de la historia a un personaje irrepetible, quien tuvo una vida intensa hasta ese día.
¿Quién era en realidad Lieva o Liovnochek (Leoncito en español), como le llamaba cariñosamente su esposa? ¿Un intelectual, un genio militar, un orador talentoso, un escritor excelso, un líder hambriento de poder como denunciaba la cúpula del Kremlin, Stalin y sus prosélitos fanatizados? Hay quienes se atreven a decir que, quizá, fue todo eso y más.
Si no hubiera sido por él y su brillante inquietud política, los bolcheviques no habrían llegado al poder, ni se habrían podido aferrar a él; sin embargo, tras la muerte de Lenin, fue Stalin quien ganó la lucha interna dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), como asegura Leonardo Padura, escritor cubano.
Autor de El hombre que amaba a los perros (Tusquets Editores, México, 2009) Padura dice en su novela histórica –en la que narra con maestría, paralelamente, las vidas de la víctima y del victimario- que Trotski fue un “formidable líder” caído en desgracia años después de la muerte de Lenin en 1924.
En esa obra –calificada en Francia por Livres Hebdo como una “grandísima novela, hábilmente construida sobre una base histórica rigurosa”, Iván, aspirante a escritor y luego responsable de un modesto consultorio veterinario de La Habana, recuerda sus encuentros con un personaje solitario que solía pasear por una playa con un par de galgos rusos.
Gracias a las confidencias de ese hombre, Iván puede reconstruir las trayectorias existenciales de Trotski y Mercader, y de cómo se convirtieron en víctima y verdugo en una de los homicidios más reveladores de la historia, del cual ya se había escrito en México a través de crónicas policiacas, entre otras Así asesinaron a Trotski (Populibros la Prensa, México, 1974) de Fernando Medina.
Consciente de la posibilidad de ser asesinado por órdenes de Stalin, inició en 1929 su destino de desterrado en Alma Atá, capital de Kazajistán, de donde viajó a la isla de Prínkipo en Turquía para luego permanecer un tiempo en Noruega, antes de emigrar finalmente a México, acogiéndose junto con su esposa Natalia Sedova, al asilo que le ofreció el presidente Lázaro Cárdenas en 1936.
Sobrevivió a un primer atentado el 24 de mayo de 1940, en el cual participaron el afamado pintor David Alfaro Siqueiros y sus cuñados, Luis y Leopoldo Arenal tres meses después, hasta ser alcanzado por el arma asesina de Mercader, agente encubierto del Comisariado para Asuntos Internos (Narodny Kommisariat Vnutrennikh Del en ruso), el temible NKVD del dictador.
Durante el período estalinista, el gobierno soviético trató de hacer olvidar por todos los medios el legado de Trotski quien, a pesar de ser un nombre legendario, sus biografías han sido incompletas, excepto la trilogía escrita por Víctor Serge.
El hecho se atribuye en buena medida al comportamiento de algunos historiadores que, a decir de Guillermo Almeyra, escritor argentino trotskista fallecido en México en 2019, actuaron movidos por sus resabios ideológicos estalinistas y el sectarismo obtuso, omitiendo detalles que probablemente se han perdido para siempre.
Leonardo Padura, habanero nacido en 1955, cuando Fidel Castro aún estaba preso de la dictadura de Fulgencio Batista por su participación en el asalto al cuartel Moncada dos años antes, traza el retrato perfecto del pensador que fue reo político en Siberia por sublevarse contra el zarismo.
Se sabe que, al triunfo de la Revolución bolchevique, guardó distancia respetuosa con Lenin y que fue humillado por Stalin a la muerte de éste y emprender otras búsquedas sin renunciar a sus principios.
A Trotski se le acostumbraba llamar con certeza el “heredero de Lenin”; pero Stalin lo envió al exilio en 1929 porque se rebelaba contra la burocracia soviética y el dogmatismo que paralizaba las fuerzas productivas y emocionales del país.
Sin embargo, fue echado del Partido Comunista de la Unión Soviética y de su patria cuando un grupo de dirigentes allegados al nuevo hombre fuerte que acabó con el legado de Lenin, unieron sus fuerzas para acabar con las actividades de Trotski y su influencia, para plegarse a un régimen de absolutismo absoluto.
El narrador Padura ha publicado ensayos, cuentos y esa novela finalista del Premio al Libro del Año en 2009, traducida a numerosos idiomas por la pasión que imprime en sus personajes –no solamente a Trotsky y Mercader-, todos importantes en la trama, en una valiosa investigación histórica, tan inquietante al penetrar en las razones por las que, concluye, se pervirtió la gran utopía del siglo XX.
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