Adrián García Aguirre / Ciudad de México
*Publicaciones sobre tráfico de narcóticos.
*Muchas acusaban a las Tongs, las mafias chinas.
*No se daba seguimiento al proceso de los detenidos.
Según la investigadora Ana Luz Ramírez Zavala, distintas organizaciones nacionalistas pidieron a Plutarco Elías Calles que interviniera para eliminar “la plaga” de chinos en el país apoyándose en las leyes de migración.
Para la autora de La justificación higiénico-sanitaria en la campaña antichina, 1924-1932, el
discurso xenófobo encontró su lugar en la crisis económica, política y social que vivía México después de la Revolución Mexicana.
En 1927 había 26 mil chinos (no nacionalizados) en México. Para 1940 quedaban menos de 5 mil, de acuerdo con el historiador Moisés González.
Prohibirles el ingreso traería conflictos diplomáticos al gobierno, pues se violarían tratados internacionales. “Si bien no se prohibió la entrada de los chinos al país, por medio del marco legal se restringió con argumentos sanitarios”, dice Ramírez.
Así, con propaganda, vigilancia y boicots a los negocios chinos, las organizaciones antichinas fueron ganando terreno. Éstas difundieron que los almacenes de negocios eran usados como fumaderos de opio, considerado un crimen según el Código Sanitario vigente en los años 20.
“Se reunirá en breve una convención antichina: presentarán iniciativas para hacer más efectiva la campaña contra los amarillos y restringir la inmigración”, dice una nota publicada en este diario el 20 de octubre de 1924.
Los hijos del Celeste Imperio, como los apodaba la prensa, fueron objeto publicaciones estigmatizantes vistas en su época como “normales”. La primera es una caricatura de los operativos policiacos contra la comunidad china realizados en Torreón, Coahuila. La segunda es el supuesto retrato de un hombre detenido por cometer un crimen.
La nota anunciaba que más adelante, entre enero y febrero de 1925, se reunirían todos los comités antichinos del país para hacer “más efectiva” la campaña contra ellos “en aquellos lugares donde por su número constituyen una verdadera plaga”.
Algunas de las acciones propuestas eran: elaborar propaganda dirigida contra los migrantes
chinos, establecer nuevos comités en donde no los había y crear leyes contra los asiáticos para restringir su entrada al país.
El diputado Alejandro C. Villaseñor realizó una gira por varias ciudades de Chihuahua, Coahuila y Sonora, a donde fue invitado por los comités para observar los trabajos contra los asiáticos. Villaseñor aseguró que los comités eran “dignos colaboradores del Estado de Sonora, donde se está combatiendo con verdadero ahínco la plaga de los asiáticos”.
Anales de los años 60 se publicó la noticia de un fumadero de opio descubierto por la policía en la Calle de Dolores: “cuando los policías irrumpieron en el local, encontraron un centenar de chinos acostados fumando largas pipas que contenían opio (…) uno de ellos pidió a los agentes que lo dejaran fumar antes de que se desvaneciera una bella visión”.
Pero no quedó claro cuál fue el destino de los detenidos, ni si llevaron a cabo un juicio.
Si en la actualidad visita el Barrio Chino se encontrará con varios negocios de comida, no necesariamente china, y vendedores ambulantes de galletas de la fortuna envueltas en bolsas color pastel con orejas de conejo.
También verá los negocios más apegados a la idea que tenemos sobre esta cultura, con grandes lámparas rojas colgando a la entrada, dragones dorados, tipografías e imágenes del animal dominante este año, según el zodiaco chino.
Este barrio, como se conoce actualmente, se estableció en la década de los 70 como un centro de intercambio cultural y comercial entre México y China. Desde antes de entrar a la Calle Dolores uno se percata de la energía juvenil que irradia.
Si hoy se caminara desde Bellas Artes y se cruzara la avenida Juárez, lo primero que llamaría la atención es el enorme arco rojo con motivos orientales a la entrada de esta calle. Ahí inicia el Barrio Chino.
La experiencia depende de la fecha y la hora a la que acuda, pero imaginando que es un día
cualquiera antes de la epidemia, probablemente vería bajo el arco a una banda de jóvenes integrantes tocando covers de la década de1970, rodeados de personas que se detienen a escuchar.
Durante un recorrido realizado por este diario a principios de febrero, la encargada del establecimiento comentó que entre semana las ventas son muy tranquilas, pero los domingos toda la Calle de Dolores se llena de jóvenes admiradores de las culturas asiáticas.
Muchos de ellos son atraídos por la comida y la estética del lugar que adquirió su estatus actual en años recientes, estableciéndose como el Barrio Chino más pequeño del mundo.
Hoy es común ver connacionales atendiendo negocios de comida china y bailando en las celebraciones del Año Nuevo Chino, vestidos de dragones, o haciendo demostraciones de alguna disciplina marcial de este país oriental en las celebraciones de la Calle de Dolores.
La herencia china, que una vez fue confinada a unas cuantas calles, se transmite en Fiestas en donde todos pueden participar. La historia de cómo México estigmatizó a los chinos todavía es estudiada desde la academia y se divulga como un recordatorio de las cosas que no deben repetirse.
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