Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Inimaginable. En el país con la democracia más antigua del mundo (más de 200 años), el que pudiera presumir de madurez y estabilidad política en los procesos de sucesión presidencial, en donde los resultados, por regla general, son aceptados sin mayor alegato y el candidato perdidoso reconoce su derrota, ahora, con motivo de la jornada electoral para la renovación de la presidencia del pasado martes 3, las cosas parecen estar yendo por un sendero diferente, que pudiera llevar a la judicialización de este proceso.
En una muy intensa y reñida elección, calificada de histórica por el mayor número de participantes en los comicios en más de un siglo, sobre 160 millones de votantes, 67 por ciento del electorado elegible, la posibilidad de tener indicios sobre el sentido de la inclinación de la balanza, al finalizar el día de la votación, estaba descartada de antemano. Además, la circunstancia de una Pandemia que recomendaba ciertas precauciones para su combate, sana distancia y evitar aglomeraciones, entre otras, habría llevado a un importante sector de población a anticipar la emisión de sus votos, en urnas y por correo, lo que necesariamente habría de retrasar la información de resultados.
La opción del voto anticipado resultó práctica y muy atractiva, al grado de que para el día de la elección se habían emitido ya, más de cien millones de votos, equivalente a cerca del 75 por ciento de los votos sufragados en la elección de 2016. De los votos emitidos, en esta ocasión, la del correo fue la mayormente utilizada (65 por ciento) y la preferida por los simpatizantes demócratas.
Desde un principio, el candidato republicano, Donald Trump, descalificó el voto por correo, alegando, sin ninguna base, que esa vía se prestaba a la comisión de fraudes. No es de extrañar entonces, que habiendo creado un ambiente de reprobación y sospecha en contra del voto por correo, al finalizar el día de la jornada electoral, Donald Trump haya asegurado que había señales de fraude, que las votaciones deberían de parar, e insistir: “ No queremos que encuentren ningún voto a las cuatro de la mañana”, en referencia al conteo de votos anticipados.
Lo anterior, además de declararse ganador de la elección, en la madrugada del día siguiente, cuando todavía no concluía el recuento de votos en varios estados y, en otros, ni siquiera se había iniciado el conteo de los emitidos por correo, enrarecieron, más aún, un ambiente ya de por sí muy polarizado, con pronóstico reservado.
Para la historia electoral del los EUA, esta ha sido la elección más costosa, sobre 14 mil millones de dólares (Center for Responsive Politics), más del doble del costo de la de 2016; la de los candidatos de mayor edad, Donald Trump, 74 años y Joe Biden, 77 años, y la de mayor participación de electores, sobre 160 millones. Interesante dato, este último, aunque sólo para efectos estadísticos, ya que, en la democracia sui generis de la Unión Americana, el voto popular no elige a su presidente, cuya designación depende del número de votos electorales a su favor, 270 como mínimo.
Quizás sea también la jornada electoral más tensa, preocupante e incierta, por la actitud negativa del candidato republicano dispuesto a todo para lograr su reelección. Hasta el momento, ninguno de los dos contendientes ha podido llegar a los 270 votos electorales necesarios para declararse vencedor. Aunque, Joe Biden aparece con una ligera ventaja. Sus posibilidades están en el recuento de los votos enviados por correo, que se supone son mayoritariamente demócratas y pueden revertir algunos resultados contrarios. Contra ellos se ha enderezado la estrategia de la campaña del republicano, pidiendo se suspenda el conteo de votos en los estados en donde llevan ventaja, lo que va a dar lugar a una lucha fuera de las urnas, alargando la incertidumbre.
En este proceso, además de la presidencia y vice presidencia del país, se votó por la renovación total del Congreso, 435 representantes; un tercio de la Cámara de Senadores, 35; 13 gubernaturas, 11 estatales y dos territorios (Puerto Rico y Samoa); 86 Cámaras legislativas de 44 estados, además de alcaldes en decenas de ciudades, y 124 consultas y referendos sobre temas diversos (legalización de la marihuana para uso recreativo, elevación del salario mínimo, respaldo al muro fronterizo, entre otras). Según algunas proyecciones, los demócratas conservarán la mayoría en la Cámara de Representantes y habrían quedado muy cerca de arrebatarles a los republicanos, la mayoría en el Senado.
Lo que ya se sabe es que Joe Biden ganó el voto popular, y queda la incógnita si Trump logra reelegirse convirtiéndose en el mandatario número 21 en lograrlo y sexto en ganar la presidencia sin alcanzar la mayoría del voto popular. De no lograrlo, será el quinto presidente fracasado. El último mandatario republicano que no logró reelegirse fue George W. Bush, padre, en 1992 y la última elección que se judicializó fue la de George Bush hijo y Al Gore, en 2000.
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