Francisco J. Siller
Si Morena —el partido del presidente— está sumido en el caos por la designación de su dirigencia, que puede esperarse de éste cuando se trate de la designación de candidatos a los más de 2 mil puestos de elección popular para las elecciones intermedias.
Andrés Manuel López Obrador no ha logrado o no ha querido poner orden al conglomerados de facciones y tribus al interior de Morena y ello propicia una lucha intestina por el poder político y presupuestal que ello conlleva y de no corregir el rumbo, el costo político podría ser en grado superlativo.
El resultado de las encuestas sancionadas por el Instituto Nacional Electoral no gustó a los principales actores políticos, contendientes a la presidencia de Morena. Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado están enfrascados en una lucha de vencidas.
Porfirio se dice ganador por ese .05 por ciento de las preferencias a su favor. Delgado rechaza tal postura y manifiesta su acuerdo a una segunda vuelta. Y en discordia, Yeidckol Polevnsky, se acusa robada y el interino Alfonso Ramírez Cuellar, pide una auditoría a las encuestas realizadas por Covarrubias, Parametría y BGC.
No sería difícil que el asunto se termine dirimiendo en el tribunal electoral, sobre todo si el resultado de la segunda vuelta para presidente de Morena no resulta satisfactorio para alguna de las partes, sobre todo si el resultado que arroje no da una victoria clara a cualquiera de los participantes.
Para la facción de “Los Duros” que encabeza Delgado, Porfirio es un peligro para Morena y para el presidente, porque puede desconocerlo “en cualquier momento o hasta atacarlo por su convicción democrática”. Que pone en riesgo tal lucha desde hace más de 20 años para que AMLO llegue a la presidencia.
Aquí se ve la fe ciega que López Obrador exige a sus funcionarios y legisladores de su partido, que en buena parte no es compartida por Muñoz Ledo, que ha demostrado ser un político integro y dispuesto a criticar las incorrecciones del gobierno y del desempeño legislativo.
El presidente parece no estar preocupado por lo que ocurre al interior de su partido. Asegura que esa lucha de facciones “es algo normal”. En su opinión solo necesitan ponerse de acuerdo, pero eso es algo que vemos muy lejano, a menos que alguno de los candidatos decline en favor del otro.
Está visto que ello no sucederá, pues Porfirio tras declararse ganador de la encuesta —por el equivalente a dos votos—, un grupo de legisladores exigieron a Delgado continuar con su labor en San Lázaro y hacerse a un lado, lo cual rechazó, porque en su mira está el cimentar un proyecto político con miras a 2024.
Por ello es previsible que en un escenario en el que Porfirio gane la presidencia de Morena, es seguro que habría un rompimiento con los legisladores que apoyan a Delgado, y es precisamente esa falta de unión, la que daría al traste con el proyecto de la 4T, en momentos en los que aún le falta mucho para cuajar.
Lo que sí, López Obrador pintó su raya y en la mañanera de este lunes dejó claro, que una cosa es el partido y otra su gobierno, el que calificó como un todo. Si los morenos no entienden la advertencia presidencial, su caída será estrepitosa y de difícil recuperación.
Sin embargo al presidente no le conviene sumar una crisis más a su gobierno, la política al interior de Morena, pues la lucha intestina traerá un costo muy importante, en momentos en que la unión es indispensable, pues está en juego el control de la Cámara de Diputados para la segunda parte de su mandato.
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