Por: Mario Ruiz Redondo
Pasados tres años del terremoto de magnitud 8.2, frente a la Costa de Pijijiapan, del siete de septiembre de 2017, científicos de varios países del mundo, concluyen que la Placa Tectónica de Cocos, de 60 kilómetros de espesor, se fracturó por completo en una longitud de plano de 232 kilómetros, debajo de la Región donde se generó el mega fenómeno sísmico.
Ello pudo haber ocurrido frente al litoral de la ciudad más importante de la Frontera Sur, donde posteriormente a la fecha de la gigantesca descarga de energía, no se sienten en algún momento los fuertes movimientos telúricos de más de 5 grados que registra el Servicio Sismológico Nacional, con epicentro en la fronteriza Ciudad Hidalgo (4 de de agosto de 2020, por ejemplo), y otras poblaciones chiapanecas.
Investigaciones del Centro de Sismología de Terremotos de la Universidad estadounidense de Oregón, revelan que “el evento tuvo una duración de 10 segundos y provocó una grieta grande y muy abierta, por lo que todos los indicios señalan que la Placa de Cocos de ha quebrado a lo largo de todo su ancho”.
Fenómeno de la naturaleza que causaría la muerte de decenas de seres humanos y miles de heridos, de poblaciones chiapanecas de Pijijiapan, Tonalá y el Istmo de Tehuantepec, con daños cuantiosos que aún no se reparan, especialmente en edificios públicos y templos católicos de extraordinario valor histórico, al convertirse en un poderoso evento fuera de lo común, en una de las dos entidades más sísmicas del país.
Demasiadas dudas e inquietudes ante estas nuevas historias amenazantes para la sobrevivencia humana en la parte mexicana del llamado “Cinturón de Fuego”, que surca el Océano Pacífico, desde Asia hasta el sur del continente Americano, incluyendo al territorio mexicano desde la Península de Baja California hasta su límite con Guatemala, en la Costa de Chiapas.
Lo cierto, es que según el Instituto de Especialistas en Geofísica, Geología y Mineralogía, que preside como Asociación Civil, el geofísico chiapaneco Marco Antonio Penagos Villar, el actual alineamiento geométrico de los epicentros de sismos que ocurren en el Sur-Sureste de México, es diferente con respecto al que se manifiesta en las costas del Pacífico y obligan a pensar en un comportamiento tectónico distinto de los modelos geológicos que tradicionalmente desde hace 40 años están vigentes en México.
Con un enfoque distinto, producto de sus observaciones permanentes de los máximos fenómenos electromagnéticos originados en la superficie solar y que permanentemente impactan al planeta, el experto del Instituto Politécnico Nacional, precisa que la fractura de la Placa de Cocos, coincide con los principales terremotos del mes de septiembre de hace tres años, como lo demuestran las evidencias geofísicas de entonces.
Al parecer existe una correlación electromagnética entre el mega sismo del 7 de septiembre de 2017, con epicentro frente a la Costa de Chiapas, con las máximas erupciones solares ocurridas en el Ciclo Solar número 24, clasificadas como de Clase X.3, del día 6 de septiembre y X1.3 del 7.
Este terremoto fue precedido por un enjambre de 77 sismos de magnitudes incluso de hasta 5.7, sin que la población de Tapachula y de Soconusco, lo percibiera únicamente la instrumentación científica.
Advierte y reitera nuevamente, que esta circunstancia por demás adversa que directamente amenaza la vida y patrimonios de más de dos millones de chiapanecos, al estar permanentemente expuestos a los terremotos, demanda la creación de un Instituto de Investigación del Fenómeno Sísmico, Volcánico y de Clima Espacial, que genere políticas públicas preventivas y brinde una mayor seguridad civil y estructural, ampliada a los más de 33 millones de mexicanos que habitan en zonas altamente telúricas.
Como un sembrador de propuestas, a las que hasta ahora nadie de la clase de los tres niveles de Gobierno en el país, hace caso, Penagos Villar aporta sus criterios de geofísico calificado:
“Los terremotos del mes de septiembre del 2017, en mi criterio como geofísico, no fueron solamente un acontecimiento aislado entre Placas Tectónicas, como nos han hecho creer los Centros de Investigación especializados, ya que también se observa una estrecha correlación entre dichos fenómenos y las fechas en que nuestra estrella el Sol, generó en una etapa de nivel mínimo, su máxima actividad en el Ciclo Número 24, que dura 11 años, y que de acuerdo a la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos (NASA), finalizó en diciembre del 2019.
“Dicha actividad de ese mes, está organizada y resumida adecuadamente y puede ser consultada libremente en los Portales de los sitios especializados Spaceweatherlive.com y Solarham.com, razón por la cual son evidencias científicas como para considerar, que lo que sucedió el 7 de septiembre del 2017, fue un acontecimiento Cósmico y Planetario en donde también el Sol participó activamente, tal y como lo ha hecho a través de los tiempos”.
Impotencia del científico al subrayar que hasta el momento, ningún Centro de Investigación del mundo se mantenga interesado en estudiar y mucho menos correlacionar científicamente dichos procesos electromagnéticos entre el Sol y las Placas Tectónicas de la Tierra.
Sin que, hasta el momento, ningún Centro de Investigación se avoque a estudiar y mucho menos a correlacionar científicamente dichos procesos electromagnéticos de 2017, entre el Sol y las Placas Tectónicas, que a partir de la erupción en la superficie solar y su impacto en nuestro planeta, cubren una distancia de 149 millones 597 mil 870 kilómetros.
Normalmente, la energía solar tarda ocho minutos en llegar desde su superficie a la Tierra, pero en lo concerniente a las también llamadas corrientes geomagnéticas de choque, sus efectos se sienten en el globo terráqueo 52 horas después y pueden tener una duración de uno a varios días. Los registros de la NASA revelan que en 1989, una tormenta geomagnética perturbó la red de distribución eléctrica de la mayor parte de la provincia de Quebec, en Canadá, y generó auroras que se proyectaron hasta Texas.
Precisión de Penagos Villar, en el sentido de que del 4 al 11 de septiembre de 2017, el Sol tuvo 13 y 22 erupciones los días 7 y 8, respectivamente, en un lapso de 24 horas, siendo las llamaradas de mayor magnitud en todo el Ciclo solar de 11 años de duración, las registradas el 6 y el 7.
Las investigaciones sobre el terremoto de magnitud 8.2 con epicentro frente a Pijijiapan, Chiapas, del 7 de septiembre de hace tres años, fueron realizadas por científicos de México, Japón, Estados Unidos, Rumania y China, cuyos resultados fueron publicados el 1 de octubre de 2018 por NatureGeoscience, revista especializada en estudios de alto nivel de las Ciencias de la Tierra o Geociencias.
Grupo multidisciplinario de prominentes científicos de prestigio internacional, que durante 12 meses acumularon y analizaron información del fenómenos, que les permitió concluir: “El terremoto rompió o fracturó en 60 kilómetros de la litósfera (capa superior delplaneta), es decir, todo el espesor de la Placa de Cocos debajo de la Región de donde se generó el movimiento telúrico”.
Para llegar a esa resolución, los expertos estudiaron el Mecanismo Focal del Terremoto durante tres meses y determinaron que nueve mil 369 eventos se reflejaron a lo largo de dicha fractura en una longitud del Plano de Falla de 230 kilómetros, con rumbo Noroeste y Sureste del epicentro.
Certeza de que de las tres Placas Tectónicas que inciden en el Sur y Sureste de nuestro país (Cocos, Norteamérica y Caribe), sólo dos actuaron en la generación del Terremoto, siendo la de Cocos la que se fracturó al subducirse por debajo de la de Norteamérica, tal y como tradicionalmente han sostenido los Centros de Investigación Científica de nuestro País, de acuerdo al Modelo Geológico propuesto en los años 80 por los Doctores Carfantan y Dengo.
Basado en ese Modelo Geológico, los investigadores del fenómeno sísmico, siguen considerando a la Placa de Cocos como la generadora del 90% de la sismicidad que se registra en el ámbito nacional.
Sin embargo, comenta el experto Penagos Villar, basado en las evidencias geofísicas y localización geográfica determinada por siete terremotos de magnitudes superiores a 6, que se suscitaron entre los meses de mayo a septiembre del 2017, con epicentros en Chiapas, Guatemala, Istmo de Tehuantepec, Puebla y Golfo de México, y las más de 26,000 réplicas subsecuentes, se observaron que miles de éstos eventos presentan tendencias y orientaciones geográficas y epicentrales con rumbos norte-sur y noreste-suroeste, totalmente diferentes al Modelo Geológico vigente de rumbo norte-oeste y sureste.
Todo ello hace suponer, explica al columnista, que es altamente probable que también las Placas del Caribe y Norteamérica hayan intervenido en este proceso de fractura. propiciando la parte corresponsable del mega movimiento telúrico y más de 26 mil réplicas.
El presidente del Instituto de Especialistas en Geofísica, Geología y Mineralogía A.C., considera que en el estudio de 2018, no se observan ni comentan si analizaron los mecanismos focales de los sismos de magnitud 5.7 del 20 de mayo de 2017, así como de 5.4 del 24 del mismo mes, que el sismológico de Guatemala reportó como de intensidad 6.4.
Tampoco tomaron en cuenta en el informe, el del 14 de junio de ese año, de magnitud 7, ajustado a 6.9 por el Servicio Sismológico Nacional, con epicentro en la frontera entre México y Guatemala, muy cerca de Tapachula.
Indica que dos años después del estudio, se desconoce qué estructura geológica existe en esa Región frente a la Costa de la Región Soconusco, razón por la que se amortigua la señal sísmica y únicamente la instrumentación la registra, por lo que debería ser de máxima ocupación de las autoridades
encargadas de velar por el organismo de Protección Civil del país y del estado de Chiapas.
Añade que en la investigación de los especialistas mexicanos y extranjeros, no se consideró el terremoto de magnitud 6.8, registrado por el Servicio Sismológico de Estados Unidos, el 22 de junio de 2017, así como tampoco el de 6.7 del 16 de septiembre de ese año, con epicentro en el Golfo de México, al norte de Tabasco, solamente registrado por el Sismológico guatemalteco, además de la omisión del correspondiente al 19 de septiembre, focalizado en los límites de Puebla y Morelos.
Por lo pronto, la realidad de alto riesgo que se vive en los municipios de la Costa de Chiapas, encabezados por Tapachula, y otros como Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, además del norte de la entidad, obliga a considerar nuevamente la propuesta de Marco Antonio Penagos Villar, para crear con carácter de urgente el Instituto de Investigación del Fenómeno Sísmico, Volcánico y de Clima Espacial, en Chiapas.
Ojalá y así ocurra. Todo es cuestión de voluntad política del gobernador Rutilio Escandón Cadenas y del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.
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