Sergio Gómez Montero*
Algunas heridas no pueden ser silenciadas
sin importar la forma en que sea escrita la sangre
y lo que se refleje en el charco
H. Abdurraqib: “El prestigio”
No han cesado ni van a cesar. L@s enemig@s allí están, atrincherad@s, esperando cualquier momento, el que sea, para lanzar el ataque artero de provocación, de sabotaje, de conspiración. A nivel mundial flota hoy un ambiente de lucha entre posiciones que se oponen abiertamente: por un lado, los neoliberales, quienes buscan a toda costa preservar los privilegios conseguidos con un capitalismo salvaje que, como nunca antes, polarizó la acumulación de la riqueza. Por el otro, una serie de resistencias a ese modelo de desarrollo que, hasta hoy, lucha cada quien por su lado viendo cuál es la mejor manera de hacer frente a esos estrategas de la provocación y el sabotaje.
Lo anterior lleva, pues, a dos interrogantes centrales.
La primera de ellas tiene que ver con lo inmediato: ¿cuál es la mejor manera de hacer frente a esas campañas de odio montadas precisamente en la provocación y en el sabotaje de la vida diaria; es decir de una violencia que se escuda en la falsedad y en la debilidad de quienes no lo son o sólo lo aparentan? Allí, sin duda, toca al Estado como institución poner los límites para que el vandalismo que se prohíja y se cuela a las calles casi siempre se frene de raíz, duélela a quien le duela. El orden público está por encima de todas las cosas, más aún cuando se sabe que con toda intención malévola se quiere trastrocar la vida diaria.
A ello habría que aunar fuertes campañas de convencimiento político encaminadas no sólo a defender y fortalecer el estado actual de las cosas, sino a desenmascarar a quienes con malas artes se empeñan en defender sus sucios intereses neoliberales y conservadores, que quieren seguirle causando graves daños a la Nación (a la nuestra y todas aquella que sufren hoy ataques de un conservadurismo que se extiende a nivel mundial y cuyo objetivo central hoy es que Donald Trump permanezca en la presidencia de Estados Unidos por cuatro años más).
La segunda interrogante de la época actual es más compleja: ¿estarán dadas las condiciones para que, en esta etapa de confrontaciones entre quienes buscamos el cambio y los conservadores, los primeros podamos formar un frente amplio que, nivel mundial de ser preciso, podamos decir ¡basta! ante los desmanes actuales de los conservadores? Unirnos en ese frente para así saber que no luchamos solos, sino unidos ya en la búsqueda de dos cosas fundamentales. Por un lado la existencia de un mejor mundo, real, tangible y posible, fundado en el cuidado de la vida y del medio ambiente y de derechos, libertades y justicia para todos. Por el otro, en crear las condiciones para que cada país en particular funde libremente las condiciones para un desarrollo equilibrado de sus riquezas naturales, en un ambiente de sana convivencia entre sus habitantes.
Trabajar en esa utopía, creo, es posible, superando, primero, sabotajes, conspiraciones, provocaciones y falsos feminismos, acompañados de los gritos histéricos de los intelectualitos y periodistas que ya no saben qué decir ni escribir.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx
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