Miguel Tirado Rasso
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En agosto de 2018, cuando Morena no cabía de felicidad y, todos, dirigentes, militantes, simpatizantes, advenedizos y demás festejaban el triunfo electoral de su candidato presidencial, el partido celebró su V Congreso Nacional Extraordinario, en el que habrían de tomarse importantes acuerdos, con la presencia del propio Andrés Manuel López Obrador.
En el evento, se ratificó, por un año más, a Yeidkol Polevnsky como presidente en funciones del CEN, cargo que había asumido en diciembre de 2017, en su carácter de secretaria general del partido, y se acordó, como fecha para la renovación estatutaria de su dirigencia, el mes de noviembre de 2019, entre otros temas. Tiempos gloriosos, cuando todo era unidad, armonía y concordia en el Movimiento de Regeneración Nacional que estaba a punto de ascender a partido en el poder.
Pero sucedió que, como los tiempos en el poder transcurren más rápido de lo deseado, sobre todo entre quiénes lo ejercen, el plazo de un año para preparar la elección interna no le fue suficiente a la secretaria general en funciones de presidente que, engolosinada con el liderazgo de Morena, habría de proponer diferir la elección interna y, ahí empezó a descomponerse todo.
El proceso arrancó, pero ante quejas y denuncias de los aspirantes y un padrón adulterado que nunca depuró ni actualizó la dirigente Polevnsky, en octubre de 2019 el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), a petición de parte, anuló este primer intento de cambio en la cúpula de Morena, fijando un plazo de 90 días a los responsables para celebrar su Congreso y reponer el proceso electoral.
Vencido el plazo fijado por el Tribunal, las cosas no mejoraron en los desacuerdos de los participantes para la organización de la elección así que, los dimes y diretes de dirigentes, en su calidad de aspirantes, sus intereses personales y una ambición política desbocada, dieron al traste con el segundo intento para el proceso, el que, una vez mas, fue pospuesto. Algo se avanzó, sin embargo. El Congreso Extraordinario se llevó a cabo y en él se acordó la destitución de la secretaria general en funciones de presidente y se eligió a un presidente interino, Alfonso Ramírez Cuéllar, con el encargo de publicar la convocatoria correspondiente en un plazo de 3 o 4 meses.
Como el Congreso fuera calificado de ilegal por la destituida Polevnsky, la controversia tuvo que ser resuelta, una vez más, por el Tribunal que reconoció la validez del evento y de los acuerdos adoptados, además de establecer, como el método para la elección, el de una encuesta abierta.
Pero ni con el presidente interino, Morena pudo desenmarañar el embrollo de un proceso con tantos intereses encontrados y, otra vez, se les agotó el tiempo. Con el proceso electoral de 2021 en la mira y poniendo de pretexto la emergencia sanitaria y el escaso tiempo para realizar la encuesta ordenada por la autoridad, Ramírez Cuéllar planteó al Tribunal retrasar el proceso hasta después de las elecciones de 2021. Con el rechazo a esta petición, el Tribunal ordenó al Instituto Nacional Electoral (INE) la organización de la encuesta y, en esas estamos.
La rebelión en Morena es algo que sus dirigentes llevan en su ADN y, tal vez esto, explique los tropiezos sucesivos para un cambio de dirigentes que tendría que haberse realizado desde noviembre del año pasado. Si en su primer intento se inscribieron 4 candidatos para la presidencia del CEN, en este nuevo intento, el INE registró a 47 aspirantes (tres mujeres) para ese cargo y 53 para la secretaria general.
Si nos atenemos a los antecedentes de este accidentado proceso y a la inocultable lucha interna por el poder y control del partido en estos estratégicos tiempos, una ola de 100 pretendientes para encabezar a Morena lo explica más, el sospechosismo de intento de boicot, que un desbordado y repentino entusiasmo por encabezar al movimiento.
Hay molestia de prominentes morenistas por la intromisión de la autoridad electoral (INE y TEPJF) en este proceso, Alfonso Ramírez Cuéllar la ha calificado como un “asalto a la institucionalidad” del partido También hay inconformidad con la imposición del método de encuesta abierta. Los de Morena preferirían seguir jugando a las vencidas, entre ellos, sin intromisiones externas. No se ve fácil que se vayan a poner de acuerdo, cuando ya hay hasta visos de futurismo rumbo al 2024. Y es que Morena, como partido en el poder, al menos, en el papel, representa la mejor oportunidad para posicionamientos políticos.
El reto es para el INE, cuya integridad, en tiempos de la 4T, siempre estará en riesgo, y tendrá que ingeniárselas mucho para salir avante en un proceso complicado, tortuoso, lleno de intereses, a cuyo resultado seguramente le lloverá toda clase de impugnaciones, porque, como organizador y árbitro, de uno y otro lado le reclamarán su fallo. Pareciera que, con esta tarea, el Tribunal puso al INE en una exposición de desgaste innecesario, inoportuno y riesgoso, justo antes del mayor proceso electoral del país, al que el Instituto no puede llegar con taches a su credibilidad. ¿Fuego amigo?
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