CIUDAD DE MÉXICO.- Delito es delito. No importa si la cantidad era pequeña o grande. No importa si era para enriquecimiento personal o para “apoyar al movimiento”. La permisividad ante la violación de la ley es uno de los problemas endémicos de la sociedad mexicana, informó Observatorio Ciudadano, portal colectivo que publica denuncias por abuso de poder público o privado.
El tema es que, en los políticos del pasado, decía el propio Andrés Manuel, “los acusamos de corruptos, no de tontos”, pues hacían todo un entramado que les permitiera borrar, en la medida de lo posible, las huellas de su corrupción. Cuando eran descubiertos, eran capaces de negarla, aunque fuera evidente a todas luces.
Ahora en la restauración autoritaria de López Obrador son corruptos… y también tontos… y cínicos.
Dice hoy en la mañanera el presidente, entre otras cosas:
“Con David León son aportaciones, aportaciones para fortalecer el movimiento en momentos en que la gente era la que apoyaba, básicamente, nosotros hemos venido desde hace muchos años y nos ha financiado el pueblo, como ha sucedido cuando se han llevado a cabo revoluciones”
“No es lo mismo la operación ilícita que está denunciando el señor Lozoya donde cobraron doscientos millones de dólares de más en la venta de una planta chatarra que esto que puede significar dos millones de pesos”.
En el curso del día, incluso la esposa del presidente comparó el hecho con Leona Vicario financiando la independencia (no es broma, lo hizo) y la cuenta oficial de Twitter del Gobierno de México secundó su temeraria y absurda afirmación.
Algunas precisiones.
Por un lado, la operación ilícita de Lozoya involucra grandes cantidades de dinero porque se hizo desde el poder. Habrá que ver al final del sexenio los saldos que entrega el actual gobierno cuando más del 80% de los contratos son por adjudicaciones directas y, por ejemplo, un compadre de Rocío Nahle recibe un contrato con una empresa recién creada por cinco mil millones de pesos en dos bocas.
Eso no implica sin embargo que la corrupción por un monto menor sea menos grave, ni que solo se trate de dos millones de pesos. Estamos hablando de solo uno de los financieros de AMLO quien, por lo visto, tiene esta práctica arraigada. Seguro hay mucho más en más de dieciocho años de campaña.
Pero aún en el caso de David León en uno de los videos entrega un millón de pesos y habla de una cercana entrega de otro millón. Pero además en otro video entrega cuatrocientos mil pesos y hace referencia (y Pío lo acepta) de que llevaban año y medio de entregas similares. Dieciocho meses por cuatrocientos mil pesos da un aproximado, hasta ese momento, de siete millones doscientos mil pesos, más los otros dos son nueve millones, sólo con este financiero y en ese lapso de tiempo. Por cierto, David León dice en el video que mantendrá su apoyo hasta el 2018.
Además, quieren vender la idea de que David León recaudaba aportaciones voluntarias de la gente y las entregaba a López Obrador. ¿Por qué entonces llevar registro en “la Biblia” de Pío López?, ¿por qué establecer un monto fijo e incluso decir que le quedaba a deber treinta mil cuando no logró ese monto? Y lo más importante, ¿por qué grabó los videos David León?
Cuando se trata de verdaderas aportaciones voluntarias no hay montos fijos ni fechas inamovibles, se lleva un registro, quizá, como bitácora de ingresos, no como constancia de cumplimiento y el emisor no graba a nadie, porque lo está dando por su voluntad. Graban quienes financian políticos porque es su garantía de que el político, en caso de ganar, cumpla los compromisos adquiridos. Por eso lo hizo Ahumada y por ello lo hacía David León. El primero los exhi
bió por no cumplir. Al segundo le habían claramente cumplido, quizá nunca se sepa cómo y porque se revelaron los videos.
Pero lo más importante es que Andrés reconoce que sabía del dinero y lo justifica. Es decir, el presidente reconoce que cometió un delito pues él era el máximo dirigente del movimiento y sabía que, por ley, estaba impedido para recibir ese tipo de financiamiento.
Para Andrés, el fin justifica los medios. No niega su corrupción ni su delito, sino que los purifica porque eran llevados a cabo para lograr un bien superior, el triunfo de su movimiento. Claro que para él es insignificante el hecho de que el triunfo del movimiento era también su triunfo personal, el cumplimiento de su más importante anhelo y su llegada al mayor espacio de poder en el país, eso pareciera secundario.
Se atreve a compararse con Madero y su esposa compara el hecho con Leona Vicario. Pero ni ella recibía recursos de la Corona para su lucha ni él del porfiriato. Una revolución es un acto de ruptura con el orden legal y de transformación radical de la sociedad. AMLO nunca rompió con el sistema, ha vivido toda su vida en él y de él.
En el momento en que registra un partido en los cauces institucionales y recibe financiamiento público queda sujeto a las reglas del juego en el que él mismo, nadie lo obligó, decidió participar. No puede seguir creyendo que la ley se acata sólo cuando él considera que es importante hacerlo.
Él no era un revolucionario cambiando al país contra el sistema. Era un hombre dentro del sistema, viviendo del sistema y aprovechando las bondades del sistema para su provecho personal. Eso se exhibe en los videos. Lo demás, son maromas, afirmó el director de Observatorio Ciudadano, Luis Antonio García.