Mouris Salloum George
Entre la emergencia nacional y la nueva normalidad, ¿qué hay?
Por lo pronto, tenemos un vacío conceptual e instrumental en medio de un montón de respuestas reactivas a bote pronto frente a todo lo que se mueve.
La pandemia del Covid-19 rompió el esquema del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024 y los programas sectoriales que perdieron los soportes presupuestales a causa de que se recibió un erario público maltrecho como resultado de una economía endémicamente prendida de alfileres desde 1982 y dislocada por la crisis financiera internacional 2008-2009.
Del barco de gran calado no quedó tabla ni para una balsa
El mandato de Enrique Peña Nieto 2012-2018 nadó de muertito en la autocomplacencia, después de que la administración precedente se autogratificó blasonando su barco de gran calado, cuya línea de flotación ya estaba boqueteada desde el sexenio 2006-2012.
En 2009, el jinete en la tormenta suscribió con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) un convenio en el cual se establecieron los compromisos para el diseño de un gobierno corporativo con base en la eficiencia económica, la estabilidad financiera y el crecimiento económico sostenible. (Felipe Calderón fue echado de Los Pinos en 2012.)
Cuatro años después de aquel convenio, la propia OCDE del tampiqueño José Ángel Gurría saludó la panacea, en los siguientes términos: El Pacto por México, un acuerdo histórico suscrito por los tres principales partidos políticos, sentó las bases para impulsar una serie de reformas en áreas cruciales para el desarrollo del país.
La OCDE describió las reformas “transformadoras”: Mercado laboral, política hacendaria, sector financiero, telecomunicaciones, competencia económica, sistema educativo y sector energético. (En cuyo centro de gravedad estuvo la contrarreforma petrolera.)
La piedra de escándalo no deja espacio a la nueva normalidad
Las agencias financieras multinacionales se fueron también con la finta. Al final del día, no agua de borrajas, sino un champurrado tóxico infestado por la corrupción público-privada, cuya depredación todavía no alcanza a dimensionarse.
El fáctico Pacto por México está en estas horas nuevamente en la cartelera pública, no por sus eficaces resultados, sino por el costo financiero que -con cargo a sus benefactores y los contribuyentes cautivos- el Ejecutivo endosó a cuenta de los órganos legislativo federales que lo aprobaron.
Es el escenario en el que se inauguró la 4-T, marcada desde su arranque por la denuncia de la corrupción, combate en el cual la piedra de escándalo no deja espacio ni tiempo para explicar en qué consiste la nueva normalidad.
El 6 de septiembre próximo, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público pondrá en manos del Congreso de la Unión los Criterios de Política Económica para 2021. Sólo nos queda una pregunta: ¿Más de lo mismo? Así no vamos a ningún lado, salvo al abismo. Grave cuestión.
(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.
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