Aletia Molina
La cuestión, no puede reducirse a la mera comparación del número de relevos en la primera línea del equipo presidencial. Lo esencial es el sentido de esos relevos, la diferencia sustantiva que hacen, es que suponen términos en la correlación de fuerzas al interior del gabinete, qué mensajes envían y qué dicen sobre cómo opera el gobierno.
Aquellos primeros cambios en el gabinete de Calderón respondieron a un fortalecimiento de su camarilla más inmediata a costa de grupos y figuras.
Los primeros cambios en el gabinete de López Obrador cuentan una historia bien distinta. A pesar de las conocidas pugnas al interior del gabinete, ningún cambio fue producto directo de ellas. No es que un conflicto entre grupos de la coalición lopezobradorista haya derivado en el desplazamiento de unos por otros. Tampoco es que el presidente resolviera sustituir a sus secretarios por problemas con sus resultados, su agenda o su compromiso con la causa de la #4T.
Más bien fueron sus secretarios, Urzúa y Jiménez Espriú, los que decidieron renunciar por tener diferencias con el presidente. La renuncia de la secretaria González-Blanco, fue resultado del escándalo que se desató tras conocerse que había inventado una supuesta “orden presidencial” con el fin de obligar a una aerolínea comercial a que retrasara el despegue de un vuelo para esperarla.
Con López Obrador, el gabinete ha pasado a un plano muy secundario, en algunos casos a cumplir funciones apenas decorativas. Hay menos recursos y poder en juego. La mayoría de las secretarías está tan disminuida, que sus titulares se vuelven perfectamente prescindibles, sin mayores sobresaltos. López Obrador ni siquiera tiene que destituirlos, ellos escogen irse.
Quizá por eso los rumores y especulaciones sobre nuevos movimientos en tal o cual secretaría suenan intrascendentes. Los cambios en el gabinete de López ya no tienen importancia porque su gabinete, la verdad, no importa.
En 2018 López Obrador llegó al poder encabezando la coalición denominada “juntos haremos historia”. En el tiempo que lleva de gobierno, lo datos ya lo respaldan para sobresalir en la historia del país, pero por una cadena de catástrofes.
El presidente y su gabinete hicieron el mayor daño patrimonial al erario del que se tenga registro, con la cancelación del aeropuerto en construcción de Texcoco se asumió un costo de 75 mil millones de pesos, sin contar las inversiones que se ahuyentaron por esta acción.
En 2019, el gobierno de López Obrador bajó la inversión física presupuestal, ahuyentó la inversión privada y provocó la primera recesión económica de origen interno en el siglo XXI. La última recesión de este tipo sucedió 25 años atrás.
Para 2020, el deterioro económico continuó y con el mal manejo del brote de coronavirus en el país, en el segundo trimestre la economía se desplomó 18.9 por ciento respecto a igual periodo de 2019, registrando así la mayor caída histórica de la economía mexicana.
La austeridad y la supuesta honestidad han sido las más caras de la historia, la historia ya está juzgándolo y en cada rubro de su gestión existe una profunda y marcada ineptitud.
Sin duda, nos tocó el peor presidente, en el peor momento.
Gracias @Pedro_san70, gracias enormes, todo mi amor y devoción, siempre.
Aletia Molina
@AletiaMolina
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