Pablo Cabañas Díaz.
El Partido Nacional Revolucionario (PNR), fue fundado en 1929, y se transformó en Partido de la Revolución Mexicana (PRM), en 1938, y éste a su vez en Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1946. En cada una de estas fases buscaron la estabilidad política del régimen. La primera fase del partido se caracterizó por la creación de condiciones para la unificación de la fuerzas revolucionarias, entonces dispersas y poco cohesionada internamente. La supervivencia del caciquismo y del caudillismo militar en los años posteriores a la revolución de 1910-1917, propiciaron la proliferación de innumerables partidos locales durante la segunda década del siglo XX, cuyo funcionamiento descansaba sobre relaciones clientelares tradicionales, tejidas en torno a un caudillo revolucionario o un cacique. La política que imperaba era una amalgama de autoridades regionales que estaban aún lejos de actuar unificadamente en todo el territorio nacional.
Bajo sus siglas, el PNR aglomeró —sin fusionarlos a la multitud de pequeños partidos de aquellos años. Se dedicó a incorporar a los caudillos revolucionarios y a los caciques en un espacio institucional único, pues ellos eran los intermediarios entre las fuerzas regionales y los políticos que actuaban en la capital del país. Con rapidez el PNR logró su fin. Las organizaciones locales vieron diluida su fuerza ante el incremento de la autoridad de la dirección nacional del partido, para llegar a esta meta se llegó al control absoluto de los procesos electorales.
En la 11 Convención del PNR, en diciembre de 1933, los partidos y organizaciones constitutivas del PNR fueron disueltos, con ello se minó la base de sustentación de la autonomía de caciques y caudillos, se reorganizaron las fuerzas de la élite política revolucionaria y se contribuyó a la estabilidad institucional. La crisis política de 1935, provocada por el rompimiento entre Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, tuvo lugar en un contexto caracterizado por la implantación de una nueva organización social que nutriría al partido en su segunda etapa. Hubo una depuración del partido para eliminar a los callistas, que culminó con la renuncia del expresidente Emilio Portes Gil a la presidencia del PNR en 1936, a la vez que se impulsó con energía la acción social y electoral del partido. Pero lo más importante fue el encumbramiento de nuevas formas organizativas —los sindicatos obreros y las organizaciones de ejidatarios—nacidas bajo el impulso de la movilización social respaldadas por el presidente de la República.
En diciembre de 1937, Cárdenas planteó la necesidad de transformar al PNR y para ello contó con el apoyo fundamental de la Confederación de Trabajadores de México (CTM). El PRM se constituyó en marzo de 1938 y nació como un frente amplio que reunió a las fuerzas —tanto las ya existentes como las emergentes— que por su peso y cohesión podían jugar un papel importante en la política. Estaba conformado por cuatro sectores: obrero, campesino, popular y militar. Fue entonces que adquirió su carácter corporativo. De partido aglutinador de la élite, pasó a ser además un partido de integración social, que, en lugar de buscar la representación de los intereses de determinadas capas sociales, optó por incorporarlas en las estructuras del partido. Aun cuando estas organizaciones sociales funcionaban internamente con una estructura vertical, sus líderes conformaban una dirección nacional “horizontal”. Incluso el sector obrero gozaba de una significativa autonomía respecto del presidente, aun cuando existía entre ambos una gran convergencia de intereses.
En el plano ideológico, las tesis del partido se radicalizaron: se propuso entonces implantar una democracia de trabajadores y llegar, a través de “reformas de estructura” de la economía incluso se planeó la transformación del régimen de propiedad rural y progresiva nacionalización de la gran industria, al “régimen socialista”. Esta postura refrendó la posición del partido sobre la intervención económica del Estado. En esa visión el PRM sería el instrumento del Estado para coordinar comerciantes y consumidores, reducir al mínimo las perturbaciones y los desajustes en la economía y controlar el precio de los artículos y servicios de primera necesidad. A las funciones económicas del Estado ya presentes en los documentos de 1929, el PRM sólo añadió, la de establecer, con la cooperación de los sectores económicos del pueblo, un “plan de orientación y de intervención de la economía, estas demandas del cardenismo; no eran bien vistas para la entrada de capital extranjero al país.
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