* Y hay quien sostiene que nunca un presidente acumuló tanto poder como AMLO. Como para qué, me pregunto, y me esfuerzo por evaluar lo construido durante 20 meses, frente a lo desestructurado. La narrativa política influenciada por el poder de la máscara, al fin que el pueblo se levanta, ¿o no, Hugo?
Gregorio Ortega Molina
La arenga que da título al texto es de doble filo. Dista mucho de ser la frase de apoyo de Enrique Peña Nieto a Rosario Robles. Hoy se convoca al desorden, quizá a la sedición, porque en términos políticos referir que el pueblo se levanta, puede significar que lo hace con las armas en la mano, y la razón en el estómago.
Me desconciertan estas frases de AMLO. Carecen de explicación, por más que Jorge Zepeda, en su texto de Milenio del jueves 16 de julio último, intente razonar sobre el costo del mal menor. ¿Un sistema de salud colapsado a cambio de salvar vidas, o más muertes para que un modelo sanitario minusválido funcione sobre una silla de ruedas a la que le falta una llanta?
En algunas ciudades de naciones europeas colapsó el sistema de salud, lo que obligó a la toma de difíciles decisiones para preservar la vida. El salvamente a los octogenarios se vio preterido para preservar la oportunidad de los jóvenes. Pueden buscar las referencias en El País. Aquí les dio el patatús a las buenas conciencias, cuando por norma se trató de no dejar el dilema moral y ético a los médicos.
La arenga de AMLO también es una advertencia. ¡Aguas!, que el pueblo está molesto, y en una de esas se “nos alevanta”, y entonces sí nadie será capaz de detener la bola del siglo XXI, la turbamulta de enardecidos ciudadanos que perdieron familiares por la violencia o la enfermedad, o quizá porque no saben qué fue de ellos y nada más están declarados desaparecidos.
Pero AMLO se empeñó en colocar la cereza del pastel, y se refirió a que los intelectuales orgánicos (no aclaró si los suyos o los del pasado), por fin se habían despojado de las máscaras. En política cubrirse la cara tiene un significado muy distinto al dado en los carnavales y los bailes.
Esperanza Zambrano, que algo supo sobre el tema, deja constancia de ello en Persona y democracia, donde apuntó: “La historia trágica se mueve a través de personajes que son máscaras, que han de aceptar la máscara para actuar en ella como hacían los actores de la tragedia poética. El espectáculo del mundo en estos últimos tiempos deja ver, por la sola visión de máscaras que no necesitan ser nombradas, la textura extremadamente trágica de nuestra época. Estamos, sin duda, en el dintel, límite más allá del cual la tragedia no puede mantenerse. La historia ha de dejar de ser representación, figuración hecha por máscaras, para ir entrando en la fase humana, en la fase de historia hecha tan sólo por necesidad, sin ídolo y sin víctima, según el ritmo de la respiración”.
Y hay quien sostiene que nunca un presidente acumuló tanto poder como AMLO. Como para qué, me pregunto, y me esfuerzo por evaluar lo construido durante 20 meses, frente a lo desestructurado. La narrativa política influenciada por el poder de la máscara, al fin que el pueblo se levanta, ¿o no, Hugo?
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