Aletia Molina
Aunque no pareciera que hubiese existido, porque en estos tiempos todo está marcado por algún grado de descanso, dígase el verano, estuvo plagado de sobresaltos y angustias. La pandemia ha sido implacable con todos… súmele a ello, que nuestro gobierno ha resultado completamente incompetente.
A penas, el viernes, el Presidente de la República nos ofreció otro ejemplo de ello al advertirle a sus opositores que se pondría el tapabocas “cuando se acabe la corrupción”. El efecto es una tragedia humana brutal en su dimensión de salud y económica; las cifras son impactantes. Empezarán a verse eventualmente, más datos de otros impactos de esta crisis espantosa en pobreza, violencia doméstica, inseguridad, y un largo etcétera.
Sin embargo, más allá de ello, algo con lo que quizá nos hemos confundido es que la pandemia será transitoria. En parte por el pésimo desempeño de nuestros voceros públicos, que han insistido en convencernos de ello. Quizá algo del engaño ha tenido éxito, y por ello se opera bajo la ilusión de que, como una temporada del año, el túnel de la pandemia tiene una salida y, en una de esas, hasta positiva.
Lástima, no es así.
Esperaremos que las buenas noticias que se atisban sobre las vacunas se acaben por confirmar. Pero aún así, pasará más de un año de aquí a que logremos una vacunación exitosa y universal en nuestro país. Hasta entonces, la cotidianidad del temor a enfermarse, de la distancia, los tapabocas, las caretas y los sanitizantes, será una constante.
Quizá incluso ilusione a muchos de nosotros, que nuestra desigualdad nos permita disfrutar de los privilegios de la inmunidad mucho más rápido que a la enorme mayoría de la población. Pero espero con sinceridad que al menos hagamos consciencia de nuestra responsabilidad colectiva para evitar que, como ocurre ahora con la atención hospitalaria, los peores daños los paguen una vez más quienes menos tienen.
Una vez lograda, si es el caso, la inmunidad universal, la reconstrucción económica será no menos que tortuosa. Además de las vidas segadas y los daños duraderos en la salud de miles, costará mucho recuperar los empleos, los ingresos, las oportunidades que existían hasta hace pocos meses.
Ello llevará aún más tiempo, y no se vislumbra motivo alguno para un milagro en lo económico, al menos hay algunas noticias, que atemperan el pesimismo.
Es por ello momento de repensarnos en dos vertientes. Por un lado, en retomar esta vida desde las pantallas y tras las máscaras como una faceta duradera de una nueva normalidad. Preguntarnos desde aquí qué apreciamos de nosotros y nuestras vidas, y consolidarlo y acrecentarlo. Aprender nuevas cosas, y nuevas formas de hacer otras. Reconocer que cuando logremos pasar esto tendremos tareas más arduas que las que enfrentábamos, pero por lo mismo también nuevas oportunidades de reencontrarnos: en la solidaridad, en la compasión, en la colaboración, en una genuina transformación. Para que no sea en vano esta temporada.
Aletia Molina
@AletiaMolina
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