Sergio Gómez Montero*
¿Dónde están los contrarios
que no se encuentran
los extraños que no se extrañan?
C. Contramaestre: “Universo puro”
Quizá, como nunca antes, dicen los analistas las economías del mundo se han derrumbado de manera tan estrepitosa (a excepción de la china, que creció 3.5%), lo cual como resultado de la pandemia del Covid-19, cuyos efectos han sido dramáticos también en este campo del quehacer humano, en el cual el desempleo, y por ende la caída de actividades de los sectores secundario y terciario, se frenaron de una manera brutal, mientras que las inyecciones a las pymes no fueron suficientes para levantar las actividades económicas a su nivel acostumbrado, lo cual provocó que el PIB se viniera al piso en este segundo semestre del 2020. En México cayó 19%, mientras en Estados Unidos la caída fue del 32.9%, con pérdida del empleo para un poco de tres millones de personas. Las cifras, pues, no mienten: son aterradoras y lo ponen a uno a pensar: ¿qué es lo que realmente moviliza a la economía capitalista?
Es decir, los motores de las economías capitalistas parecieran estar pasando aceite una vez que la fuerza de trabajo no las alimenta o las alimenta apenas un poco, por lo que no hay ganancia o la que hay es muy escasa y no logra mantener los estándares de crecimiento que tradicionalmente mantenía, con base a la sobreexplotación de la mano de obra, porque ahora, mal que bien, con los negocios que hay el consumo familiar, disminuido es cierto (canalizado mucho a la producción local de pequeña escala), se mantiene, mientras el consumo superfluo, que mucho aporta al crecimiento, virtualmente se vino al piso. No hay, pues, nada de truculento en el lento o nulo avance de las economías capitalistas. Su crecimiento es sólo un crecimiento que únicamente a ellas beneficia, mientras que al consumidor medio sólo le aumentan sus deudas, entre otras, de su tarjeta bancaria de crédito.
Así pues, el operar de la economía capitalistas es un crecimiento sucio desde todo punto de vista, pues él, por ejemplo en el caso de México (y Argentina) tuvo mucho que ver con la corrupción que alentó el derrumbe de empresas estatales (Pemex y CFE en nuestro país), mientras, por el otro lado, crecían exorbitantemente las empresas privadas, gracias a la corrupción que reinaba en el sector público, como hoy ha quedado fehacientemente demostrado con el caso Lozoya (hoy bautizado ERLA) quien ha denunciado que, desde la presidencia de la República hasta la presidencia del PRI, se recibían órdenes para operar todo tipo de operaciones fraudulentas ejercidas siempre en contra del erario nacional, lo cual le daba aire al ficticio y desigual crecimiento económico de la Nación.
Que no nos digan, que no nos cuenten, el funcionamiento de las economías capitalistas está basado siempre, insisto, en la explotación de la mano de obra que labora en ella, o bien en las operaciones fraudulentas que al interior de ellas se ejecutan de manera corrupta y que dejan su impronta en muchos aspectos del crecimiento económico.
No se vale, pues, lloriquear porque la economía no crece. Hay que estudiar las causas verdaderas y luego poner el grito en el cielo.
*Profesor jubilado de la UPNEnsenada
gomeboka@yaho.com.mx
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