Adrián García Aguirre / Ciudad de México
*Empresa con gran prestigio y más de siglo y medio de historia
* Se fundó en el portal de Mercaderes a mediados del siglo XIX.
* Antiguamente se llamó “El Sombrero Colorado” y “El Castor”.
* El primer propietario fue el empresario francés Francois Dallet.
* Elías Calles regaló un sombrero de charro a Charles A. Lindbergh.
* Gorras para los calvos, Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón.
Ha sobrevivido a la ocupación militar estadounidense de 1847, a la guerra de Reforma de 1858, a la presencia de los soldados del imperio francés en 1864, a la Revolución mexicana de 1910 a 1920, a la Decena Trágica de 1913, y a todas las transformaciones históricas imaginables que ha tenido el Zócalo de la capital de la nación hasta la fecha.
Así, con más de siglo y medio de existencia, la Sombrerería Tardan –que antes se llamó “El Sombrero Colorado” y “El Castor”- ha permanecido desde entonces en el antiguo portal de Mercaderes, en la Plaza de la Constitución número 7.
Tan larga etapa se abrió al reinaugurarse la accesoria que había cambiado de nombre dos veces, cuando, primero, fue propiedad de François Dallet, quien conoció a Charles Tardan, originario de los Pirineos franceses, mesero del café “El Cazador”, llegado a México en la década de 1870 en busca de mejor vida, época en que el gobierno de Porfirio Díaz estaba por iniciar su prolongada dictadura.
Hoy, la empresa traspasada por Dallet a Charles Tardan es atendida por Luc Tardan, su sobrino nieto, ingeniero agrónomo en retiro, a su vez hijo de Pedro Tardan, de quien tomó el cargo de propietario de esa boutique –así le dicen ahora- que se publicitaba así: “Sombreros Tardan, donde más barato dan”.
Por sus elegantes y modernas instalaciones, renovadas radicalmente, han desfilado personajes como Charles A. Lindbergh, el piloto aviador que cruzó por primera vez el Océano Atlántico en aeroplano en 1927, a quien el presidente Plutarco Elías Calles obsequió un sombrero de charro galoneado en oro y plata hecho por los Tardan.
Y si no todos, al menos también buena parte de los presidentes de México del pasado fueron clientes habituales, desde Porfirio Díaz –además de Francisco Villa y Emiliano Zapata-, hasta Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón, quienes, con escaso pelo en la cabeza, alguna vez compraron cachuchas en el lugar.
Remodelada en su concepto -nuevamente ampliado el local que antes ocupó los números 5, 7 y 9 del legendario portal capitalino hasta la esquina de la calle 16 de septiembre, con un almacén que llegaba a la calle de Palma- y casi cien metros de fondo, aparadores y mostradores con modelos de todo tipo, la Sombrerería Tardan fomenta una prenda cuyo uso había decaído con el cambio de las modas.
Graciela García López, con dos décadas de experiencia como ejecutiva de ventas, antigua asistente de don Pedro Tardan -padre del actual dueño-, asegura que una visita a este lugar es suficiente para observar la diversidad de modelos y comprobar que estos accesorios están de regreso por el tipo de clientes que los adquieren.
Con el recuerdo de Augusto, Carlos y Víctor Tardan, integrantes de la generación de hermanos que dio fama al negocio a inicios del siglo XX, Graciela García dice que, ahora, se puede ver a un “hipster” desaliñado que pregunta por un sombrero Panamá.
O a una adolescente que se prueba una boina española, o a un ejecutivo en vías de comprar un sombrero Fedora de lana y moño, igual al de Elliott Ness, protagonista de la serie televisiva gangsteril de “Los Intocables”.
“Para seguir vigentes, iniciamos en 2008 con la remodelación del local, además de incrementar el catálogo y capacitar a todo el personal, toda esa inversión nos generó un aumento de 50% en nuestras ventas”.
El nuevo concepto de la tienda se complementó con la colaboración de Enrique Ziri, quien se encargó de diseñar las colecciones, logrando la transición de una sombrerería con modelos clásicos y nuevas tendencias de la moda internacional.
“Antes las líneas eran desarrolladas por el equipo de ventas y no había nadie especializado en diseñar, lo que hacía al producto tradicional, y ahora trabajamos por colecciones de temporada”, detalla Mina Reyes, gerente del establecimiento.
Para romper el esquema que se siguió por más de una centuria, en la actualidad se diversifican los sombreros, pues estaban enfocados al sector masculino y ahora buscan mayor presencia entre el sector femenino e infantil, además de unisex.
“La idea –dice Mina- es despertar el gusto por el sombrero entre los jóvenes, y que compren un producto de acuerdo a su estilo y edad, por lo que, en ocasiones, los nietos vienen acompañados de sus padres o abuelos y tienen la opción de escoger lo que les agrade”.
Hay modelos de playa, reversibles en telas de microfibras, cachuchas de lino o lana con seda, todo en colores cálidos que gustan al consumidor latinoamericano y llaman la atención de americanos y europeos.
Mina Reyes refirió que se está generando una nueva revolución en el uso de estos artículos, a partir de los estereotipos que han generado Madonna o Michael Jackson, últimos modelos en vivo que, según las evidencias, han hecho que las nuevas generaciones retornen a un pasado que, al menos en cuanto a gustos, definitivamente fue mejor.
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