*El reordenamiento económico del mundo no requiere de una reconfiguración política. Quizá cambie el nombre de los actores y el protagonista se convierte en primer actor secundario y éste en la estrella de la nueva narrativa
Gregorio Ortega Molina
¿Pueden redefinirse conceptos que deben ser incontrovertibles e inamovibles? Los valores éticos y morales permanecen incólumes. Toda norma religiosa tamiza esas conductas para servir a su fe, pero en esencia son las mismas.
No ocurre lo mismo en el ámbito secular. En el quehacer político, en el oficio de mandar e imponerse, esas normas se adecuan a las exigencias del clima social y del momento en que el poder ha de fortalecerse o puede aflojar la mano dura. El toque de queda no se vive con la misma intensidad que la guerra a los barones del narcotráfico o una mañosa lucha contra la corrupción; el combate al fraude fiscal es un acierto y fortalece esos valores que son inamovibles. Pagar puntualmente los impuestos es una norma de conducta. Evadirlos es poner la codicia personal por encima del bienestar general.
Pero lo que nos descubre este “feliz” mundo nuevo, todavía es más feo. La crisis económica que se hace el uno dos con la pandemia, son el motor de una reingeniería social profunda y radical que está en marcha a velocidad pasmosa. Los que van a cambiar para ofrecer un nuevo rostro son el mundo laboral y la actividad comercial; señaladamente el de la mano de obra, el de los servicios y el de atención al público.
Entramos a una civilización en la que lo importante es que dinero produzca dinero, más que bienestar y seguridad. Constataremos que abrir la economía resultaba impostergable, porque el modelo de desarrollo moriría sin ese sacrificio de carne humana que se llevan la enfermedad, el desempleo, la miseria, el hambre… la violencia.
Olvidan, los ingenieros de este nuevo orden social, que de cualquier modo la economía requiere de la salud de sus operarios (que no operadores, éstos la tienen garantizada), ya sean los policías o los que limpian los baños o los médicos y enfermeras que aseguran un bienestar mínimo y necesario para que la economía continúe produciendo más dinero, por sobre cualesquiera de los otros “elementos” necesarios para que el mundo se mantenga engrasado.
Ahora bien, ¿cómo nos vamos a tragar esta nueva narrativa, porque para que funcione, los subordinados debemos vivir en una mansedumbre casi cristiana? Supongo que incursionarán en una “reconfiguración” de los valores que son justificación de maneras y modos en que unos y otros ejercen el poder, porque Vladimir Putin, Jair Bolsonaro, Donald Trump, Xi Jingping, Nicolás Maduro, Emmanuel Macron y Andrés Manuel López Obrador son diferentes y son iguales al mismo tiempo, porque todos padecen de concupiscencia por el poder.
El reordenamiento económico del mundo no requiere de una reconfiguración política. Quizá cambie el nombre de los actores y el protagonista se convierte en primer actor secundario y éste en la estrella de la nueva narrativa, pero los jodidos continuaremos como tales. Este es el ámbito en que se mueve la regeneración nacional, ahora sabemos a dónde nos conduce.
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