CIUDAD DE MÉXICO.— El 19 de junio de 2010, México perdía a uno de los más notables cronistas mexicanos. Poco antes de las 14:00 horas, Carlos Monsiváis fallecía a sus 72 años, luego de una larga batalla contra la fibrosis pulmonar. “Monsi”, como lo conocían sus más cercanos, fue una persona culta, ávida del conocimiento y que, desde una forma muy particular, apoyó a la comunidad LGBT+.
Monsiváis nació en la Ciudad de México en mayo de 1938. Publicó principalmente crónica mezclada con ensayo, cuento y aforismo. Aunque, siendo un intelectual omnipresente y atento a todos los temas de la vida cultural del país, también hizo crítica literaria. Escribió para diversos medios de renombre, como Excélsior, Uno Más Uno, La Jornada, El Universal, Proceso, Nexos y Letras Libres.
«El libertinaje es la libertad regañada por la moral tradicional», señalaba en su libro Escenas de pudor y liviandad.
Este 2020 se cumplen 10 años de la partida de Carlos Monsiváis, visita #ContigoEnLaDistancia y conoce su vasta obra.#Monsiváis10Años https://t.co/1QBr9FApIN pic.twitter.com/IXq1wzQVMP
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Fue un amante de los gatos (llegó a tener más de 10 gatos en su casa, cada uno con su respectivo nombre). Era el maestro de la ironía, del sarcasmo, dueño de un humor ácido e irreverente que lo distinguía del resto del universo de literatos mexicanos. Dejó huella de su genialidad en sus escritos, sus fotos y sus colecciones, que puedes visitar en el Museo del Estanquillo.
Monsiváis siempre declaró su oposición al autoritarismo, al conservadurismo y a la discriminación. Estuvo siempre a favor de las luchas sociales; participó en movimientos feministas, en el movimiento estudiantil del 68 y apoyó el avance de ideas progresistas, como la despenalización del aborto. Pero sin duda, destacó por ser un luchador incansable por los derechos LGBT, aunque fuera desde la clandestinidad.
Para nadie era un secreto su homosexualidad. No lo fue para sus amigos, ni para el mundo intelectual. Tampoco para la clase política. De acuerdo con Braulio Peralta, en El Clóset de cristal, “La monchi”, como le conocían en los lugares de ambiente, frecuentaba los baños Rocío o Mina, en la Ciudad de México. Allí, entre vapores, sostenía encuentros con bellos hombres. Pero, a pesar de su militancia y de acudir recurrentemente a las zonas gays de la capital, nunca hizo una declaración pública sobre su orientación sexual.
Además de velar por los derechos de los homosexuales, sus esfuerzos también se centraron en los enfermos de VIH. Su militancia en la causa le llevó a fundar Letra S, uno de los pocos suplementos a nivel mundial que abordaba esta enfermedad. “Con la llegada del VIH se produce la explosión más cruda y valiente de Monsiváis. Ningún intelectual mexicano se entregó como él a esta causa. Lo vi llorar y expresar su dolor en manifestaciones y textos. Ayudaba a los enfermos, buscaba los medicamentos que necesitaban cuando se agotaban”, recuerda Peralta en entrevista para El País en 2019.
A Carlos Monsiváis no solo le fascinaba ver cine, también le gustaba colarse en las películas… Y no lo hizo una ni dos veces sino varias. Aquí recordamos algunas, ¿lo reconoces? #Monsiváis10Años #CulturaUNAMenCasa pic.twitter.com/veAZDmOYNY
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El cortejo fúnebre que acompañó su salida de este mundo confirmó su importancia en sociedad mexicana y en la comunidad LGBT+. Sobre su féretro reposó una bandera mexicana y otra del arcoíris, o la bandera gay. Políticos, escritores, intelectuales, periodistas, familiares, activistas, amigos y ciudadanos de a pie lo despidieron con orgullo. En el Museo de la Ciudad de México se entonó el Himno Nacional, el Ave María, se escucharon danzones y boleros y, en uno de los momentos más emotivos, se le aplaudió de manera ininterrumpida durante más de siete minutos.
Monsiváis fue un rebelde y un gran cronista. Pero también era un aficionado al cine, al que le dedicó varios ensayos y escritos. Durante más de diez años dirigió el programa El cine y la crítica en Radio UNAM, además de que llegó a participar como actor en películas como Un alma pura (1965), En este pueblo no hay ladrones (1965), Los caifanes (1966) y Las visitaciones del diablo (1968).
Deja un importante legado de obras para los mexicanos y la humanidad entre las que destacan: Días de guardar (1971), Amor Perdido (1977), Nuevo catecismo para indios remisos (1982), Los rituales del caos (1995), Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000), y su último gran ensayo Las esencias viajeras, que editó Conaculta en 2012.
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AM.MX/dsc
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