Francisco J. Siller
La prisa del presidente Andrés Manuel López Obrador por levantar el confinamiento y pensar que la pandemia del Covid-19 la tiene domada, tendrá consecuencias fatales, pues autoridades de salud esperan no solo que el pico siga en aumento, sino que se presenten rebrotes en diversas partes de la república.
Incluso el vaticinio del gobierno federal que la economía se recuperará en los meses de junio y julio, no es más que una simple falacia que el tiempo se encargará de desmentir, al igual que la famosa curva plana, de la cual nos han hablado desde el inicio del confinamiento.
En lo que los especialistas tienen razón es que la campaña de Susana Distancia es lo único que ha ayudado en evitar que la pandemia creciera con la velocidad registrada en otros países y fue un error concluirla para sustituirla por la Nueva Normalidad.
Estamos de acuerdo en la urgencia por abrir nuevamente la economía para recuperar el daño que la pandemia ha hecho a más de 12 millones de trabajadores y a cientos de miles de empresas pequeñas y medianas que han cerrado y que posiblemente no puedan remontar la crisis.
Debemos de tomar en cuenta que la pandemia, es solo un tropezón para la economía nacional que en 2019 tuvo un retroceso que la puso al borde de la recesión por un décimo de punto, pues se salió del control del gobierno federal y que este año rondará si bien nos va en una caída del PIB de 8 por ciento.
Pero no se puede exponer la salud y la vida de miles de personas por la aplicación de políticas miopes que se niegan a ver en el hoyo en el que está cayendo el país y seguir insistiendo que con programas sociales y programas de minicréditos fallidos se va a paliar la situación.
Así como López Obrador ha tenido que reconocer que los efectos del Covid-19 están superando a las acciones de su gobierno y llama a la población a extremar cuidados, también tendrá que aceptar la necesidad de apoyar a los empresarios y de escucharlos, porque ellos son el motor de la economía.
Y aún estamos a tiempo de corregir el rumbo aunque eso signifique contar con políticas contracíclicas aunque ello contemple estimular la demanda con el impulso del gobierno, adecuar su política fiscal u aumentar el déficit público.
Sin embargo el gobierno federal y eso hay que reconocerlo, no está en posibilidades actuales de gastar y distraer la inversión pública de obras como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Angeles, entre otras. O simplemente no cumplir con los 38 programas sociales que opera.
Pues hay que tomar en cuenta que desde el inicio de este gobierno existe un desperdicio de recursos por el alto costo de suspender el aeropuerto de Texcoco, la renegociación de los contratos de los oleoductos o el rescate de Pemex y la CFE.
Una de las peores equivocaciones de este gobierno está en creer que la responsabilidad de que las empresas se mantengan a flote, es exclusiva responsabilidad de los empresarios, que con los programas sociales o con los de autoconstrucción se detonará el crecimiento económico.
Mientras el presidente siga perdido en el discurso y se niega a reconocer que México no va por el camino correcto, los vaticinios de especialistas y organismos internacionales se cumplirán inexorablemente y la recuperación económica nos llevará al fin del sexenio, sólo para recuperar lo perdido en 2019 y 2020.
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