CIUDAD DE MÉXICO, 1 de noviembre (AlmomentoMX).- La figura del Don Juan, creada por Tirso de Molina en El burlador de Sevilla y recreada por José Zorrilla en el siglo XIX en su Don Juan Tenorio ha sido una de las aportaciones más productivas de la literatura española a la cultura europea: una opera, el Don Giovanni de Mozart, un poema sinfónico de Richard Strauss, el Don Juan de Molière o el de Lord Byron son muestra suficiente de la influencia que este personaje ha tenido a lo largo del tiempo en todos los campos de la creación.
El Don Juan, el burlador, debía de existir ya en el imaginario popular antes de cobrar cuerpo literario y su pervivencia como mito se debe en realidad a un talante moralizador y profundamente católico que pretende mantener dentro del orden establecido la vida y el pensamiento del pueblo.
Lo que representa Don Juan es la ruptura absoluta de todas las normas y reglas preestablecidas. Ni la moral de la iglesia ni la justicia de los hombres tienen valor alguno, únicamente la vida como juego y disfrute tiene sentido. Ese es posiblemente uno de los sueños más antiguos del ser humano: una vida vivida en absoluta libertad, y esa es la mayor pesadilla imaginable para la rígida mentalidad de la España de la Contrarreforma.
El burlador de Sevilla acaba trágicamente con un Don Juan abrasado por el fuego del infierno, el Don Juan de Zorrilla muere tras arrepentirse, redimido por el amor. Su conducta ha sido errónea y es justamente castigada. Ese desenlace, curiosamente, ha sido olvidado en la trasposición del mito a la realidad: hoy “ser un Don Juan” es un halago, el mayor elogio que se le puede hacer a un “macho”.
Si un hombre recibe tal calificativo tenemos que entender que, en primer lugar, una de sus principales ocupaciones es la de seducir mujeres, y en segundo lugar, que además las mujeres caen literalmente rendidas a sus pies.
Un par de versos conocidos por casi todo el mundo y esa idea básica del hombre capaz de seducir a cualquier mujer, incluyendo a una monja, es todo lo que ha quedado del Don Juan. ¿Qué motivos han llevado a una simplificación tan radical de un personaje literario lleno en sus orígenes de matices y contradicciones morales?
Es cierto que es tradición el representar el Don Juan Tenorio de Zorrilla en muchos teatros españoles durante la festividad de Todos los Santos el día 1 de noviembre, y que es seguramente una de las obras literarias que cualquier español conoce, al margen de su nivel cultural o condición social ( conoce el nombre y en muchas ocasiones el argumento, lo que no quiere decir que la haya leído); sin embargo, al menos desde mi punto de vista, la frivolización del mito ha hecho olvidar el trascendente retrato que Tirso de Molina hizo de la condición humana mediante ese personaje contradictorio que, empujado por su absoluto egoismo, enfrenta duramente la esencia del instinto con las creencias religiosas, normas de conducta y leyes, a menudo absurdas, con que el hombre civilizado ha intentado someter ese instinto a lo largo de los siglos.
La obra, que aunque es de carácter romántico, es escenificada en muchos teatros en el Día de los Difuntos, rompe con la tradicional regla de las 3 unidades. Se caracteriza por una abundante cantidad de actos, que aparecen titulados. Su estructura externa se divide en dos partes:
La primera parte desarrolla una aventura humana y amorosa.
La segunda parte se centra sobre todo en el espíritu religioso y sobrenatural.
Dadas estas dos partes tan diferenciadas, se abre paso una obra de pura y meditada reflexión.
Ambas partes, se desarrollan cada una en una noche y existe una diferencia temporal de 5 años entre ellas. Esta obra, que añora el pasado (característica propia y común del Romanticismo tradicional), se sitúa en la España de Carlos V.
Su personaje principal, Don Juan, presente en El Burlador de Sevilla, es un joven amoral, libertino, que va seduciendo a mujeres, da igual el número, que finalmente vive un encuentro sobrenatural desencadenando así el último momento de la obra, su salvación o condena eterna. José Zorrilla, a diferencia de la obra barroca, se centra en una sola aventura amorosa y presenta a un personaje principal, en este caso Don Juan, que se arrepiente y consigue la salvación por medio del amor.
Su segundo personaje es don Luis Mejía, quien Don Juan acaba matando en la obra. Este personaje se ha visto como una representación del pecado de Don Juan. Por lo mismo, la muerte de Luis Mejía simboliza el final de su vida pasada.
Doña Inés, el personaje opuesto a Don Juan, es quien aporta la bondad y la inocencia a la obra. Doña Inés es quien doblega la maldad de Don Juan y se le pinta muy próxima a la divinidad: un ángel de amor que es capaz de actuar como mediadora entre Dios y el mundo. En ella, José Zorrilla, intenta representar la creencia en la salvación del ser humano, reflejando la importancia que tiene para el ser humano, los valores de bondad y fe. También la posibilidad de encontrar el amor verdadero.
Un poco de la obra…
La apuesta: Don Juan apuesta con don Luis Mejía, su competidor, que en el plazo de seis días seducirá a Doña Inés, una novicia que está a punto de convertirse en monja, y también a Doña Ana, con la que don Luis va a casarse.
Don Juan consigue su propósito, pero se enamorada perdidamente de Doña Inés, raptándola. El Comendador, padre de Inés y don Luis buscan venganza. Don Juan, tras intentar una reconciliación con ellos sin éxito, los mata y tiene que huir de Sevilla. Es cuando Don Juan declara su verdadero amor a Doña Inés antes de la tragedia. De ahí estas famosas líneas: ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?”.
Muerte y salvación: Cuando Don Juan regresa cinco años más tarde a Sevilla, su hogar, su palacio, recoge un panteón que alberga los sepulcros de don Luis Mejía, el Comendador y de doña Inés, quien murió de tristeza. Al final de la obra, la estatua del Comendador, intenta arrastrar a don Juan al infierno, pero el espectro de doña Inés intercede por él, consiguiendo así su arrepentimiento y su salvación eterna.
Hay un amor imposible entre don Juan y doña Inés porque don Juan tuvo que huir a Italia tras matar a su padre y a Don Luis. Debido a este amor imposible doña Inés se muere de pena.
Es un final trágico por la muerte de los dos enamorados.
La novicia gana la apuesta y los dos suben al cielo rodeados de ángeles, cantos e imágenes celestiales.
Una bella historia de amor… Sin duda.
José Zorrilla perteneció a una familia de ideales monárquicos absolutistas y comenzó sus estudios de Derecho que posteriormente abandonó. Empezó a ser conocido en el círculo literario a partir de que narrase en el funeral de Larra, unos versos en el cementerio en su honor. Puede decirse que es de los pocos autores de aquella época que gozó de fama en vida: viajó a Francia y vivió una temporada en México. Su obra, ideológicamente hablando se centra en el romanticismo tradicional.
AM.MX/fm
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