CIUDAD DE MÉXICO, 14 de julio (AlmomentoMX).- Segundo hijo del pastor luterano Erik Bergman (1886-1970) y Karin Åkerblom, Ingmar Bergman nació el 14 de julio de 1918 en Upsala, Suecia. El mundo metafísico de la religión influyó tanto en su niñez como en su adolescencia.
Su educación estuvo basada en los conceptos luteranos: «Casi toda nuestra educación estuvo basada en conceptos como pecado, confesión, castigo, perdón y misericordia, factores concretos en las relaciones entre padres e hijos y con Dios», escribe en sus memorias.
«Los castigos eran algo completamente natural, algo que jamás se cuestionaba. A veces eran rápidos y sencillos como bofetadas y azotes en el trasero, pero también podían adoptar formas muy sofisticadas, perfeccionadas a lo largo de generaciones».
Muchas de sus obras están inspiradas en esos temores y relaciones violentas. El ritual del castigo y otras anécdotas de su infancia aparecen escenificadas en una de sus más reconocidas películas, Fanny y Alexander, donde Alexander es un niño de diez años que es trasunto del pequeño Bergman.
Bergman cursó estudios en la Universidad de Estocolmo y obtuvo la licenciatura en literatura e historia del arte con una tesis sobre el dramaturgo August Strindberg.
Hasta 1942 dirigió el teatro universitario y, posteriormente, fue ayudante de dirección del Gran Teatro Dramático de Estocolmo.
En 1943, la productora Svensk Filmindustri (SF) lo contrató para el departamento de guiones. Un año más tarde, la misma empresa produjo una película a partir de su novela corta Tortura, que dirigió Alf Sjöberg.
Entre 1944 y 1955 fue responsable artístico del teatro municipal de Helsingborg, etapa en la que también dirigiría su primera película, Crisis (1946), producida por la SF, y realizó una serie de adaptaciones para el productor independiente Lorens Malmstedt, en las cuales aparecen ya sus preocupaciones existencialistas y que merecieron cierto reconocimiento entre el público y la crítica de su país.
Sin embargo, hasta la aparición de la comedia Sonrisas de una noche de verano, el nombre de Bergman no empezó a ser internacionalmente conocido. El éxito que alcanzó esta película en el Festival de Cannes de 1956 lo convirtió en el autor de moda dentro del cine europeo, y ello propició que se recuperaran numerosos filmes anteriores suyos.
El cine de Bergman recoge la influencia formal del expresionismo y de la tradición sueca, en especial la de Victor Sjöström, y destaca por su gran sentido plástico, casi pictórico, y el aprovechamiento de las posibilidades del blanco y negro. Sus filmes giran en torno de una serie de constantes temáticas, en especial la muerte y el amor, marcadas por las preocupaciones existencialistas y religiosas del autor, y abordadas con un tono metafísico y una densidad de diálogos motivada por sus inicios en el teatro.
El séptimo sello (1956)
En el amplio conjunto de su obra ha escrito, producido y dirigido películas que abarcan desde la comedia ligera al drama psicológico o filosófico más profundo. En sus comedias, el contenido sexual está en mayor o menor medida presente, si bien tratado con extremo lirismo.
La película más emblemática dentro de su filmografía por su gran repercusión entre el público y la crítica es El séptimo sello (1956), una lúgubre alegoría que indaga en la relación del hombre con Dios y la muerte, para la cual empleó recursos narrativos basados en la iconografía cristiana, aunque incorporando audacias personales de gran eficacia. Su virtuosismo técnico se hace evidente en Fresas salvajes (1957), recreación de su propia infancia para la que utilizó una estructura de narraciones superpuestas.
La posición de Bergman como director se consolidó plenamente a lo largo de la década de 1960. La obra más representativa de esta etapa es quizá Persona (1966), donde destacan las simetrías compositivas, los primerísimos planos y el empleo evocador del sonido y la música.
Bergman continuó explorando en esta película el alma humana, su incapacidad para la comunicación, para sentir y recibir amor. Los setenta son ya años de pleno reconocimiento internacional para el director, en que los éxitos y los premios se suceden: Cannes, Hollywood, Venecia, Berlín… Su dedicación al cine no le impidió, sin embargo, continuar trabajando para el teatro y la televisión.
En 1976 abandonó su país por problemas fiscales y se instaló en Munich, donde creó su propia productora. De estos años data su película más encantadora y vital, Fanny y Alexander (1982), de la que el mismo autor comentó: «Por fin quiero dar forma a la alegría que, a pesar de todo, llevo dentro de mí y a la que tan rara vez y tan vagamente doy vida en mi trabajo.» Posteriormente Bergman publicó sus memorias en dos volúmenes, Linterna mágica (1988) e Imágenes (1990), y escribió guiones cinegrafográficos para otros directores, entre otros su hijo Daniel.
El director falleció a los 89 años el 30 de julio de 2007 en la isla de Fårö, donde se había retirado. Aquel mismo día falleció también el cineasta italiano Michelangelo Antonioni.
Este Maestro del cine cumpliría hoy 100 años, y aunque recordar solo 10 es injusto, parece adecuado el solo pronunciar su nombre -“Ingmar Bergman”-, para a continuación conocer, comprender y apreciar su obra considerando las que al gusto de su servidor, fueron, son y seguirán siendo sus mejores películas.
Såsom i en spegel (A través del espejo, 1961)
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Ganadora del Oscar, la crudeza del relato exhibe una honestidad brutal por parte de Bergman, el cual se refleja como un padre incapaz de captar las necesidades y problemas de sus críos: Un escritor frío y distante pasa unos días con sus hijos, un adolescente y una joven con problemas mentales, casada con un médico que la cuida con un fervor que raya en lo absurdo. Cuatro personajes atrapados en una cabaña, la estancia desencadena una crisis familiar que exhibe la incompetencia empática y las pobres condiciones psicológicas a causa del distanciamiento patriarcal. Un relato semi biográfico si tomamos en cuenta que el director (escritor) reside en la isla de Faro y que en su libro menciona que alguna vez se disculpó con sus hijos por ser un perezoso padre, a lo que ellos respondieron: “¿Padre? Tú no has sido un padre en lo absoluto”. Mención honorífica a su musa Harriet Andersson, que entrega una demencia entrañable y tierna.
Sommaren med Monika (Un Verano con Mónica, 1953)
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Hago hincapié en la anterior cinta para poner en correcto contexto el majestuoso manejo de las atmosferas de Bergman y consecuentemente compararla con esta juguetona, provocadora y censurada cinta. Si bien en el espejo Bergman dotó a aquella isla de un entorno claustrofóbico resultado de la demencia, eje central del personaje de Andersson, con Monika, el director y su musa (En verdad, la sueca era sumamente hermosa) proyectaron la inestabilidad amorosa y la aventura juvenil a partir de un verano vulgar y sumamente sensual: Dos jóvenes abandonan sus familias y trabajos para pasar unas semanas a solas en el archipiélago. Monika es real, el detonante de la pasión precoz y la manzana de la tentación para el hombre¡Todo que perder! La ilusión ¡Todo que ganar! La perdurabilidad de aquel momento que comparte la audiencia con esta Lolita, a la cual el cineasta sabe hacer relucir como una de las perdiciones más inolvidables del cine
Tystnaden (El Silencio, 1963)
La mujer como eje central de la expiación es un símbolo natural en su obra (El hombre está ausente o secundario). El Silencio acentúa este factor con tonos impetuosos y perturbadores para la sociedad: Dos hermanas y el hijo de una de ellas vuelven de un viaje cuando la enfermedad de una de ellas les obliga a permanecer en un hotel; mientras la enferma trata de reprimir sus deseos sexuales hacía con su “hermana”, la otra tratará de escapar del tedio buscando otros encuentros. Sin duda su película más escandalosa pero también una de sus más astutas, en dónde el misterio viene del mismo silencio narrativo no sólo del niño testigo, sino de los hechos mismos. Bergman construye un relato escondido en los límites de la percepción, imaginación y el morbo humano en la última parte de su trilogía llamada “La Falta de Dios”; el espectador juega con aquel deseo incestuoso, pero en realidad ¿La hermandad es de sangre o solo espiritual? El maestro dice más con silencio que con las imágenes y el público interpreta según su situación ¡Genial!
Höstsonaten (Sonata de Otoño, 1978)
Un intenso drama que responde al fervor por el matriarcado que profesa el director y que de la mano de la otra Bergman, Ingrid, ofrece una de las interpretaciones colectivas más memorables del cine. En realidad podría decirse que es una cinta atípica, no por la falta de pasión ni temática, sino por el aterrizaje del argumento en planos sumamente realistas, efectivos y emocionalmente empáticos en su totalidad: Una famosa concertista de piano no ha visto a su hijas en siete años, una de ellas casada con un pastor protestante y la otra incapacitada. En esta tensa e importante decisión de por fin enfrentarse al amor y al odio de sus hijas, se funde un himno de solemnidad por parte de Bergman en una especie de testimonio familiar visto desde el exterior. Nótense los elementos clave de su obra en la ausencia de la figura líder, la incapacidad física o mental de uno de los miembros y la disparidad emocional del otro, así como el confinamiento a un hogar destinado a convulsionarse. Poderosamente actuada, esta sería la última actuación de Ingrid
Jungfrukällan (El Manantial de la Doncella, 1960)
Oscar, Globo y premio especial del Jurado Cannes para un cuento de princesas al estilo Bergman; un compendio fílmico que comprende, a partir de una fábula, uno de los temas más complejos y graves que persisten en la sociedad incluso en la actualidad: el abuso sexual a la mujer: En la Suecia de la Edad Media, una princesa debe viajar al altar de la Virgen para ofrecer su ofrenda, sin embargo su dama de compañía la abandona y enseguida se encuentra con dos pastores que la invitan a su casa. Ingenuidad e inocencia embelesadas con un sentido de venganza, la mayor virtud en el rubro de lo “fantástico” del cineasta es ver como de la simpleza argumental emana un relato de sentido crítico que por supuesto, no abandona el aspecto espiritual y provocador del autor. Provista de un diseño de producción y fotografía fastuosos, desde cierto punto de vista esta cinta sería una ideal introducción para todos aquellos ajenos a su obra.
Persona (1966)
Si la anterior es una introducción a su mundo, Persona es la graduación en cuanto al estudio y comprensión del mismo. Su obra favorita es en realidad un experimento surreal sobre la presencia espiritual y metafísica del mismo ser. A través del diálogo y variados simbolismos visuales, Bergman lleva a cabo un compendio de los elementos suscritos en su obra: religión, sexo y muerte (El prólogo adquiere coherencia después de varios visionados) dentro de una historia de vanidad y abandono físico donde una enfermera debe cuidar a una antigua y célere actriz tras esta ser dada de alta del sanatorio. Nuevamente teniendo a la mujer como estandarte de esta transfiguración, muchos piensan que este esbozo de imágenes y diálogos representan solo una pretensión audio visual, un mero capricho o reproche testimonial a sus creencias y misma obra, y quizá tengan razón, pero al mismo tiempo, siendo una cinta difícil de apreciar y no apta para todos, su genialidad raya exactamente donde los demás apuntan su error, pues verdaderamente es única.
Viskningar och rop (Gritos y Susurros, 1972)
La hegemonía de la feminidad ve su pináculo en esta multi galardonada obra maestra. Un color rojo oscuro que evoca la sangre y religión pinta las paredes, los techos y el piso de una mansión en la que 3 hermanas se reúnen debido a la próxima muerte de una de ellas. Pronto los recuerdos comienzan a surgir y entre ellos los fantasmas: disfuncionalidad familiar, infidelidad, falta de espiritualidad y sobre todo muerte, esta última en uno de sus mayores referentes narrativos. Sobre este ensayo el director recalca la ausencia del “hombre”, usándolo como mero valor simbólico para que el poder y la ternura femenina desemboquen un cuento dramático que raya en lo fantástico y romántico; al final la revelación se tornará como su color, pero su ritmo sobrecogedor hará vivir al espectador un efecto de paz en dicha transición. Nominada a 5 Oscar incluidos película, director y guion, solo se terminó por llevar el de fotografía.
Fanny och Alexander (Fanny y Alexander, 1982)
Ganadora de 4 Oscar, BAFTA, Globo de Oro y galardón de prensa en Venecia, su última película es, según él mismo, su ensayo más personal y biográfico. En ella se narran las desventuras de los hermanos Fanny y Alexander, dos niños testigos del crecimiento y crisis de una familia sueca de finales del anterior siglo, y en donde el autor aborda desde la situación relacional de los miembros y conflictos financieros y laborales, hasta la muerte del patriarca y el casamiento de la madre con un estricto pastor de doble moral ¿Resulta cercano? Pero el maestro no podría quedarse solo en ese plano; principalmente a través de Alexander, sumerge al espectador en una atmósfera y visión infantil que enriquecen una odisea que traduce complejos temas religiosos, sexuales y paranormales en anecdotarios llenos de simpleza e inocencia. Poseedora de una narración progresiva en ritmo e intensidad, su último acto de expiación y detonación anti espiritual se convierte en un deleite, quizá el remanente visual más ideológico sobre el tema de parte del director que en realidad, nunca dejó de visionar al arte como un “Alexander”.
Smultronstället (Fresas Salvajes, 1957)
Ganadora del Globo y el Oso de Oro, es difícil encasillar a esta formidable y rica cinta en un solo género. Funciona como un drama, al enfrentar a nuestro inolvidable héroe con sus relaciones presentes y pasadas; funciona como una comedia, por la misma naturaleza del mismo protagonista y de los diálogos repletos de un humor fino; funciona como una obra surreal, al nuevamente Bergman enfrentarse con el inminente lecho de muerte y con los recuerdos de un primer amor en un campo donde crecen fresas salvajes; y finalmente funciona como una road movie, una seductora y entrañable. Un eminente médico debe ir a Estocolmo para recibir un homenaje de su universidad. Al principio dudoso, se ve en un sueño muerto, así que decide emprender el viaje en coche con su nuera, deteniéndose en una vieja casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño. No hay mejor palabra para etiquetar esta película que “hermosa”; una experiencia inolvidable llena de emoción, sentimiento y pasión donde vemos una de las versiones más esperanzadoras del Maestro
Det sjunde inseglet (El Séptimo Sello, 1957)
Ganadora del premio especial del Jurado en Cannes, quizá para algunos puristas esta podría ser la cinta más convencional de Bergman ¡Vamos! Su traductor artístico de lo surreal en su estatus místico hacía con la mortalidad. Pero entonces ¿Qué es lo que hace al Séptimo Sello su joya más redonda y sustancial? La dulce ironía en el obvio humor negro y provocador el sueco al enfrentarse narrativa y directamente al elemento clave de su obra: La Muerte. La Peste Negra asola Europa y tras 10 años en las Cruzadas, un caballero y su leal escudero regresan de Tierra Santa; en el camino el caballero se encuentra con la Muerte que lo reclama, sin embargo el cruzado propone jugar una partida de ajedrez con la esperanza de obtener de Ella no solo la vida, sino las respuestas a las obsesiones de Bergman y de la vida: la naturaleza de la muerte y la existencia de Dios. El autor se expía bajo un ritmo que deja sin aliento, ágil y complejo en su diálogo existencial y espiritual y sumamente oscura y entretenida en una odisea asolada por el paso de la peste… la muerte. Al final este enfrentamiento reflexivo entre el autor y su miedo – amor más profundo desembocará en una respuesta inolvidable.
AM.MX/fm
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