Por David S. Celin
Año con año, desde 1978, la comunidad LGBT+ tiñe a la Ciudad de México de rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Es un arcoíris: nunca igual, siempre diverso. Caminan/corren/gritan/marchan para hacer valer sus derechos. Quieren dejar de ser invisibles. Otros más, lo hacen para recordar a los que ya no están, a los que el odio ha matado.
El día en que se realiza, las calles del centro capitalino dejan de ser sobrias y abrazan los colores del arcoíris. Banderas multicolor, globos, mantas, carteles y demás, adornan el recorrido de los disidentes sexuales. “No qué no, Si que sí. Otra vez volvimos a salir”, gritan algunos. Otros el tradicional: “¡No somos uno, nos somos 100, pinche gobierno cuéntanos bien!”. Unos más: “El que no brinque es buga [heterosexual]”.
Este 29 de junio se realizará una nueva Marcha del Orgullo LGBT+. En esta ocasión, tiene como tema principal el recuerdo del “baile de los 41”, por aquello de que este año es la edición número 41; sin embargo, el historiador y cronista LGBT+, Alonso Hernández, cuestiona el por qué mejor no se recordó los 50 años de las Revueltas de Stonewall Inn, los cuales dieron inicio al movimiento (no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo).
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Un poco de historia:
La primera vez…
En una charla, realizada en un parque de la alcaldía de Coyoacán, Alonso Hernández, quien pronto viajará a Berlín a presentar una ponencia sobre archivos históricos del Movimiento LGBT+, nos contó aspectos relevantes sobre la marcha, que cada último sábado de junio recorre una de las principales avenidas de la Ciudad de México: Reforma y que, al menos desde el año 2000, llega al Zócalo capitalino.
De acuerdo con Alonso, en julio de 1978 “fue la primera vez que un grupo organizado [de homosexuales] salió a las calles, en esta caso la FHAR [Frente Homosexual de Acción Revolucionaria], en la conmemoración al asalto al cuartel Moncada, una marcha para recordar la Revolución Cubana”.
Continúa: Para el 2 de octubre de 1978, en la conmemoración del décimo aniversario de la matanza de Tlatelolco, tres grupos configuraron un contingente lésbico-homosexual: Oikabel, compuesto por lesbianas; FHAR, básicamente formado por hombres, y LAMBDA, el primer grupo mixto.
Estos tres grupos, unidos, marcharon en esa ocasión. A su entrada a la Plaza de la Tres Culturas fueron recibidos entre aplausos, aunque en el camino se les insultó. Incluso, el Partido Comunista atrasó su contingente para “no ser confundidos” con los “jotos, degenerados” que marchaban junto a ellos.
Para el también activista LGBT, la primera Marcha del Orgullo en México se realizó el 30 de junio de 1979, la cual era una marcha un tanto tímida y ‘chamaqueada‘ por la policía, la cual desvió el contingente por la calle de Lerma, lateral a Paseo de la Reforma y que concluyó en la hoy desaparecida Plaza Carlos Finlay, en donde actualmente se localiza el edificio del Registro Público de la Propiedad y de Comercio de la Ciudad de México.
La lucha sigue
Ahora la marcha pasó a ser un carnaval, con la exposición trivial de cuerpos, de marcas comerciales [cof cof… Uber, HSBC…], de coronación de reinas del raiting televisivo [Galilea Montijo]. Sin embargo, el movimiento no se trata de eso o, por lo menos, no únicamente, porque tampoco se trata de solemnidades. El objetivo principal de esta marcha se trata de reivindicación política y la lucha por derechos negados por años.
Aunque, como dice Alonso, no podemos dejar de lado el sentido del humor, la risa, la alegría, el goce, que siempre han sido ingredientes de la comunidad LGBT+. Eso sí, sin correr el peligro de que se vuelva en una fiesta multitudinaria, sin compromiso, “donde se da color al calendario, pero que carece de más contenido que el comercial”.
El cronista denunció que actualmente, la marcha del Orgullo se organiza entre dimes y diretes; en ocasiones, al menos desde hace 5 años, las marchas se llenas de voces que se contraponen, que se confrontan y se abren. Las marchas se organizan entre activistas entregados a la causa (y aquellos que solo viven del activismo, y han hecho del mismo un negocio o una forma de obtener privilegios, de viajar o promocionarse), así como de empresarios entregados al negocio, y de oportunistas entregados a la rapiña proselitista.
En la charla, Alonso Hernández recordó el Manifiesto “Eutanasia al movimiento lilo“, documento que debería volverse a leer y analizar, y darse cuenta que sigue vigente a pesar de que se publicó en 1984.
Los esfuerzos se desmoronan: El Sida
De acuerdo con Alonso, en la primera marcha, la del 76, solo salieron unas 50 personas. A la primera urgencia, porque marchar fue por más visibilidad, le siguió la búsqueda por el reconocimiento de derechos que les fueron negados con el paso del tiempo. Comenzaron a denunciarse los actos que vivían día a día: violaciones, violencia, muerte.
A finales de la década, y a pesar de ir ganando espacios, volumen de voz y atención social, una nueva lápida cayó sobre el movimiento homosexual: el Sida, y se produjeron nuevas preocupaciones y nuevas demandas. Ahora, también se buscaba decir que “el sida no es un problema de homosexuales, es un problema de la humanidad”.
Con la llegada del Sida, “todos los esfuerzos de los años anteriores, se desmoronaron”. Pues esta enfermedad despertó la homofobia latente de la sociedad mexicana. Pero la actitud en la Ciudad de México fue distinta. Artistas, intelectuales y algunas autoridades argumentaban que ante tales sucesos, ni el prejuicio ni el linchamiento eran la solución. Ahora, el lema era: “Más unidos que nunca contra el Sida”.
Cabe resaltar el trabajo del bar “El Taller”, el cual fue uno de los primeros lugares en tomar conciencia de la crisis; el escritor Luis González del Alba, de la mano de los grupos de activistas Cálamo y Guerrilla Gay, dieron pláticas de prevención de VIH/Sida, entre otras actividades. Así, el 14 de abril de 1987, comenzaron “Los Martes de El Taller”, los cuales siguen dándose, pero ahora en la Librería Voces en Tinta y bajo el mando de Alonso Hernández.
Y llegaron al Zócalo
Ya para los años 90, el discurso homosexual se consolidó. Ya se podía andar por las calles céntricas de la Ciudad de México pese al asombro y las infundadas críticas de quienes se negaban a ver la realidad. El contingente, que año a año salía, aumentaba. Ya era una multitud que mostraba su repudio a las costumbres sociales y sexuales impuestas por una sociedad falocéntrica y heterosexista. Ahora era una multitud dispuesta a luchar por sus derechos, pues “¿mismos impuestos? ¡Mismos derechos!”.
La sociedad capitalina comenzó a mostrar su apoyo y empatía con el movimiento. Ya no eran sólo gritos de repudio; ahora, a su paso, los contingentes reciben aplausos. Cada año varía la consigna principal, aunque la demanda principal siempre ha sido el reconocimiento como seres humanos. Ellos quieren: “derechos iguales ¡a lesbianas y homosexuales!”.
Además, el movimiento de liberación homosexual ha servido para denunciar tanto la corrupción e ilegalidad, represión, censura social y violencia que han sufrido por revelarse a las normas heterosexuales impuestas.
Poco a poco, la marcha del Orgullo se convirtió en una práctica urbana, que invade espacios que antes eran impensables ocupar. Pasar de cerrar la marcha en el Hemiciclo a Juárez, en la Alameda Central, a cerrar en el primer cuadro de la Ciudad de México, ha significado un largo proceso y una lucha incansable. A decir de Alonso, fue hasta el año 2000, cuando la activista Patria Jiménez comenzó a gritar “Zócalo”, “Zócalo”, “Zócalo”…
Y así llegaron a lo que es el centro de la capital, un espacio donde residen los poderes fácticos desde épocas ancestrales. Al oriente está el Palacio Nacional; al este, la jefatura de gobierno; al norte, la Catedral y al sur, la Suprema Corte de Justicia. Además, recordemos que otro logro fue el salir desde la Glorieta del Ángel de la Independencia, un punto de referencia de la Ciudad de México [en un principio salían de la explanada de los Leones, en Chapultepec].
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Así, año con año, la comunidad LGBT+ ha ido construyendo los andamiajes de la visibilidad, avanza en la eliminación de aquellos mecanismos de opresión que implementa la heteronormatividad, el falocentrismo y el machismo. Y aunque en su paso se ha encontrado obstáculos que detienen su andar, la comunidad no se detiene. Busca el final del arcoíris.
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AM.MX/dsc
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