Por: Mario Ruiz Redondo
Por la mañana del siguiente día de nuestro arribo a Managua, en la primera semana de julio de 1979, para entrevistar en su oficina del bunker subterráneo de la capital nicaragüense, al dictador general Anastasio Somoza Debayle, iniciaríamos un recorrido por la destruida ciudad, escenario de los combates entre los jóvenes de la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y los veteranos soldados de la Guardia Nacional.
En el día anterior, la travesía aérea desde San José, Costa Rica a San Salvador y de ahí, en el último vuelo que realizaría un avión de Lanica, a la Zona de Guerra en la tierra del poeta Rubén Dario y del insurgente antiestadounidense, César Augusto Sandino, acompañado de mi compañero fotógrafo de EXCELSIOR, Eduardo Zepeda, así como de mi colega y amiga Ana Cristina Peláez, reportera del noticiero “24 Horas” de Jacobo Zabludovsky, del entonces Telesistema Mexicano (hoy Televisa), y sus dos camarógrafos, a quien compartiría el encuentro con el aún abanderado de la Dinastía Somoza, que por cuatro décadas se había mantenido en el poder, a sangre y fuego.
Una entrevista que había logrado, gracias a mi relación personal con Luis Pallais Debayle, primo del Presidente y líder del Congreso nicaragüense, a quien había conocido y tratado dos años antes, luego de haber logrado la primera entrevista que concediera la Dirección Nacional del FSLN, a cargo de su más prominente comandante, Humberto Ortega Saavedra, en las “Montañas de Nicaragua”.
Con la certeza otorgada por el legislador, de que podríamos desplazarnos sin ningún problema por Managua, con la recomendación, de que en caso de que hubiese alguna dificultad, me comunicara con él al Hotel Intercontinental, donde operaba con su equipo de congresistas, iniciamos el trabajo periodístico a temprana hora.
Nos llamaría la atención un letrero que sobresalía entre los escombros, en el que se podía leer el nombre del periódico La Prensa, que había sucumbido ante el ataque de las fuerzas somocistas, que en 1978 habían asesinado a su fundador y director Pedro Joaquín Chamorro.
Avance por las colonias populares, donde los adoquines habían sido arrancados de la calle para formar barricadas, mientras en los patios de las casas las familias enterraban a sus muertos, ante la imposibilidad de hacerlo en los panteones.
Panorama desolador, en el que las huellas de la artillería gubernamental estaban en paredes, puertas y ventanas, mientras que también sobresalían de manera impactante, los hoyos dejados al explotar las bombas arrojadas desde los aviones T-33 de la Fuerza Aérea gubernamental.
Búsqueda de la noticia, que en determinado momento nos lleva a lo que alguna vez fue La Prensa, el rotativo opositor de la Dictadura de los Somoza. Decidimos entrar, para conocer los estragos de la violencia en contra del otrora medio de comunicación impreso más importante del país, con lo que se consumaría el mayor atentado a la libertad de expresión en suelo nicaraguense.
Cuando nos encontrábamos en lo que había sido la Redacción, escuchamos de pronto el ensordecedor ruido de una ráfaga de ametralladora disparada al aire por un militar, acompañado por un grupo comando que apuntándonos con sus armas, nos ordenaban levantar los brazos, para interrogarnos de inmediato acerca del motivo de nuestra presencia en el lugar.
Después de explicarles que éramos periodistas mexicanos, nos exigieron también la entrega de los pasaportes que acreditaban nuestra nacionalidad. Por aquellos días, el gobierno del Presidente José López Portillo, había cancelado las relaciones diplomáticas con el de Anastasio Somoza Debayle, lo cual hacía delicada y difícil nuestra situación.
Sin embargo, después de explicarle al comandante del grupo de la Guardia Nacional, que nos encontrábamos en Nicaragua, invitados por el Presidente de la República, y que si tenían alguna duda los podría comunicar con el dirigente del Congreso Pallais Debayle, su actitud cambió radicalmente y bajaron el tono amenazante de sus palabras y de sus armas, para permitirnos continuar nuestro recorrido, advirtiéndonos de los graves riesgos que corríamos, al mantenerse todo el país en guerra.
Un episodio de los muchos de alto riesgo, que viviríamos en la nación centroamericana, donde la Dictadura de un solo hombre respaldado por Estados Unidos, se acercaba a su final el 19 de julio de ese año, al ser derrotado por la insurgencia sandinista, que le llevaría a huir para refugiarse en Miami, Florida, el paraíso del exilio caribeño, centro y sudamericano.
Las ruinas del periódico La Prensa de la familia Chamorro, quedaría como símbolo de la intolerancia de un gobernante perpetuado en el poder omnipotente, teniendo en un puño los Poderes Legislativo y Judicial y de los militares.
Hoy, casi 40 años después de la derrota de la infame Dictadura de los Somoza, representada en su última etapa por Anastasio, adiestrado militarmente por Washington, Nicaragua vuelve a sufrir la misma sintomatología, ahora a manos de Daniel Ortega Saavedra, uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional de la guerrilla sandinista, que combatieron y vencieron con las armas, a quienes sometieron a toda una nación.
Ortega Saavedra, de 73 años de edad, desquiciado por el poder de la fuerza del Ejército sandinista, habilitado como Policía Nacional, no solamente aplica el mismo esquema de corrupción y enriquecimiento ilícito, sino ha ido más allá de su intolerancia, al imponer como vicepresidenta a su cónyuge Rosario Murillo Zambrana, de 67 años.
Uso de la represión como instrumento favorito para mantener un estado de terror y de avasallamiento en un país cada vez más pobre, por su mal gobierno, donde, como en el pasado, el gran empresariado nacional y extranjero, es beneficiados por el régimen.
Acumulación formal de casi 22 años en el mando principal de Nicaragua, primero como coordinador de la Junta de Gobierno Sandinista (1981-1985), luego, Presidente de la República (1985-1990). Pierde el poder junto con el FSLN, convertido en partido político, ante la ex correligionaria Violeta Barrios viuda de Pedro Joaquín Chamorro, quien asume la Presidencia en enero de 1990; cede la estafeta a Arnoldo Alemán (1996-2001) y éste a Enrique Bolaños (2001-2007).
Abanderando de nuevo la causa del FSLN, Daniel Ortega Saavedra, gana a finales de 2006 la elección Presidencial y asume de nuevo el control del país el 10 de enero de 2007, el cual ha prolongado, reformando la Constitución, para ser reelegido hasta 2022.
Fortalecimiento del ex guerrillero, en la figura de un caudillo populista, que lo mismo que los Somoza Debayle, ahora ha instaurado en Centroamérica, una nueva dinastía familiar, la de los Ortega Murillo, que en sus orígenes condenaría la corrupción de sus antecesores, con el compromiso de acabar con la pobreza extrema que agobiaba a más de la mitad de la población nicaragüense, abanderando la causa del logro de una reconciliación y armonía nacional, garantizando un cambio de actitud para las buenas relaciones con Estados Unidos, que chocaría con una alianza estratégica con los gobiernos cubano de Fidel Castro y del venezolano de Hugo Chávez.
Bajo la poderosa influencia de su pareja, la exageradamente ambiciosa vicepresidenta Rosario Murillo Zambrana, Daniel ha expandido gradualmente su control sobre todas las instancias que actualmente lo mantienen en una condición de dictador, donde las libertades han sido atropelladas con el uso de las fuerzas armadas surgidas del pueblo, que ahora reprimen al mismo por consigna de su comandante supremo.
Intolerancia total hacia el menor indicio de críticas a su gobierno, las cuales tuvieron su momento más relevante a partir del último abril, cuando surgiría la alianza de universitarios y sociedad civil, para condenar la dictadura Ortega-Murillo, demandando también su renuncia, las cuales tendrían como respuesta la represión policíaca-militar-paramilitar, con saldo de más de 400 muertos, así como centenares de encarcelados y desaparecidos, además de declarar fuera de la ley a nueve Organizaciones No Gubernamentales.
Reactivación de la conducta totalitaria de Daniel Ortega Saavedra en los días recientes, al ordenar a las fuerzas sandinistas tomar por asalto y apoderarse de manera ilegal, de las instalaciones del diario Confidencial (Invermedia), y los programas de televisión Esta Semana y Esta Noche (Promedia), de las empresas dirigidas por Carlos Fernando Chamorro, hijo Pedro Joaquín Chamorro, considerado como Mártir de la Libertad de Expresión de Nicaragua, al ofrendar su vida al luchar en contra de la dictadura de los Somoza.
A una semana de los acontecimientos, ambos medios de comunicación, a los que se suma la Consultora Ambiental Cabal, de Desirée, esposa de Carlos Fernando, aún se encuentran ocupadas y bajo amenaza de ser confiscadas por la dictadura Ortega-Murillo, que confirman que en los días finales de 2018, Nicaragua vive un estado de sitio de hecho, en un régimen de excepción en el que todos los derechos constitucionales han sido suspendidos, como ocurre con el de manifestarse públicamente, de la libertad de expresión, de la propiedad privada y el de la prensa libre.
Desde el periódico La Prensa, propiedad de la familia Chamorro, su hermano Pedro Joaquín ha publicado este miércoles 19 de diciembre, condenando el atropello gubernamental: “Se conculca la libertad de expresión, que es el derecho constitucional de todos los nicaragüenses a expresarse y estar informados por los medios de comunicación; se conculca la libertad de prensa, que es el derecho de los periodistas a ejercer el derecho de informar al público y se conculca la libertad de empresa al confiscar arbitrariamente los bienes de empresas legalmente constituidas, un retroceso a los años 80 donde las confiscaciones eran el “plato del día”.
“También el sábado
15 el Estado policial prohibió otro derecho constitucional, que es el derecho de todo ciudadano a demandar explicaciones, o sea, el sustento legal de las acciones policiales”.
Creyéndose dueño de la verdad y del país, Daniel Ortega Saavedra, ha empezado a rebasar la delgada línea de la diplomacia internacional, al ordenar este miércoles, la expulsión del país, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de la Organización de Estados Americanos (OEA), así como del Grupo Internacional de Expertos Independientes ( GIEI), que se encontraban en Nicaragua, con autorización oficial, para investigar las denuncias de graves violaciones por parte del gobierno, ocurridas a partir de las protestas iniciadas el 18 de abril.
Enojo del ex guerrillero convertido en caudillo-populista-dictador, por la investigación de los expertos de la CIDH, que arribó a Managua en junio, que según el acuerdo OEA-Ortega-Murillo, permanecería en el país mientras la situación lo requiriera, se daría por el informe que documentaba las violaciones a los derechos humanos y alertaba sobre posibles ejecuciones extrajudiciales, por el uso de francotiradores durante la represión de las manifestaciones populares, además del agravamiento de la represión y el cierre de espacios democráticos en Nicaragua.
Hoy, los nicaragüenses empiezan a despertar del letargo de las promesas de acabar con la corrupción, la impunidad, el nepotismo y la pobreza, sacudidos por el nuevo yugo dictatorial, que revive las historias de un pasado que se pensaba superado y que se vuelve presente.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.
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