CIUDAD DE MÉXICO, 22 de octubre (AlMomentoMX).- Sobre la banqueta de una de las avenidas más importantes de la CDMX se encontraban decenas de carpas que tenían solo unos días para vender sus productos. Muchos transeúntes se interesaron en los chocolates, el mezcal, el pan de muerto, los dulces, la ropa y las artesanías, pero en medio de todos los puestos estaba Pedro, listo para contar la historia de la semilla más importante de México: el amaranto.
Pedro Molotla Franco es un licenciado en derecho que ha dedicado su vida a la producción y distribución de amaranto junto a sus tres hermanas. Por costumbre de sus padres y estos a su vez instruidos por sus descendientes, la familia Molotla Franco ha trabajado muchos años el amaranto; una semilla poco valorada por los mexicanos pero muy cotizada en los mercados internacionales.
A menudo en Paseo de la Reforma y otras tantas partes de la Ciudad de México muchos artesanos y productores mexicanos ofrecen sus productos para promover el crecimiento de sus micronegocios o para preservar con su granito de arena un poco de las raíces culturales de este país.
Pedro Molotla Franco vendiendo sus dulces artesanales sobre Paseo de la Reforma.
En la mesa de exhibición hay alegrías, mazapanes, obleas, galletas, bombones, calaveras y dulces de amaranto 100 por ciento naturales, producidos por campesinos natos que han trabajado los campos de Tulyehualco cada año para que este alimento llegue siempre a más paladares del mundo.
Dulces producidos por la familia Molotla Franco.
Al oriente de la CDMX se encuentra un pueblito conformado por 18 colonias y barrios y seguramente, más de una decena de talleres dedicados a la producción de amaranto. La Alcaldía de Xochimilco es cuna de la semilla que da fibra, hierro, calcio, vitamina A, B y D y más beneficios al cuerpo humano.
Muy cerca del centro de Santiago Tulyehualco se haya el taller Tonanxochihuautli (Nuestra Madre Flor de Amaranto) de la familia Molotla. Es una empresa independiente y totalmente artesanal dedicada a elaborar productos de amaranto de manera tradicional, usando composta como abono orgánico y evitando todo tipo de agroquímicos.
Desde mayo y hasta enero los abuelos, padres, tíos, sobrinos y nietos Molotla dejan los títulos universitarios y hasta las maestrías para entrar al campo y preparar la tierra para la cosecha anual de la semilla redonda de medio milímetro que más tarde se usa para producir los dulces más típicos de México, entre ellos, las alegrías.
Alegrías de temporada. Cada una tiene la esencia propia de quien las produce.
Aunque las propiedades de esta planta son múltiples, sus productores artesanales se mantienen en una lucha constante por preservar para un futuro muy lejano la producción de esta semilla y dejarla como una costumbre en la descendencia de su estirpe, sin embargo, estos campesinos resultan cada vez más afectados por la falta de agua y tierra para su siembra pues la densidad de población mexicana está acabando con los espacios de cultivo.
La empresa Tonanxochihuautli y otros amaranteros de México son apoyados por la Secretaría de Economía, que les brinda incentivos para realizar con éxito el cultivo de esta planta, pero luchan diariamente para que el producto rebase todas las fronteras posibles a pesar de que en en país no hay suficiente inversión gubernamental para la agricultura.
Alemania, Italia, Japón, España, Canadá, Estados Unidos, Francia, Colombia y Venezuela son sólo algunos países a los que el amaranto mexicano ha llegado. La lista podría ser grande y por supuesto, toda la República Mexicana está incluida.
Muchas son las personas y organizaciones que luchan por promover la semilla que hace más de cinco mil años fue parte de la alimentación básica de los pobladores de la cuenca del Valle de México. Su importancia es tan grande que el 5 de septiembre de 2016 en la clausura de la III Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la CDMX se declaró Patrimonio Cultural Intangible. Fue el primer cereal catalogado con ese honor.
La búsqueda por que el arancel impuesto al amaranto al exportarlo sea mínimo se lleva día a día, mientras tanto, los amaranteros limpian la tierra, siembran la semilla, riegan el cultivo, esperan pacientemente a que la planta crezca y cuando este seca la retirarán del campo y elaborarán dulces mexicanos.
Como Pedro y los Molotla Franco existen otros mexicanos que promueven la preservación de las semillas que antes de la conquista fueron alimentos sagrados y hoy son más que un trabajo de campo o un patrimonio familiar. Es una identidad como persona, raza y cultura porque su brote es tardado, su cuidado exigente y su sabor es mexicano. Por eso, lo único fácil del amaranto es comerlo, conocer su historia y plantar su semilla cultural en cada persona ya es diferente.
Dulces producidos por la familia Molotla Franco.
AM.MX/vgs
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