Por Roberto Fuentes Vivar
Enviado/ Parte I
* Primera entrega de un seriado sobre las anomalías de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)* y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que han privilegiado los intereses de Estados Unidos por sobre los derechos humanos de ciudadanos guatemaltecos
Guatemala, C.A.- Su nombre oficial es «Centro de Detención de la Zona 17, Mariscal Zavala” , pero en realidad es una cárcel que exhibe cómo en este país el combate a la corrupción ha servido para eliminar la impunidad local y dar paso a otra mayor, inmersa en la pérdida de soberanía y en el privilegio de intereses internacionales, principalmente de Estados Unidos.
Para unos es una cárcel que no existe, pero en realidad es un reclusorio de tierra, lodo, lona, fierro, mantas y algo de cemento.
Para otros es el símbolo de la impunidad de la comisión internacional que busca precisamente acabar con la impunidad.
Para muchos es una cárcel para presos políticos.
Para el ciudadano común es la prisión particular de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG).
Para algunos académicos la cárcel Mariscal Zavala es un símbolo de cómo Guatemala ha tenido que someterse a un poder supranacional, que busca imponer sus intereses al estar encima de los poderes constitucionales de Guatemala.
Para la prensa guatemalteca es una cárcel VIP, en la que sólo están arraigados los implicados en casos de corrupción, quienes supuestamente mantienen sus privilegios.
Para Mary Anastasia O’Grady del diario Wall Street Journal, esta cárcel alberga a ciudadanos “respetuosos de la ley” a quienes no se les ha encontrado una “posesión inexplicable de riqueza”, porque la CICIG, que recibe la mitad de su presupuesto del Congreso estadounidense, “está apostando a que el encarcelamiento indefinido convencerá al inocente de confesar algo que no hicieron y firmar acuerdos de declaración de culpabilidad para salir”.
Unos la catalogan, más que como una cárcel, como un campo de concentración, “de esos que se pueden ver en las películas de la Alemania nazi”.
“Escriba de mí, pero no escriba mi nombre”, dice un preso que considera esa cárcel como un símbolo de la impunidad del organismo internacional que supuestamente lucha contra impunidad.
-¿Por qué me pide que no escriba su nombre?
-Porque estoy arralado (atemorizado). Tengo miedo de que si la CICIG sabe que le dije algo van joderme. Ponele (suponga) que hasta me inventan algo más… y yo quiero salir de aquí con la frente en alto y con mi nombre limpio.
En esta cárcel no hay asesinos ni violadores. Por eso, los internos duermen tranquilos, aunque sea en condiciones que violan cualquier catálogo de derechos humanos.
Capacidad del centro de reclusión: 20 reos; realidad: 257
La Brigada Militar Mariscal Zavala es una base militar y división del Ejército de Guatemala, ubicada en la periferia de la capital. Fue creada el 25 de mayo de 1846. En 2010 se habilitó como cárcel para albergar a 20 presos. Posteriormente fue creciendo. Un decreto de 2015 señalaba capacidad para 118 reclusos. Para febrero de 2018, el diario Prensa Libre daba cuenta de que estaban encarcelados 257 reclusos: 231 hombres y 26 mujeres.
El recinto está custodiado por el Ejército y la policía dependiente del Sistema Penitenciario. Para cruzar la primera puerta se requiere permiso de los militares. Para llegar a la segunda hay que caminar más de un kilómetro en subida, por una especie de vereda en la zona boscosa.
Antes de cruzar la segunda puerta, un uniformado revisa los datos. Hay dos filas, una para abogados y otra para visitantes. Apuntan los datos oficiales en una especie de laptop que podría considerarse computadora de la prehistoria. Para tener acceso se necesita un sello en el brazo.
Adentro, a la derecha se ve lo que llaman prisión VIP, en donde pueden observarse diminutas construcciones de cemento (como casitas de interés social) y sus habitantes no se codean con los demás. A la izquierda, sobre paredes de lona o plástico, hay prendas femeninas que se secan al sol. Es un espacio de alrededor de 90 metros cuadrados. Es la parte para las mujeres reclusas. El 16 de noviembre de 2015, el decreto 557-2015 del Ministerio de Gobernación autorizó el área femenina y cambió el nombre de la cárcel de “Centro de Detención Preventiva para hombres de la zona 17, Mariscal Zavala” a “Centro de Detención de la zona 17”.
Más adelante existe una especie de mini ciudad perdida, con construcciones improvisadas de techos de lámina o lona, estructuras de tubos como las que utilizan los vendedores ambulantes de México, paredes de cartón o plástico y piso de tierra. A veces una plancha de cemento.
El techo de Absolut Vodka
Precisamente sobre una plancha (o torta, como le dicen en Guatemala) de cemento de 15 metros de largo por ocho metros de ancho, se encuentra el comedor o área común. Es una galera descubierta por los cuatro lados. El techo está integrado por mantas plásticas. Si se mira hacia arriba se ve un letrero que dice “Absolut Vodka”, el cual indica que la lona plastificada que sirve de protección ante la lluvia, hace tiempo fue una manta publicitaria.
Ahí están apiñadas unas 15 mesas de plástico con sus respectivas sillas. Todas son diferentes. Fueron llevadas por los propios reos, pagando una “comisión” a los guardias. En estas mesas reciben a sus abogados o a sus familiares, sin que exista privacidad. Parece un rompecabezas que nunca podrá armarse.
Los dormitorios están definidos en tres sectores. No tienen ventanas con vidrios, sólo son agujeros. En algunos hay techo de conglomerado prefabricado o cielo falso. Hay literas para dos y tres personas. Todo está cubierto de ropa, de frazadas, de algún recuerdo amontonado o de chamarras y suéteres, cuya propiedad se confunde.
El sector 1 y 2 son galeras improvisadas de 19 metros de largo por 9.5 metros de ancho. El sector 3 tiene un cuarto extra de 3 por 2.5 metros cuadrados y no tiene cielo falso. Los 3 sectores tienen como techo lámina de Zinc a dos aguas y paredes de lona. En las noches, cuando llueve retiemblan las gotas hasta ensordecer la realidad.
El sector 1 tiene 24 literas para 57 personas; el sector 2 cuenta con 12 literas para 26 personas; y en el sector 3 hay 13 literas para 32 personas. Es tal el hacinamiento que muchos prefieren dormir en el suelo, en lo que llaman toldos que no son otra cosa que pequeños espacios casi al aire libre y solo cubiertos por un techo de lona. Las literas son propiedad del gobierno de Guatemala. Los colchones son propiedad de cada recluso.
Adentro de los dormitorios se mira una especie de caleidoscopio, con todos los colores encimados. Son las prendas de los presos dispuestas anacrónicamente porque no hay un solo lugar para guardar la ropa. Nadie usa uniforme sino vestimenta de calle. Por eso los pantalones de mezclilla de uno casi se entrelazan con los calzoncillos que utilizó la semana pasada el reo vecino.
En total, en los tres sectores ocupados por hombres no hay mingitorios, hay 12 sanitarios y uno habilitado para visitas conyugales. Se pueden contar18 regaderas. En todo el reclusorio no hay una sola área verde. Todo es tierra y una argamasa de tubos, tablarroca, láminas de zinc y sobre todo lonas. Cuando llueve se escucha la lluvia correr por arroyos naturales hasta volverse lodo. “La lluvia, dice un reo, genera una nostalgia tan grande como la pena que ya hubiera cumplido si me hubieran sentenciado por el delito que me imputan”.
Esta situación de los presos generales de la cárcel Mariscal Zavala, difiere en mucho de una leyenda que circula entre los presos: dicen que un narcotraficante era “dueño” de un espacio de alrededor de 10 metros cuadrados en la zona VIP. Cuando llegó un empresario al reclusorio, le dijo: “véndemelo”, a lo que el narco respondió: “dame 40 mil dólares hoy, porque mañana ya subió”. Así, dicen los presos, se vendió el metro de tierra más caro de todo Guatemala.
Mil dólares mensuales “para sobrevivir”
Antes de cruzar la segunda puerta del penal se observan, acomodados en una esquina, decenas de paquetes envueltos en plástico que despiden un olor putrefacto. “Son los ranchos de los presos, pero nadie los quiere. Nadie viene por ellos”, dice uno de los guardias del Sistema Penitenciario. Comida desperdiciada porque los reos la consideran incomible y los guardias, quizá por desidia, prefieren amontonarla hasta que le broten los gusanos.
Adentro, cuando se recorren los pasillos entre los dormitorios, el área común y los baños, pueden verse varios toldos en los que cuelgan hojas de papel con un menú: “pescado 30 Q, cerdo 40 Q, arroz 15 Q, paches 20 Q, pepián 40 Q.”.
Hay, dependiendo del día, entre cuatro y seis toldos que ofrecen comida. Por eso, a las mesas del área común llega un aroma de guiso en la mañana, mientras los reos preparan los platillos, cocinados en improvisados anafres hechos con barriles de petróleo o con recortes de varilla de construcción. Por las tardes el olor del guiso se convierte en aroma de cochambre que se suma al hedor de agua estancada.
De acuerdo con un análisis elaborado por una especie de colectivo de presos, para sobrevivir al interior del penal se requieren, en promedio, alrededor de mil dólares mensuales por persona. Los reos tienen que pagar su propia agua (para beber o para asearse), su servicio de limpieza (60 dólares mensuales en dormitorios y 12 dólares por día cuando le toca al reo lavarlos), su alimentación (de 4 a 10 dólares por tiempo de comida), la pintura, las bombillas de luz, el servicio eléctrico “especial” (como el pago que tiene que hacer quien tiene televisión) y muchos otros gastos cotidianos.
Como están prohibidos los refrigeradores, cada reo compra hielo para mantener sus alimentos y el agua. La temperatura puede llegar hasta los 37 grados en verano o descender hasta casi a cero grados en invierno por estar en una zona boscosa.
También están prohibidos los teléfonos celulares y las computadoras. Hay un teléfono público de tarjeta que cobra un quetzal por minuto (unos 15 centavos de dólar). Además, deben de dar una “cuota” por cada aparato eléctrico que utilizan. “Si yo traigo mi televisión, hay que pagarles a los guardias el valor del aparato y así es con cada cosa, que las sillas, que el colchón, que el radio. Todo tiene un precio para los guardias”, dice uno de los presos.
El estudio del colectivo de reclusos, indica que “según el Acuerdo Ministerial, (el centro de detención Mariscal Zavala) fue creado para (114) ciento catorce personas, pero el número real de ocupantes es el siguiente:
“Número real de ocupantes
“Sector 1, 67 personas
“Sector 2, 33 personas
“Sector 3, 37 personas
“Conyugales, 8 personas
“Toldos, 23 personas
“Anexo 1, Hombres 20 personas
“Anexo 2, Mujeres 17 persona
“Hospitalizados, 11 personas
“TOTAL 216 personas”.
La diferencia con la cifra mencionada en febrero por Prensa Libre, se debe a que hay muchos reos diferentes: “No todos tienen cama y/o litera, hay quienes solo son ocupantes para pasar el día”, explican los reos en un documento.
Adentro no hay servicio médico, por lo que la salud de los internos es atendida por los doctores que están detenidos, como los galenos Vivar, Lorenzana, Dubón y Castillo. Y antes, por el doctor Jesús Oliva, quien era uno de los personajes más queridos que albergada el penal que no es penal.
Todo, las instalaciones de agua, las eléctricas y muchas de las construcciones, fue improvisado por los presos (con sus propios recursos) y es administrado por ellos mismos. “Ni la comida nos traen y cuando llega es incomible y se encuentra casi en estado de descomposición y todo lo tenemos que pagar a los guardias, hasta las medicinas”, dice el reo que hace filosofía de su estancia. “Sé que voy a salir con la frente en alto. Por eso, escriba de mí, pero no escriba mi nombre”.
*La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) es un órganos independiente de carácter internacional, creada el 12 de diciembre de 2006 por medio del acuerdo firmado entre las Naciones Unidas y el Gobierno de Guatemala, tras la opinión consultiva favorable de la Corte de Constitucionalidad en mayo de 2007.
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